Por unos Presupuestos Encaminados a Mejorar la Calidad de Vida y Frenar el Deterioro del Medio
Ambiente
Tres Cantos, 12 de enero de 1998
Con motivo de discutirse en la Asamblea de IU-Tres Cantos la posición a adoptar en torno a los presupuestos del Municipio, permitímonos dirigirnos a todos Uds para someter a su consideración nuestras reflexiones sobre la necesidad de dedicar partidas presupuestarias a financiar una política de mejora de la calidad de vida, defendiendo al peatón y al ciclista y poniendo coto al avasallamiento automovilístico.
No cabe duda de que una de las señas de identidad de las fuerzas progresistas es la defensa de la calidad de vida y del medio ambiente frente a los poderes fácticos del dinero. Y es que defender la calidad de vida y el medio ambiente es interés general de todos los humanos, mas es un interés que se ve lesionado y atacado por intereses particulares --egoístas y a la larga miopes-- de los sectores adinerados que aspiran a un mayor enriquecimiento a corto plazo aunque sea al precio de causar daños tal vez irreversibles a la humanidad, a la que ellos mismos pertenecen. El ansia de dinero puede más que la razón. Frente a esas posturas, las personas progresistas justamente tienden a sopesar racionalmente las opciones y a favorecer decisiones que sean mejores para todos a largo plazo.
La reciente cumbre de Tokio ha alertado a la humanidad acerca de los espantosos peligros que se ciernen sobre nosotros si seguimos vertiendo a la atmósfera cantidades ingentes de monóxido y dióxido de carbono. Las potencias capitalistas, representantes de los intereses egoístas de un puñado de magnates financieros e industriales, se oponen a que se tomen las medidas urgentes y drásticas que se requieren para salvar a la humanidad de ese peligro.
Recientes estudios revelan que el 80% de tales emisiones dañinas vienen de los automóviles.
El capitalismo, para sacar mayor beneficio, ha impulsado un tipo de entorno urbano en el que --a diferencia de la ciudad compacta del XIX, que fue un enorme logro de la humanidad, y fruto de una larga evolución de miles de años-- son enormes las distancias, y casi se fuerza al ciudadano a desplazarse en coche particular.
El resultado es un terrible deterioro de la calidad de vida. La sedentariedad que acarrea la adicción al coche favorece las enfermedades cardiovasculares. Al disminuir el callejeo, el paseo, se reducen los contactos y se produce mayor aislamiento entre unos y otros. Quedan gravemente perjudicadas las personas que no pueden usar un coche privado (por escasez de medios económicos, o por una minusvalía que lo impide o dificulta), ya que todo se orienta al transporte en coche en detrimento de los peatones. Finalmente, la contaminación medioambiental no sólo se hace una amenaza global a largo plazo, sino que afecta a nuestras vidas, en forma de mala calidad del aire que respiramos y de ruidos. Y, cuanto más se tratan de evitar o paliar los efectos de eso mediante el recurso a desperdigar y esparcir más las urbanizaciones, más dependencia resulta con relación al coche, y por lo tanto más uso de vehículos motorizados, más contaminación, más deterioro de la calidad de vida, más atrofias, más enfermedades cardiovasculares (sin que logren atajar ese avance los recursos al jogging o al gimnasio en horas vespertinas o en fines de semana; tales prácticas, a menudo irregulares, no solventan el problema de salud causado por la sedentariedad y en cambio causan nuevos problemas).
De ahí que las fuerzas progresistas, cuando tienen alguna influencia en las políticas públicas, se esfuercen por promover el transporte colectivo y público y por defender los derechos del peatón. En beneficio, a largo plazo, de todos, incluidos los propios automovilistas --que, antes de serlo, son personas humanas, con la misma fisiología que el peatón, y las mismas necesidades de evitar la sedentariedad y disfrutar de un medio ambiente mínimamente saludable.
Como caso paradigmático de la política que no se ha de hacer tenemos la del Sr. D. José María Álvarez del Manzano en la villa de Madrid. No porque practique él esa política hay que oponerse a ella (porque, si dice que llueve y llueve, hay que darle la razón, sea del PP o de lo que sea o fuere). El triste hecho es que su equipo ha destrozado Madrid. Si Marx se quejó de que el barón Haussmann había deshecho el París histórico para edificar el París de los ociosos, hay que reconocer que ese París de los ociosos era una ciudad agradable, bonita, amena. El Madrid del Sr. Álvarez del Manzano tiende cada más a ser un medio urbano inhóspito. El coche lo invade todo. Las plazas se han convertido en aparcamientos. Las aceras a menudo están ocupadas por coches u otros vehículos de motor. Se hace la vista gorda ante todo género de infracciones de tráfico y estacionamiento. El resultado es que Madrid es una ciudad para el coche, no una ciudad para pasear, no una ciudad para vivir.
Y qué se hizo Tres Cantos, a la que se publicitaba como una ciudad para vivir? Desgraciadamente, reprodúcense las mismas lacras que en la capital. Con el anterior equipo municipal y también con éste.
A pesar de los espacios abiertos y amplios, las aceras son estrechas. A menudo hay que caminar en fila india. En las calles, o casi callejas, que forman el nuevo barrio central de la estación de ferrocarril, es hasta difícil caminar en fila de a uno, si viene alguien en sentido opuesto. Y, si lleva uno un carrito de la compra o un portaequipajes de ruedas, el desplazamiento por esas aceruelas es sumamente complicado, incómodo y desalentador. Ni tampoco se tiene el recurso del transporte público, toda vez que se rechaza la entrada con equipaje en los autocares verdes de las líneas privadas a las que el consorcio ha confiado el transporte. Ni hay servicio de taxis urbano.
La estrechez de las aceras se agrava por el emplazamiento de múltiples obstáculos en las mismas: postes de circulación u otras señales para los coches, y otra serie de estorbos que podrían tolerarse si las aceras permitieran al menos que simultáneamente las recurrieran dos personas en sentido de ida y otras dos en sentido de vuelta.
Tampoco cuenta con protección el ciclista. No sólo no se tiene en la estación de ferrocarril algo como un aparcamiento vigilado de bicicletas (cual existe p.ej. en las estaciones de metro de Medellín), y eso da lugar a numerosas pérdidas por robo (pues las fuerzas de seguridad parece que no están para eso), sino que los amarra-bicis que se han instalado son inapropiados: no se han previsto ruedas con guardabarros (o sea, las de las bicicletas de transporte urbano, a diferencia de las meramente de deporte), y no se han instalado cobertizos. Ejemplos de amarra-bicis enteramente distintos y convenientes los puede encontrar el equipo municipal en cualquier ciudad europea: Dublín, Copenhague, Londres, , así como en las ciudades de Australia.
Lo peor de todo, sin embargo, es la situación del transporte público. Los autocares verdes están por completo inadaptados al entorno urbano de Tres Cantos, con su proliferación de redondeles o rotondas. El viaje es tremendamente inconfortable. Son ruidosos, contaminantes y poco prácticos. El diseño de las líneas actuales hace que a muchos vecinos de Tres Cantos les resulte muy prolongada la espera del siguiente autobús. Y en cualquier caso es sumamente incómoda, lenta o hasta a menudo imposible la circulación, por ese medio de transporte, dentro del propio término municipal de Tres Cantos.
El problema es tan colosal que no tiene fácil arreglo. Puede que no tenga ni siquiera difícil arreglo. Mas sí cabe aliviar algo los males de esa situación si hay voluntad para dedicar una financiación adecuada.
No creemos que nuestras modestísimas propuestas constituyan una panacea. Mas algo sí mejorarían la vida en Tres Cantos. Y su modestia es tal que el Ayuntamiento no se arruinaría por ello. Claro que algo sí hay que gastar. Mas en parte --y como lo hemos dicho-- mientras no aumente el civismo, se podría mejorar la situación de las arcas municipales con la recaudación de multas por infracciones (infracciones lesivas para todos, mas en primer lugar para los peatones y ciclistas).
Lorenzo Peña
Colectivo Peatonal Tricantino
Foresta 17, 8º B.
Tf 803 09 48
Tres Cantos, 12 de enero de 1998
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