por Lorenzo Peña
2004-01-19
En julio de 1958 el pueblo de Mesopotamia (Irak) llevó a cabo una revolución antimonárquica y antiimperialista. Al año siguiente --derogada la legislación que habían establecido la administración colonial británica y sus testaferros-- se promulgó el Código de la familia.
Ese código, mantenido por la revolución baasista, ha permanecido en vigor durante toda la presidencia de Sadán Juseín, quien hizo inscribir en la Constitución los avances esenciales de ese precepto civil.
La sanguinaria invasión de Mesopotamia por el imperialismo yanqui en 2003 se ha justificado como un plan para llevar al pueblo iraquí la democracia y los derechos del hombre.
Con vistas a la realización de ese plan, y tras haber bombardeado salvajemente las instalaciones de agua y luz (que siguen sin reparar 9 meses después de la caída de Bagdad, sumiendo a los millones de iraquíes en un estado de miseria y desesperación sin igual), el imperialismo yanqui ha implantado una camarilla gubernativa sumisa de capos mafiosos, realistas, integristas mahometanos, irredentistas curdos y los que añoran la antigua monarquía asiria (la de Asurbanipal).
Esa camarilla ha sido democráticamente elegida por Paul Bremer, democráticamente elegido por George Bush. (Éste último, en cambio, no fue democráticamente elegido por el electorado estadounidense, sino que lo aupó a la Casa Blanca en 2000 un pucherazo de la Corte Suprema.)
Las decisiones de ese pseudo-consejo de gobierno carecen de fuerza de obligar sin el visto bueno de quien democráticamente lo ha designado, o sea el procónsul de Mesopotamia Paul Bremer.
Una de sus pocas promulgaciones legislativas se ha producido el otro día: la abrogación del Código de la familia heredado del régimen baasista. De un plumazo se han suprimido todos los derechos de la mujer iraquí; en la legislación civil, se ha retrotraído al pueblo de Mesopotamia al ordenamiento medieval en vigor bajo el mandato británico y la monarquía jachemita.
O tal vez peor que eso. Se ha puesto en marcha (con aval y ratificación del mando estadounidense) una libanización de Mesopotamia. En adelante todos los asuntos relativos al matrimonio, el divorcio, la patria potestad, y demás cuestiones del derecho de familia y sucesiones se regirán por la ley personal consuetudinaria y tradicional de las personas, interpretada y aplicada por tribunales religiosos.
A partir de ahora, sucederá como en el régimen libanés --impuesto por el colonialismo francés al final de la segunda guerra mundial--: se nacerá, vivirá y morirá en el seno de una comunidad confesional, bajo la tutela de los sacerdotes y de los ulemas y según las normas de la sociedad arcaica.
Se entiende la ufana satisfacción de Washington para con ese consejo gubernativo, dócil, manejable, obediente al islamismo proyanqui (al fin y al cabo, bastante en consonancia con el integrismo bíblico del Caudillo de la Cruzada por la fe, George W. Bush, y su legión de soldados de Cristo).
Como se ve, da muy buenos resultados la elección democrática; o, mejor dicho, la elección efectuada democráticamente. Y es que las masas populares iraquíes que reclaman elecciones no han entendido bien qué es la democracia que les prometieron los conquistadores norteamericanos. No se han percatado de que `democráticamente' es un adverbio de modo.
Lo que determina que una elección se haga democráticamente no es quién elige, sino cómo. Y, por definición, las elecciones o selecciones efectuadas por el Presidente de los estados unidos se hacen democráticamente, igual que las efectuadas por los que él ha elegido o seleccionado, y así sucesivamente al infinito.
Como `precipitadamente', `cuidadosamente' etc son adverbios de modo, también lo es `democráticamente'. Califican la manera de efectuarse una acción. Y ¿puede no obrar democráticamente el Guardián de la Civilización Cristiana, el Adalid del Mundo Libre, el que se atrevió a proclamar `El que no esté con nosotros está contra nosotros', el Hércules del Libre Mercado y de la Libre Empresa?
¡Olvídense las mujeres iraquíes de los avances sociales del maldito régimen de Sadán Juseín! Igual que habrá que ir metiendo en cintura a los nostálgicos del paternalismo baasista, que tendrán que irse resignando a las decisiones del consejo de gobierno, el cual ha decretado ya la supresión de la propiedad pública, la desnacionalización de la industria, la privatización general de la economía, la libertad para los inversionistas foráneos de importar sus insumos sin pagar aranceles, de contratar al alto personal extranjero que quieran, y de exportar todos los beneficios libres de impuestos.
No tendrán los iraquíes luz ni agua, pero sí las oportunidades de la libre empresa en el marco santo de la familia tradicional y sin la amenaza del estatismo.
Ésa era la democracia prometida. Ésos son los derechos humanos que iban a derramar como un maná sobre los infelices súbditos de un régimen cuya principal arma de destrucción masiva era `el odio a los estados unidos y a todo lo que ellos defienden' (George W. Bush, THE NATIONAL SECURITY STRATEGY OF THE UNITED STATES OF AMERICA, Washington, D.C.: The White House, septiembre del 2002, p. 14).
Quienes se llaman a engaño no han entendido ni la sintaxis ni la semántica del discurso estadounidense.