Queda el problema de la localización de la escena pintada por Goya. Diremos de antemano que, excepto la Casa de Correos, en la Puerta del Sol y la Carrera de San Jerónimo no queda nada del decorado de 1808, de modo que es imposible reconstruir los lugares. Además, los grabados de la época, bastante escasos, casi siempre muestran los mismos puntos de vista, ya sea del lado de la iglesia del Buen Suceso, o de San Felipe el Real. En el cuadro de Goya la calle que aparece está más baja que los monumentos e iglesias del fondo, y además la luz del sol entra por el lado derecho de la escena, lo cual seguramente no es gratuito. Sabemos que el motín se produjo en torno al mediodía, y los edificios iluminados tenían que estar orientados al sur, lo que elimina la Casa de Correos, cuya fachada mira al norte.

...

No hay que olvidar que Goya pintó esta obra seis años después de los sucesos de mayo de 1808 a iniciativa propia, que recibió favorable acogida en el Consejo de Regencia, presidido a la sazón por el cardenal Luis de Borbón, aragonés por marte de madre y hermano de la condesa de Chinchón. De esta forma el Consejo de Regencia, formado por liberales, hacía un gesto nacionalista y no dinástico, pues para ellos el tumulto ocasionado por la partida del último infante en 1808 era menos importante que la resistencia unánime del pueblo español al invasor. Sea como fuere, Goya y sus comitentes quisieron rendir homenaje al valor de la gente sencilla, y parece que el contraste entre los heroicos trabajadores españoles vestidos sobriamente y los terribles mamelucos de la guardia imperial, con su indumentaria rutilante y suntuosa, estimuló la inspiración del pintor hasta el paroxismo de la furia polícroma, y le hizo adelantarse al romanticismo. ... (pp. 263-64)


Jeannine Baticle, Francisco de Goya. Trad. Juan Vivanco. Madrid: ABC, S.L., 1992.