Así el mundo ha podido conocer su carácter inhóspito, con peligrosas tembladeras y la presencia de grandes cocodrilos y serpientes venenosas.

Y precisamente esa horrible zona geográfica, que no es necesario describir porque con motivo del lamentable accidente aéreo es bien conocida, es el lugar escogido por las autoridades del Estado de la Florida para enviar presos a realizar trabajos forzados.

Violando las recomendaciones de las Naciones Unidas sobre prevención del delito y tratamiento del delincuente y Derechos Humanos fundamentales de los reclusos, se les obliga a trabajar sometidos a un bárbaro régimen penitenciario, encadenados individualmente con cadenas formadas por eslabones de 70 centímetros de longitud y vestidos con el tradicional traje de los presidiarios de Estados Unidos. Se les obliga a trabajar vigilados por severos guardianes con órdenes de disparar si tratan de evadirse y no hacen caso a la primera advertencia. Así consta en los Reglamentos.

Como una prueba de que se tenía plena conciencia del lugar al que se les enviaba a trabajar encadenados, baste decir que les ofrecen medios de protección contra las mordeduras de serpientes venenosas.

El régimen impuesto a los sancionados de realizar trabajos forzados en Everglades constituye una flagrante violación de las normas internacionales que prohíben dar a los presos un tratamiento cruel, inhumano o degradante.

Las órdenes represivas recibidas por los custodios de Everglades deben ser tomadas muy en serio, pues en todas las prisiones norteamericanas el uso de la violencia oficial es cosa frecuente. Los malos tratos físicos y las vejaciones que lastiman la dignidad de los sancionados son prácticas generalizadas en todas las prisiones norteamericanas. Un ejemplo de ello es que en sólo cuatro cárceles de Texas han sido enjuiciados 34 guardianes por maltratar sistemáticamente a los reclusos.

Los trabajos forzados en Estados Unidos han sido reimplantados desde hace años y actualmente existen en Alabama, donde se obliga a los presos a laborar 12 horas diarias picando piedras, también encadenados; en Arizona y más recientemente en la Florida.

Pero en relación con los presos de Everglades se ha producido un hecho muy singular que pone de manifiesto la forma de pensar, y en este caso de hablar, de algunos políticos norteamericanos.

El senador republicano autor de la ley sobre trabajos forzados en la Florida, Chart Crist, visitó a los presos forzados de Everglades, no para interesarse por sus condiciones de vida o para comprobar que la Ley y los Reglamentos se aplicaban correctamente, sin excesivo rigor, sino para decirles: «Queremos que la gente sepa que si usted comete un delito en la Florida, usted cumplirá esta pena, lo que, como ustedes ven, no resulta agradable».

Seguramente que el legislador floridano autor de la Ley, antes de pronunciar esa arenga, se cercioró de que los presos estaban bien encadenados y los custodios listos para entrar en acción. Pero eso fue lo que se le ocurrió a este Senador republicano, enemigo de Cuba por más señas.

Como contaba la vieja fábula «El buey habló y dijo: Mu...».