(Tomado del Boletín Nº 430 de Intermón)
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, los intercambios comerciales no han dejado de crecer. Sin embargo, hay que destacar que esos intercambios han aumentado mucho más que la misma producción de artículos de consumo o de servicios. El comercio cobra cada vez una mayor importancia. Otro dato significativo: antes de los procesos de descolonización, en la organización del comercio mundial los países del Sur eran fuentes de materias primas, mercados para los productos manufacturados y mercados de capital. A partir de la descolonización ya no puede aplicarse este esquema sin más. Hoy algunas regiones del Tercer Mundo están exportando productos industrializados. Sin embargo, 80 de los 147 países más pobres dependen en más del 50% de las materias primas para sus exportaciones. En las últimas décadas el valor de estas materias primas ha experimentado una fuerte caída debida al incremento de la producción al que se han visto forzados los países del Sur con el objetivo de, a través de los ingresos que las exportaciones suponen, reducir la deuda externa. Así, entre 1950 y 1970 las exportaciones mundiales de los países del Sur retrocedieron del 32% del comercio mundial al 18%, mientras que las exportaciones de los países «desarrollados» --sólo la cuarta parte de los países de la Tierra-- aumentaron del 66% al 81%. La demanda del Norte también ha variado en estos años, la industria, cada vez más, utiliza técnicas que reducen la necesidad de materias primas, los sectores de servicios han ganado la batalla a la economía productiva y, finalmente, el reciclaje ha contribuido a reducir la demanda.
En este mercado, que ya es mundial, resulta imprescindible la igualdad de oportunidades. Aún resta un enorme camino. El GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio) ha intentado regular el comercio internacional desde 1947 hasta 1996, en el que ha sido sustituido por la Organización Mundial del Comercio (OMC). En la actualidad, 106 países están integrados en la OMC. El reto es intentar que todos tengan acceso al mercado con las mismas garantías. Pero queda aún mucho por hacer. Generalizando, las políticas económicas de las grandes potencias protegen de forma sistemática el precio de sus productos poniendo trabas a los del Tercer Mundo. Incluso los aranceles entre productos de los países del Norte llegan a ser menos gravosos que para los productos del Sur.
Ley de oferta y demanda, cortapisas a la introducción de productos, aranceles, precios subvencionados, especulaciones financieras sobre artículos concretos o sobre monedas. Un complejo mundo comercial y financiero que se entrecruza. Al final de toda esta maraña se encuentra el último eslabón: un campesino que cultiva media hectárea de café en Costa de Marfil o una trabajadora de una fábrica textil en Guatemala. No entienden de flujos de mercado ni conocen los entresijos que gobiernan las Bolsas. Sólo saben que el sueldo que perciben no alcanza al 40% de las necesidades familiares o que el café se lo compran este año por un 30% menos que el año pasado.
El «Acuerdo Multifibra» entró en vigor el 20 de diciembre de 1973. Fue establecido por los Estados Unidos de América como medida proteccionista para hacer frente a los países de nueva industrialización --sobre todo, los países asiáticos--. Unos países que han centrado gran parte de su desarrollo en el sector textil. La UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) afirmaba que este acuerdo reducía los ingresos del Sur en 50.000 millones de dólares anuales. Hay que hacer notar que la ayuda anual de todos los países del Norte al Tercer Mundo es, precisamente, de unos 50.000 millones. Lo cual significa que sólo las cortapisas a los productos textiles del Sur suponen para nuestros países recuperar el monto total de «la ayuda internacional». El mercado desigual general pobreza. En teoría, el Acuerdo Multifibra ha de terminar en el año 20005.
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El llamado Comercio Justo nace por el deseo de lograr un comercio alternativo, un comercio más humano, en el que los precios o la calidad del producto no sean los únicos motivos para adquirirlo. Durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) en Ginebra, en 1964, se oyó por vez primer «¡Comercio, no ayuda!». En la Europa de los años 60, entre los pocos grupos que se sentían preocupados por el Tercer Mundo, nació la idea de crear las «tiendas de la UNCTAD» para vender productos de los países menos avanzados, ya que su entrada era obstaculizada por los aranceles. Así comenzaba el movimiento del «Comercio Justo». Su principio fundamental consiste en garantizar a los productores del Sur una compensación justa por su trabajo. Para conseguirlo, se adquieren directamente los productos a los campesinos y artesanos del Sur, de manera que se eliminen los intermediarios. En Europa hay más de 3.000 tiendas y unos 45.000 puntos de venta de Comercio Justo. Las tiendas solidarias están en contacto con 800 colectivos o productores del Sur. Se calcula que más de cinco millones de personas en el Tercer Mundo se están beneficiando en la actualidad de este tipo de comercio.
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Director: Lorenzo Peña