DESARROLLO HUMANO, CRECIMIENTO ECONÓMICO: PARADOJAS DE NUESTRO TIEMPO
Arsenio RodríguezNota al pie 5_1
Al concluir el año y muy cerca ya del hasta hace poco lejano siglo XXI, las instituciones que conforman las Naciones Unidas exponen crudamente la difícil situación por la que atraviesa una gran parte de la humanidad.
El año que concluye fue un buen exponente de estas preocupaciones, expuestas en las cumbres sobre el hambre, en Roma, de hábitat, en Turquía, y aunque a fines de 1995, la celebrada en Copenhague, sobre desarrollo social.
Las buenas intenciones prevalecen, pero la triste realidad en que viven millones de personas parece que les acompañará en el nuevo milenio. Quien lo dude, puede valorar algunas de las estadísticas que lo demuestran.
Una manera útil de comparar los ingresos en el plano internacional se destaca en el Informe sobre Desarrollo Humano-1996, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), radica en considerar el 20 por ciento más pobre de cada país.
Por solo citar un ejemplo: el ingreso medio del Japón es 36 veces superior al de Tanzania, pero el ingreso per cápita del 20 por ciento más pobre en el primer país es 130 veces más que el de ese 20 por ciento de la nación africana.
Esto, dicho de otro modo, significa que más de mil millones de habitantes de países en desarrollo carecen todavía de acceso a servicios básicos de salud y enseñanza, agua potable y nutrición adecuada, así como una de cada tres personas viven en la pobreza, lo que se dice en un párrafo, pero representa un drama con pocas posibilidades, ni siquiera, de ser atenuado.
En los últimos 30 años la participación en el ingreso mundial del 20 por ciento más pobre de la población de todo el planeta se redujo de 2,3 por ciento al 1,4 por ciento. Mientras tanto, la participación del 20 por ciento más rico aumentó del 70 por ciento al 85.
Planteado de forma más comprensible, significa que existen en el mundo 358 personas cuyos activos se estiman en más de mil millones de dólares cada uno, con lo cual superan el ingreso anual combinado de países donde viven el 45 por ciento de la población mundial, es decir, más de dos mil millones de personas.
En el documento del PNUD para el año que termina se profundiza en los términos «pobreza de ingreso» y «pobreza de capacidad», calculándose que la primera categoría afecta a unos 900 millones de personas de países subdesarrollados, pero que aumentan a mil 600 millones en cuanto a la capacidad.
Y es que la pobreza se equipara, habitualmente, a la falta de ingreso, pero cuando se habla del Indice de Pobreza de Capacidad se tienen en cuenta tres capacidades básicas, la de estar bien alimentado y sano, la de procrear en condiciones saludables, y la de tener educación y conocimientos.
En este contexto, y muy a menudo planteado en foros internacionales, otro término cobra actualidad y es el de crecimiento económico. Sin embargo, lo logrado en muchos países es un crecimiento que no genera empleo, ignora las raíces de cada nación, la equidad y el futuro de las comunidades
Por ello, el nuevo años será recibido en el planeta con la existencia de dos mundos cada vez más polarizados, y en el que la desigualdad constituirá el símbolo del nuevo milenio.
Cuando se habla de desarrollo humano y se quiere hacer sostenible, se piensa en desarrollo económico, pero éste no será posible sin el sostenible desarrollo humano. Aquí radica la paradoja de nuestro tiempo.