¡Y A ESO LO LLAMAN DEMOCRACIA!

Félix Pita AstudilloNota al pie 6_1

§1.-- El poder del dinero elige al gobierno

En EE.UU. escriben continuamente contra el tipo de sociedad que los cubanos queremos construir. Combinando ahínco y arrogancia, nos censuran y dicen que el modelo democrático que debemos adoptar es el norteamericano, porque el nuestro no es democrático.

Se les podría responder con una idea muy sensata, que incluso es lema oficial de un pequeño principado europeo, y que dice más o menos: queremos ser exactamente lo que somos. También está el poderoso argumento de que el modelo democrático norteamericano es tan, pero tan antidemocrático, que sus propagadores hacen el marketing a sabiendas de que en esa sociedad no es el poder de sus ciudadanos organizados, sino el apabullante poder del dinero, el que condiciona los mecanismos que la gobiernan.

Teóricos y sicofantes están hoy día comprometidos de tal modo con las contribuciones de las empresas, que ya se debate sin pudor alguno, y hasta se publica, la idea de que gobierno y capital están para velar por más ganancias para los accionistas de las empresas, y que nada tienen que ver, desde el punto de vista de la responsabilidad social, con la ola de cesantías masivas como la que, por ejemplo, dejó fuera a 40 mil empleados del pulpo telefónico ATT hace unos meses.

Una tercera razón para rechazar la soberbia de unos EE.UU. que quieren dictarnos su modelo, sería una ruda y descortés frase que el ciudadano promedio emplea cotidianamente: mind your own business, o sea, métase en lo suyo. Pero esta aspereza va contra nuestra educación.

Lo cierto es que esa democracia en EE,UU, está asediada por el dinero corruptor desde su misma fundación. Políticos de entonces, como James Madison --cuarto presidente electo en 1809-- veían con preocupación la alianza empresarios-políticos como desustanciadora de la esencia democrática nacional.

En The Federalist Papers, Madison alertaba sobre los hombres de temperamento faccioso, de prejuicios locales, de siniestros designios que pueden, por la intriga, por la corrupción o por otros medios, obtener primero los sufragios, y entonces traicionar los intereses del pueblo.

Su predecesor en la magistratura, Thomas Jefferson (1801-1809) era tal vez menos soñador que Madison para reconocer que el edificio social norteamericano ya estaba pudriéndose. El dinero, no la moralidad, es el principio de las naciones comerciales, escribió el presidente que quiso comprar a Cuba.

Ya en este siglo, exudando chorros de hipocresía, el presidente Woodrow Wilson se propuso la tarea de exportar el modelo e imponerlo en los cuatro rincones del mundo, aunque sabía sobradamente que estamos atrapados todos en un enorme sistema económico, el cual no tiene sentimientos ni corazón. El proyecto wilsoniano conocía al dedillo que lo que nos exportaba era un régimen basado en la hegemonía de los que más tienen.

Los dos partidos políticos norteamericanos han sido históricamente los receptores y canalizadores de los fondos del gran capital, y la línea del soborno y la corrupción continúa siendo aplicada, como puede verse en estas cifras oficiales entre 1991 y 1994: de los 95 millones recaudados por los republicanos, más del 90% provino del mundo empresarial; de los 75 millones recaudados por los demócratas, más del 70% se originó entre grandes corporaciones y empresas.

Es virtualmente imposible pensar que alguien sea suficientemente independiente como para gobernar democráticamente, cuando viene recibiendo millones de la élite capitalista. Los favores se hacen, pero luego se cobran.

El espacio no me permite extenderme en esta demostración, pero baste decir que en la recién concluida Convención del Partido Demócrata, en Chicago, 73 gigantes corporativos de EE.UU. donaron cada uno cifras superiores a los 100 mil dólares para la campaña de Clinton, lo que arroja una suma mínima de 7,3 millones. Si Clinton es elegido difícilmente podrá negar favores ejecutivos a los «generosos» empresarios, quienes nunca perderán, porque dan dinero tanto a Clinton como a Dole. Prueba material: mientras Philip Morris es el apoyo financiero principal de Dole, la segunda empresa del holding, Kraft Foods, estaba entre los grandes donantes de Clinton en la convención demócrata.

Nadie, absolutamente nadie en el sistema, pide una reforma electoral que impida a los intereses creados influir sobre la política en esa democracia que nos quieren vender como buena y universalmente válida. Ni regalada la queremos.

Nuestro vino de plátano, al decir de Martí, dista de la perfección. Le descubrimos áreas de sombra y funcionamiento defectuosos, pero nos asiste la inmensa tranquilidad de que nosotros, «vinateros», vamos en un proceso de hacer de nuestra democracia un producto perfectible y en constante desarrollo. Sin que haya megamillonarios que digan cómo hacer las cosas.

§2.-- Clinton: un alumno aventajado del quid por quo

Jorge Washington era severísimo con los demás, porque no se permitía ninguna indulgencia consigo mismo. Vivía atenido a un código moral titulado Reglas de civilidad, que los jesuitas franceses habían escrito en 1595, probablemente bebiendo de Séneca y de las virtudes morales romanas.

Muchos contemporáneos piensan que el joven abogado de Arkansas, William Clinton, hubiera tenido dificultades para regirse por las 110 reglas del código.

Empezó temprano, en 1974, cuando se postuló para representante por Arkansas, y necesitó sufragar la campaña. Su benefactor fue Tyson Foods, empresa 110 entre las 500 de Forbes, y mayor productor de pollos de EE.UU., que vende 6.000 productos alimenticios en 57 países.

Donald Tyson tiene tanto dinero --800 millones es el estimado-- como mal gusto pueblerino: su sede es una réplica de la oficina presidencial de la Casa Blanca, y además el pollero Tyson mandó a tornear los picaportes de las puertas en forma de huevo de gallina.

En el 78 --Clinton electo gobernador, el más joven de EE.UU.-- Tyson Foods empezó a pedir favores a cambio del dinero que donaba: apenas la «bicoca» de que Clinton elevara el tonelaje legal de las rastras (contenedores) de Arkansas de 73.000 libras a 80.000, para ser más competitivos que los rastreros y transportistas de otros estados. Con esas 7.000 libras de más por rastra, podrán imaginarse cómo Tyson se beneficiaba en su enorme negocio, sin mencionar alrededor de 12 millones de dólares en impuestos que Donald Tyson dejó de pagar al estado de Arkansas durante el mandato del gobernador Clinton.

En buena técnica, ahí sitúan los historiadores (Michael Kelly-The President's Past) el inicio del «aprendizaje» del futuro presidente. La cogioca. La transmutación --según un diario colombiano-- de Bill Clinton en Vil Clinton.

Esta habilidosa mezcolanza le valió la presidencia en 1992, pero también le ha enajenado sectores liberales del partido, que se sintieron traicionados al ver el sesgo conservador del nuevo presidente.

La conexión con las altas finanzas continuó siendo pública y escandalosa. Un ejemplo directo: el presidente de la banca inversionista de Nueva York, Goldman Sachs and Co. era el millonario Robert Rubin, quien dio en 1992 una contribución ilegal a Clinton de 27 mil 500 dólares. El señor Rubin es hoy ministro de Hacienda del gabinete Clinton y podría repetir si los demócratas vencen en noviembre. Goldman Sachs en Co. aparece como la compañía que más dinero ha dado a Clinton entre 1981 y 1990, incluidas las donaciones para la elección del 92, con 107 mil 850 dólares.

Pero esto es apenas lo que se ve, porque Rubin --fortuna personal calculada en 100 millones-- fue el ministro de Clinton que manejó el préstamo de 20 mil millones a México, cuando la devaluación del peso mexicano. Y no es casual, desde luego, que Goldman Sachs figurara entre los primeros inversionistas en el mercado emergente de México, a los que había que tirar un rápido salvavidas para evitar un naufragio total.

Sería lo de nunca acabar registrar los nombres de las empresas corporativas que han apoyado y continúan apoyando la reelección de William Clinton con donaciones ilegales de seis cifras o más. Por su representatividad dentro de las tecnologías de punta, dígase que prácticamente todas las gigantes de las telecomunicaciones en EE.UU. son «madrinas» de Clinton, especialmente desde diciembre del 93, cuando el vicepresidente Albert Gore anunció la total desregulación del sistema. El mismo día del anuncio, los demócratas recibieron 92 mil dólares donados por estas gigantes telefónicas. A partir del «gesto» las «madrinas» abrieron sus cofres de par en par: ATT, NYNEX, BellSouth, Bell Atlantic, Southwestern Bell, MCI, Sprint, TCI, US West. Ahora acceden al tráfico telefónico internacional sin restricciones federales.

El primero de septiembre pasado, The New York Times se preguntaba editorialmente si la inmoralidad de las grandes corporaciones dando dinero para mediatizar a los políticos en su favor, era una práctica que se mantendría. Es triste ver que las convenciones de los partidos --que ya no eligen candidatos ni debaten temas-- se reúnan tan solo para sacudir el árbol del dinero.

La respuesta al Times neoyorquino la daba Donald Tyson, aquel primer «mecenas» pecuniario de Bill Clinton:

Por favor, no quieran complicar la política. Esta siempre ha consistido en una serie de transacciones despojadas de todo sentimiento, entre quienes necesitan votos y aquellos que tienen dinero... es un mundo en el que cada quid tiene su quo.

Y todavía tienen la desvergüenza de pedir que renunciemos a nuestro modelo de democracia...

§3.-- Dole: máximo recordista de la sifarra

Roberto José Dole tiene nombre de aristócrata austríaco y alma de truhán neoyorkino. Va a estar seguramente en el libro Guinness de los récords cuando se sepa que en los últimos 23 años (sin contar lo de la actual campaña) ha levantado fondos y contribuciones por más de 47 millones de dólares.

Así de listo para el dinero ilegal ha sido el candidato presidencial republicano: 47.612.125 de dólares, sin incluir 1 millón 300 mil que cobró entre 1981 y 1983 por aparecer aquí y allá, como un «florón» ornamental, en actividades políticas y/o sociales. Como Bob Dole no es muy fluido en los micrófonos, cobraba por appearances (apariciones) y no por conferencias.

Todo lo hizo el senador de Kansas, pese a ser un «descarte» histórico del Partido Republicano: malquerido, maltratado y malpagado por los líderes a quienes Dole idolatraba, verbigratia, Richard Nixon. La cúpula republicana lo consideró siempre un pitcher «tapón», un comodín al que echar mano, pero al que no se le considera seriamente.

Robert Dole fue candidato vicepresidencial de Gerald Ford en 1976, cuando el país estaba virado «patas arriba» por el escándalo que llevó al presidente Nixon a renunciar. El sistema exigía un cambio para seguir funcionando: Nixon y su cohorte habían sido quemados, y del «bull-pen» republicano llamaban a dos apagafuegos para dar la cara: Ford, vice de Nixon y hombre de escasa sesera, y Dole, que sería vice de Ford en esas elecciones. Pero Watergate había traumatizado de tal forma al país, que el ticket demócrata de Jimmy Carter se impuso. (Por cierto, que por una de esas terribles coincidencias de la vida, Bob Dole vivía en uno de los apartamentos del edificio Watergate).

En el 80, cuando los republicanos volvieron a la carga con Ronald Reagan, el viejo actor de cine eliminó a Dole de la fórmula electoral y escogió como vice a George Bush. No era el primer malatrato: ya en el 73, Richard Nixon había sacado a Dole de la presidencia del partido, para dársela a Bush. Y en el 88, cuando Dole intenta lanzarse en las primarias, es derrotado por Bush.

Ahora, cuando corre por tercera vez en unas elecciones, se presenta tan falto de carisma como siempre.

Pero pase lo que pase, nadie niega que Robert Dole es un profesional de la sifarra política en cuanto a la colección de fondos.

No hablaré de sus diez años (1951-61) en la política local de Kansas, sino a partir de entonces, cuando entra como representante y luego senador federal (1968) y después presidente del partido (1970). El senador Dole se hizo un experto para colocarse en comisiones senatoriales que deciden cosas instrumentales para el gran capital. Y esos favores se pagan...

Una de sus luchas a brazo partido ha sido, precisamente, la de impedir cualquier reforma electoral que restrinja las contribuciones del capital corporativo a políticos y partidos. Robert Dole no tiene vocación suicida.

Veamos algunos de los favores remunerados entre Dole y sus más grandes benefactores. Ernesto y Julio Gallo Winery, de Modesto (California), es el número uno de los donantes: 381 mil dólares para la campaña, 790 mil para la Fundación Dole (entre el 81 y el 94) y otros 100 mil para la Fundación Better America, también de Dole. Total: más de un millón de dólares.

El vino Gallo ha crecido de una forma galopante de 1933 a hoy, y buena parte de esa fortuna amasada tiene que ver con la «oportuna» acción legislativa de Dole, quien por ejemplo, les ahorró a los herederos de Gallo tener que pagar 104 millones en impuestos de transferencia de propiedad. También por haberlos incluido en el programa de subsidios agrícolas, Bob Dole les ahorró casi 24 millones de dólares entre 1986 y 1994 a los vinateros californianos.

El otro caso relevante es el de Archer Daniels Midland Company, un monstruo corporativo que, entre otros, produce el 60% del alcohol etílico de EE.UU. En el 94, tuvo ventas netas por 11 mil millones de dólares y ganancias por mil millones. Su presidente, Dwayne Andreas, excede en influencia a Dole (en Washington le dicen the player, porque juega con todas las cartas), pero al senador de Kansas le place decir que Andreas es su mejor amigo: desde el 79 le ha dado 200 mil dólares en contribuciones, sin contar 275 mil a la Fundación Dole, y 500 mil que dio a la señora Dole para la Cruz Roja americana.

¿Y cómo iba a ser de otro modo, si el miembro de la Comisión de Agricultura del Senado, Robert Dole, le facilitó a Archer Daniels y al magnate Dwayne Andreas más de 425 millones en subsidios agrícolas, sin hablar de otros 134 millones en subsidios de exportación, entre 1985 y 1995? No en balde le regaló un lujoso apartamento en Sea View (Florida), valorado en 150 mil dólares, para Dole y su esposa Elizabeth.

La extensión no permite otros muchos ejemplos de estos políticos «democráticos» que quieren enseñarnos el camino. Creo que con lo escrito basta. Cosas así no las queremos.



Volver al Nº 4 de ESPAÑA ROJA