La cumbre de Isla Margarita y el derecho a una información veraz
Este número de España Roja está principalmente dedicado a problemas de América Latina.
La cultura latinoamericana (del bolero a los culebrones) se está popularizando en diversos territorios del planeta Tierra porque es posiblemente, de entre las culturas actuales, la que pone más énfasis en facetas cotidianas de la vida humana como el amor y todo lo relacionado con él.
Si, por consiguiente, en cualquier rincón de la casa común planetaria de la raza humana hay motivos para interesarse por la cultura latinoamericana --y, a través de ella, por la propia América Latina--, en nuestro caso hay razones particulares de peso mucho mayor. España tiene una población de algo menos de 40 millones de habitantes; Portugal, de unos 11 millones. México tiene cerca de 100 millones; Colombia, 40; Brasil, más de 170; Argentina, más de 35; Venezuela, unos 25; Perú, cerca de 30; Bolivia, cerca de 10; Chile, unos 16; Santo Domingo, cerca de 10; Cuba, 11 ó 12; Puerto Rico, unos 4; Guatemala, cerca de 10; El Salvador, unos 8; otros países de Centroamérica (Nicaragua, Costa Rica, Honduras, Panamá), unos 20 millones; Paraguay y Uruguay, unos 10; Ecuador, unos 12. En total, América Latina tiene unos 500 millones de seres humanos. Hay además unos 30 millones de hispanos en los EE.UU.
(Incluyendo el África Ibérica, los hispanos de EE.UU., y algunos otros territorios de habla hispano-portuguesa --como Timor y algunos enclaves residuales en las Filipinas--, habrá unos 600 millones de seres humanos de lengua iberorromance, o sea aproximadamente uno de cada nueve miembros actuales de nuestra especie.)
Así pues, por cada habitante humano de la Península Ibérica e Islas adyacentes, hay cerca de 10 habitantes de América Latina. Sólo uno de cada diez hispanohablantes vive en España, mientras que cerca de 9 de cada 10 viven en América Latina.
Nunca se lamentará lo bastante la equivocada (y miope) opción de la reaccionaria oligarquía borbónica por la unidad «europea», dando la espalda a América Latina, y aflojando, consiguientemente, los vínculos con los pueblos hermanos de allende el Atlántico, hasta el punto de imponer nuevas barreras al ingreso en España de personas de nombre y apellidos españoles, que hablan español y sólo español, al paso que se autoriza la libre entrada y radicación de personas nórdicas, que no conocen nuestro idioma y cuyos nombres nos son impronunciables, personas de cultura dispar de la nuestra.
Lejos de los propósitos de España Roja el oponernos a la libre circulación de seres humanos por el Planeta Tierra; sin embargo, de haber prioridades, habría de empezarse por conceder pleno derecho de regresar a la tierra de sus antepasados a quienes son de nuestra misma lengua, sangre y cultura.
Semanas antes de celebrarse, a comienzos de noviembre de 1997, la cumbre iberoamericana de Isla Margarita (en la República de Venezuela), tenía lugar otro encuentro del cual no se han hecho eco los medios de comunicación oligárquicos: el VII Encuentro Ecuatoriano de Filosofía, celebrado en la ciudad de Cuenca, en el austro ecuatoriano (provincia del Azuay). En ese Encuentro se debatieron, desde perspectivas filosóficas, muchos problemas de la vida colectiva del ser humano, incluyendo cuestiones candentes en el Ecuador a raíz de los acontecimientos del 5 de febrero de 1997 que, por primera vez en nuestro planeta, hicieron retroceder al BM (Banco Mundial) y al FMI (Fondo Monetario Internacional), derrotando (de momento) sus políticas neoliberales, hambreadoras de pueblos.
En ese Encuentro de filosofía se presentó una ponencia titulada «Un acercamiento lógico-filosófico a los derechos positivos» en la cual se demostraba cómo es incongruente, no ya con la ley natural, sino también con el vigente derecho internacional positivo, el no implementar políticas encaminadas a asegurar el disfrute real por la población de los derechos positivos (el derecho a tener: una vivienda digna; un empleo digno en condiciones laborales equitativas y con remuneración adecuada; atención sanitaria; acceso a la educación; etc). Tales derechos se derivan del más básico derecho, que es el derecho a vivir (a más-vivir, a mejor-vivir, o sea al bienestar). Como lo dice, en expresión inmejorable, el Preámbulo de la Constitución colombiana de 1991, trátase de asegurar a los integrantes de la sociedad `la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz'.
Si se implementara 1/10 de ese propósito, entonces ni surgirían tantos conflictos --no todos los cuales van bien encaminados ni contribuyen a resolver los problemas-- ni habría que reflejar a la realidad latinoamericana en el sombrío cuadro que --en su inigualable e insuperable estilo-- traza el escritor uruguayo (y gran defensor de los derechos humanos) Eduardo Galeano, en su artículo, aquí reproducido, «El sacrificio de la justicia en los altares del orden: los prisioneros» (tomado de la revista Utopía y Praxis Latinoamericana, Nº 1, Universidad del Zulia, Venezuela, julio-dic. de 1996, por permiso amablemente concedido por esa publicación).
Entre esos derechos positivos (cada uno de los cuales se formula mediante una locución de la forma `derecho a que haya algo así o asá', e.d. lo que en términos lógicos se llama una cuantificación existencial) está también el derecho a recibir información veraz.
El Sr. Caldera (quien llegó a la presidencia venezolana prometiendo protección a los pobres y luego se la dio a los ricos, acatando el dictado del BM y del FMI --y así machacando y acogotando a esos pobres cuya suerte desdichada le quitaba, al parecer, el sueño cuando era candidato presidencial--) quiso dejar, en su actuación como anfitrión, un recuerdo bueno en por lo menos un punto. Ocurriósele proponer en la Declaración final el derecho de cada individuo a recibir una información veraz. Si se hubiera aprobado eso, la cumbrecita --insulsa e ineficaz, como de costumbre, y según corresponde a un entramado sin organización y sin lazos económicos pactados y vinculantes-- habría servido al menos para algo, por una vez.
Mas no, claro. Se le echaron encima. La propuesta de Caldera era demasiado roja. ¿Qué es eso de que el individuo tenga derecho a recibir información veraz? ¡Vamos, hasta ahí podíamos llegar! No, no, de información veraz nada; nada de nada. Sólo tiene derecho a una información libre de censura. O sea, tiene derecho a recibir lo que --sin sujetarse a constreñimiento informativo alguno-- quieran imponerle los dueños de los medios de comunicación. O sea a la basura desinformativa; eso sí, exenta de censura.
No sólo no es lo mismo información veraz que información sin censura ni constreñimiento, sino que --en el transfondo de la oligopolización actual de los medios de comunicación-- en líneas generales cuanto más de la una, menos de la otra, y viceversa. Para que se asegure información veraz habrá que sujetar a los medios de comunicación oligopolísticos a ciertos constreñimientos; habrá que obligarlos a que no oculten ni silencien lo que afecta cotidianamente a la abrumadora mayoría de la población, y a que no se permitan hinchar y desfigurar, escandalosa y falazmente, facetas secundarias, sin que el derecho de réplica esté debidamente garantizado ni mucho menos. Habrá también que dar facilidades para que puedan prosperar los cauces de comunicación e información particulares (como el Internet), al paso que los oligarcas de los medios de comunicación (radio, prensa y TV) incitan a medidas restrictivas contra las páginas Web.
(Por nuestra parte, deseamos que los códigos penales --que prohíben expresiones de odio racial, instigación a la violencia, o cuanto sea denigrante para el ser humano-- se apliquen en el Internet lo mismo que en cualquier otro medio de comunicación.)
La soporífica cumbrecita de Isla Margarita pasará sin pena ni gloria; sólo el discurso de Fidel Castro le habrá dado una nota de animación. Por lo menos, nos ha dado ocasión de recordar algunos puntos básicos de nuestra modesta aportación, cual son: (1º) que entre los derechos positivos, cuya primacía reivindicamos, está el derecho a una información veraz; y (2º) la prioridad que para los españoles tienen los vínculos de toda índole con América Latina, y el interés prioritario de lo latinoamericano en el mundo de hoy.
Madrid, 09-11-1997