Enrique Sanz Fals <26>Nota 18_1
El New York Times publicó el 18 de agosto una noticia que ha sembrado la duda y dejado preocupados a muchos en el mundo:
Pese al fin de la guerra fría y a tratado internacional vigente, Estados Unidos continúa modernizando su armamento nuclear.
La publicación da detalles muy reveladores y peligrosos: el Pentágono --dice-- desarrolla actualmente bombas termonucleares del tipo B-61, la ojiva W-87 para los cohetes intercontinentales MX y las cabezas nucleares W-76 y W-88 de los Trident, que son lanzados desde submarinos. Añade el NYT que los científicos bélicos norteamericanos buscan nuevos detonadores para las bombas de hidrógeno, según un informe confidencial del Departamento de Energía, desclasificado en junio último.
Por su parte, el Departamento de Energía --que como todas las dependencias de la Casa Blanca acostumbra a mezclar verdades con medias verdades y algunas que otras mentirillas-- dijo que solo realiza una modernización de las ojivas para incrementar su tiempo de vida disponible.
Como se recordará, Estados Unidos insistió en la promulgación del tratado de prohibición de pruebas nucleares basado en su capacidad para desarrollar los ensayos con la moderna tecnología de que dispone, lo cual no requiere la realización real de dichas pruebas. No obstante, algunos observadores señalan que la modernización que lleva a cabo la Administración Clinton pudiera constituir una flagrante violación del tratado, firmado por Washington el pasado año y confirmado por otros 146 países.
Pero este asunto del desarrollo y modernización de armas estratégicas no es nada nuevo. El citado artículo pone énfasis en recordar cómo el documento del Departamento de Energía constituye uno de los planes oficiales de la nación para trabajar en armas nucleares y que ello «involucra a 25.OOO personas en una industria altamente secreta».
Más adelante la publicación también se refiere a un programa de «4.OOO millones de dólares al año para comprender y corregir los desperfectos que pudieran surgir en las aproximadamente 10.000 cabezas nucleares del arsenal de la nación y para asegurar que el armamento que envejece pueda funcionar en las décadas siguientes».
Un despacho reciente de AFP, por otro lado, citaba un informe publicado por el Boletín de Científicos Atómicos, en el que se reconoce que no obstante las reducciones tras la guerra fría, el arsenal norteamericano cuenta con 12.500 cabezas nucleares, además de 150 bombas tácticas B-61 desplegadas en Europa: Alemania, Gran Bretaña, Italia, Turquía, Bélgica, Holanda y Grecia.
Cada año Washington invierte fabulosas sumas de dinero en investigaciones, diseño y en poner a punto nuevos sistemas para sus arsenales bélicos. Los gastos de defensa de Estados Unidos desde el llamado fin de la guerra fría, por ejemplo, excedieron los del total de las 13 naciones juntas, que le siguen en la lista de grandes compradores de armas.
El actual presupuesto de defensa de EE.UU. --que vence el 30 de septiembre próximo-- es superior a los 245.OOO millones de dólares --1.300 millones de dólares más respecto al año fiscal precedente-, de los cuales unos 9.000 millones se destinan a la compra (aviones, buques y submarinos) e investigación de nuevas armas, y de ellos 325 millones para un programa que desarrolla un sistema de defensa antiaérea.
Además, los desembolsos militares de Estados Unidos y de los otros países de la OTAN son hoy más de 10 veces mayores que el nivel que alcanzaron las naciones del desaparecido Pacto de Varsovia.
Y si de armas convencionales se trata, valdría este ejemplo:
Hace unos meses la Fuerza Aérea norteamericana dijo que esa arma probó con éxito una bomba de gran precisión destinada a los superbombarderos B-2, con capacidad para atacar objetivos en cualquier parte del mundo, de día o de noche, independientemente de las condiciones meteorológicas existentes, entre otras ventajas, que la hacen superior a otras.
Fuentes de la Fuerza Aérea indicaron que el nuevo sistema dotará a los bombarderos B-2 de una precisión sin precedentes, superior a las bombas guiadas por láser utilizadas durante la guerra del Golfo, en 1991. El nuevo artefacto bélico efectuará la misma función que los misiles Crucero, con la diferencia de que su costo es diez veces inferior.
Luego de estos datos --por supuesto hay muchos más-- de cómo Estados Unidos se rearma y moderniza sus arsenales, cabe preguntarse: si ya hace años terminó la guerra fría y no existen la URSS, ni el Tratado de Varsovia, ni el diferendo Este-Oeste y otras supuestas amenazas bélicas, ¿para qué entonces necesita Washington nuevas y ultramodernas armas de exterminio masivo? ¿A quién le teme ahora?
¿Qué amenaza ahora verdaderamente su seguridad? ¿Acaso será el descontento dentro de sus propias fronteras?, ¿o la violencia en sus calles?, ¿o la falta de asistencia adecuada a las minorías negras, latinas y a los inmigrantes en general?, ¿o a la conmoción que todos estos males juntos pudieran desencadenar?
¿O tal vez lo que la Administración Clinton quiera ahora es liquidar el hambre y la pobreza en el mundo con bombas sofisticadas?
Pero, claro, nadie los amenaza, ni mucho menos. Ellos verdaderamente lo que buscan por todos los medios posibles es alcanzar un poderío tal que deje bien atrás en el camino a todos sus posibles competidores y erigirse realmente en el gendarme internacional que siempre han pretendido ser y tener una hegemonía total para poder dominar a sus anchas a este mundo unipolar a las puertas ya del tercer milenio.
Para ello el señor Clinton no repararía en violar cualquier tratado internacional.