CRÍTICOS EN CC.OO.
por Ramón Cánovas

El sector crítico en CC.OO. empieza a tomar cuerpo después de la huelga general del 27-Enero-94. Cuando todos los sectores de la izquierda real estaban por un mantenimiento de la presión sobre el gobierno del PSOE, la dirección de CC.OO. y UGT apuestan porque las posiciones se defiendan convenio a convenio.

Lo que en la práctica significó la desmovilización casi absoluta. Un año después la Plataforma Cívica convocó un acto en la Puerta del Sol, recordando que los motivos que hicieron posible la huelga del 94 (contratos basura) seguían vigentes. Las direcciones sindicales de CC.OO. y UGT se opusieron hablando de injerencias en el mundo laboral.

Después vendría el comunicado del «sosiego». Ante las críticas a la dirección sindical que le vienen de IU, el SG de CC.OO. contesta descalificando y hablando de injerencias e independencia sindical. La pinza: medios de comunicación, futura NI, PSOE y direcciones sindicales se ceban sobre el Coordinador General de IU.

El 6º congreso confederal de CC.OO. en el 96, se cierra con el triunfo de las posiciones conservadoras que representa Antonio Gutiérrez y que venían detectándose desde el 94. Con el 65% del sector oficialista se destapa la cara un sindicalismo en el que prima la negociación por la negociación en detrimento de la negociación-reivindicación.

El aparato se centraliza, las secciones pierden participación y las ejecutivas que en principio son proporcionales, de hecho se convierten en mayoritarias. De tal forma que nadie que no sea afín a la dirección obtiene responsabilidad; e incluso, a veces, cuesta acceder a los documentos.

Después del triunfo electoral del PP en el 96, está claro el giro sindical de CC.OO. en favor de la socialdemocracia que nos ha gobernado durante catorce años impulsando la liquidación de los derechos laborales. A su vez se produce el intento de aniquilamiento del único grupo al que se le puede llamar de izquierda con representación parlamentaria: IU.

En este ambiente, se va conformando dentro de CC.OO. un sector crítico muy ligado a las posiciones mayoritarias de IU y opuestos a los grandes acuerdos de los últimos años: Acuerdo sobre pensiones-96, reforma laboral-97 y Estatuto de la Función Pública. En todos los casos la democracia interna ha brillado por su ausencia y, en los dos últimos acuerdos, ni siquiera se han atrevido a explicarlos en asambleas a delegados y afiliados.

Hasta aquí una exposición concreta de los hechos. La pregunta sería: ¿se puede cambiar la correlación de fuerzas en CC.OO.? ¿hace el sector crítico lo suficiente para que eso sea posible? Uno de los primeros errores que cometen los críticos es lanzarse a la creación de una fundación (FID) que en teoría debía servir como foro de debate y articulación de oposición a la línea conservadora de las direcciones sindicales mayoritarias.

Se dejó caer la Plataforma Cívica y la fundación, excepto su puesta en escena en diciembre del 96, poco más ha hecho. No se termina de saber por qué, pero la fundación no tiene la dinámica que muchos esperaban y, por otro lado, la Plataforma Cívica podría haber jugado el papel de punto de encuentro entre las fuerzas opositoras al mundo conservador representado por los que pactaron y votaron en el parlamento la última reforma laboral: CC.OO., UGT, PP, PSOE, NI y nacionalismos conservadores.

A lo largo del 97 y en vista de que el sector crítico va a menos por abandonos, deserciones, expulsiones, pérdidas de horas sindicales, ausencia de debate interno, escasa participación, democracia restringida y un sinfín de manejos que el aparato posibilita al poder, se abrió un debate de críticos en la administración pública (no sé si también en el resto de ramas) sobre la estrategia a seguir.

Se decantaron tres posiciones:

1ª)- Seguir en CC.OO. haciendo una leal oposición dentro de los estatutos.

2ª)- Seguir en CC.OO. haciendo públicas las posiciones a riesgo de bordear los estatutos.

3ª)- Salirse de CC.OO. e ir a la constitución de una nueva organización sindical. Esta última posición, de la que personalmente soy partidario, partía del siguiente análisis: Con el actual estado de cosas es imposible cambiar la correlación de fuerzas: ausencia de debate y participación interna e incapacidad de dar a conocer críticas y alternativas más allá de El Viejo Topo. Lo que nos condena a una desaparición lenta y progresiva.

Mientras que apostar por la ruptura y creación de un nuevo sindicato tiene un riesgo, pero conlleva la esperanza del triunfo. Con el abandono de golpe de un 30% del sindicato, e incluso federaciones mayoritarias, el actual mapa sindical saltaría en pedazos. Dejaría a éste en minoría con respecto a UGT, lo que modificaría la representación sindical y las subvenciones.

Inevitablemente, el sector oficialista se tendría que echar en manos de UGT, lo que les traería problemas de luchas internas entre ambos aparatos y más de un delegado se encontaría con su enemigo en el mismo bando. No podemos olvidar que de lo último que se desprende una organización es de la bandera (la iglesia con Jesús el pobre, el PSOE con la «O» de obrero).

Mientras que la creación, organización y primer congreso del nuevo sindicato, daría un dinamismo a todo el campo de la izquierda. Esta posición era la más minoritaria, pero pienso que el tiempo me está dando la razón. Cada vez a los críticos se les oye menos y ni siquiera estamos siendo capaces de que se conozcan en el interior nuestras objeciones y alternativas al Estatuto de la Función Pública.

Por otro lado, dado que el sector no tiene una organización estable y representativa por la que los participantes se obliguen moralmente a aceptar votaciones, cada cual, además de defender sus posiciones hace lo que cree conveniente (no son vinculantes), por lo que se constata un creciente enfrentamiento personal entre miembros del sector y una continua desorganización.

El voluntarismo está supliendo la línea organizativa. También existe un amplio sector economicista que no se dedica más que a problemas de acuerdos y convenios de la rama.

Hasta ahora ha sido imposible debatir en el sector si veíamos o no pertinente el apoyar el manifiesto «Por una salida dialogada al conflicto Vasco». Lo mismo está ocurriendo con un acto que se propuso hacer en defensa del juez Joaquín Navarro, que activamente participó en la presentación de la FID. Apenas se hizo nada contra la reforma laboral-97 y menos se está haciendo con el Estatuto de la Función Pública. Con este inmovilismo, resignación y apatía es imposible que algo cambie.

La esperanza es que a fuerza de críticas y con el apoyo de organizaciones externas: IU, CGT, CNT, marxistas extraparlamentarios, etc. se vaya configurando un movimiento social que frene la involución conservadora que desde principios de los noventa tenemos instalado en el Estado Español.


PROFUNDIZANDO EN EL 20 DE JUNIO. (Críticos CC.OO.)

Ramón CánovasNOTA6_1

La situación sociopolítica desde una perspectiva de clase obrera dificilmente puede ser peor.

La justicia, en la cúspide, está convertida en un campo de batalla político (PP-PSOE) mientras que, por abajo, los colectivos más débiles (mujer, asalariados) siguen padeciendo la lentitud, la burocracia y la falta de medios.

Tenemos una administración pública, que en veinte años no ha sido capaz de democratizarse y la corrupción personal a todos los niveles (favoritismo, clientelismo) está a la orden del día, con bastante complicidad de los llamados sindicatos de clase.

El proyecto de ley del Estatuto de la Función Pública, negociado por CC.OO., UGT y CSIF, no perfila una administración democrática e incide en la continuidad de lo que hay.

La situación del mundo del trabajo difícilmente puede ser peor: ETT; alto porcentaje de rotación y contratación en precario; y una desregulación salvaje sobre flexibilidad laboral, que deja al asalariado a merced del empresario, sobre todo en la pequeña y mediana empresa. Y todo ello, está incidiendo en el incremento de accidentes laborales.

Si no fuera porque hay elecciones cada cuatro años, cualquiera podría pensar que este cuadro corresponde a una dictadura militar de derechas.

¿Qué instrumentos de defensa tenemos los asalariados? Una CNT que apenas puede juntar a 500 personas en sus primeros de Mayo; una CGT con algo más de presencia y unos Críticos en CC.OO., que no terminan de levantar cabeza.

La FID no está sirviendo de instrumento de debate y propuestas y no se es capaz de dar a conocer las posiciones, ni siquiera en nuestro entorno (Reforma Laboral-97 y Estatuto de la Función Pública).

Por no hablar de la cuestión nacionalista, que ya nos parece cosa de otra galaxia. Nuestra posición en las 35 horas por ley es lo que más se ha dado a conocer. A esto le añadimos que los dos grandes sindicatos en afiliación son dos aparatos burocráticos, poco democráticos y menos participativos; lo que vulgarmente se llama: Sindicato Vertical.

El auge del pensamiento conservador y reaccionario ha avanzado en las filas de las organizaciones obreras.

Se aproximan las elecciones sindicales y cada cual hará lo que le parezca, habiendo de todo en la viña del señor: Los que ya no pueden representar a CC.OO.; los que abandonarán o se presentarán con otras siglas (CGT); los que pretenden continuar desde las secciones; y los que aún gastarán un último cartucho presentándose en las listas oficiales.

Pero antes tenemos la convocatoria del 14 de Diciembre con IU y CGT. Si ésta cumple las expectativas, puede ser un revulsivo para muchos.

Y para ello no debe ser una repetición del 20-Junio, sino que ésta debe suponer un paso más en la construcción de un programa alternativo.

La socialdemocracia (PSOE), que tan nefastamente nos ha gobernado durante catorce años, está reconstruyendo un frente con el PDNI y las direcciones de CC.OO. y UGT. Éste se materializa en los manifiestos contra el IRPF y el que se prepara con cuadros de sindicalistas.

Lo que nos espera con estos viejos renovados va en la línea de la reforma laboral y del Estatuto de la Función Pública. Este hecho va a terminar de abrir los ojos a bastantes delegados y cuadros medios; pues van a ver a su sindicato pidiendo el voto para los que durante catorce años fueron sus enemigos.

La izquierda debe seguir y profundizar en el camino que se abrió el 20-Junio. Esto es, construyendo un programa que represente los intereses de las capas populares; y por ello la convocatoria del día 14 debe ir más allá de las 35 horas por ley:

Contra el IRPF; abolición de ETT; reforma del Estatuto de los Trabajadores para la abolición del Despido Libre, o Despido Improcedente; contra las privatizaciones y reforma de la Administración Pública.

En los primeros meses del 99 habría que volver otra vez a la calle ampliando el programa que ya tocaría a la Constitución. Si desde el campo de un sector de la burguesía se está poniendo en cuestión un determinado aspecto de la Carta Magna, desde los intereses populares también tenemos temas que poner en discusión; tales como: la Corona y la religión.

La Autodeterminación para todas las comunidades ya se contempla en el programa de IU.

Reforma de la corona en dos aspectos:

1ª)- Eliminación de la ascendencia masculina. (art. 57,1).

2ª)- Eliminación de la irresponsabilidad real (art. 56,3). Son varias las ocasiones en las que el rey se ha posicionado partidistamente: En el incumplimiento del referéndum sobre la OTAN, en el tema Maastricht y en la reforma Constitucional. El rey, como todo ser humano, debe tener responsabilidades en el ejercicio de sus funciones y, en casos como los mencionados, se le deberían poder hacer desde el Parlamento amonestaciones y mociones de censura. Esta sería también una forma de abrir el melón de la monarquía.

Eliminación de la mención a la religión (art. 27,3). Veinte años han sido suficientes para que se profundice en la independencia económica de la iglesia católica. También se debe sustituir la enseñanza religiosa por la Historia de las religiones.

Esto, unido con los 11 puntos que IU tiene confeccionados, sería un programa capaz de movilizar y ser apoyado por toda la izquierda; desde el marxismo extraparlamentario al anarcosindicalismo. Porque junta dos aspectos esenciales: La posibilidad de llevarlo a cabo y la radicalidad que todo proyecto transformador necesita para aunar voluntades. Si la empresa nos parece atractiva, sólo nos queda trabajar por ella.

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