Editorial:
Nuevo crimen monstruoso del imperialismo yanqui
I. Circular electrónica de ESPAÑA ROJA, 17-12-1998
La antinacional monarquía borbónica, al festejar (que eso es lo que ha hecho) el centenario de la criminal agresión del imperialismo yanqui contra España (en la cual los voraces expansionistas norteamericanos se adueñaron por la fuerza de la mitad del territorio del estado español) no se sonroja en respaldar, abiertamente, la nueva agresión asesina del imperialismo yanqui, el ataque contra el hermano pueblo iraquí.
No es casual que la camarilla borbónica respalde este nuevo crimen, igual que respaldó la agresión de 1991 contra el pueblo iraquí que defendía la integridad de su territorio histórico.
Todos están al tanto de la sumisión lacayuna, servil, ignominiosa de la antipatriótica oligarquía borbónica (que ni siquiera toma en consideración un factor que le ha de parecerle baladí, pero que no lo es: la gente sabe que el imperialismo yanqui es el enemigo histórico de España).
A la vez las autoridades y fuerzas represivas borbónicas perpetran en Andalucía una operación brutal de acoso contra los inmigrantes árabes (p.ej. los apaleamientos del Ejido y de Balanegra en la provincia de Almería --este último contra el marroquí Mjahid Dehimin). Es curiosa la coincidencia. Tanto el ataque antiiraquí de los amos yanquis como las acciones de hostigamiento de sus lacayos borbónicos van enfilados contra gente pobre de la nación árabe.
Muchísimos inocentes siguen siendo en el planeta matados, tullidos, lisiados, gravemente heridos; muchísimas familias destrozadas, muchísimos niños dejados huérfanos; todo por la alevosa agresión de quien se parapeta en la aplastante superioridad de su fuerza bruta, de su poderío industrial y militar; de quien se erige en juez y parte y amenaza a los gobiernos que no le gustan con apretar, cuando le dé la gana, el gatillo de los misiles y bombarderos que sembrarán la muerte, la desolación, el llanto y el sufrimiento masivo sobre las poblaciones civiles.
Richard Butler, el procónsul yanqui en Bagdad, ha venido desplegando todo tipo de bravuconerías, provocaciones, humillaciones contra el pueblo iraquí para propiciar un ataque bien preparado. Se presentan a cualquier hora, del día o de la noche, en cualquier local público o privado; hostigan a los empleados civiles; mostrando su brutal racismo antisemita, los someten a un trato bochornoso, como a parias de un pueblo inferior y subyugado; registran cualquier papel o efecto, y se apoderan de él, aunque nada tenga que ver con lo que dicen buscar y que jamás han hallado.
Pero eso que no han hallado 8 años de brutal inspección lo tenían, al parecer, bien ubicado los asesinos en masa de la Casa Blanca y del Pentágono, puesto que dicen hoy (17-12-1998) que los primeros misiles lanzados apuntan a esas instalaciones.
Más allá de esos detalles (y de que los medios de incomunicación burgueses no pueden ser tan estúpidos y obtusos como para no darse cuenta de eso), está el hecho de que se impone sólo al Iraq, por haber defendido su territorio nacional histórico, un desarme total y humillante; al paso que el imperialismo yanqui y sus aliados pueden tener miles y miles de bombas de hidrógeno, y una cantidad incalculable de armamento químico y biológico (y recordemos lo que aquí se atribuyó al aceite de colza, y que muchos han asociado a experimentos de guerra biológica yanquis).
O sea sólo pueden incrementar infinitamente su poderío destructor los agresores que, en los últimos cien años, se han apoderado por la violencia de países que nada tenían que ver con ellos y que estaban a miles de Kms de distancia de su territorio; y sólo se impone el desarme y la inspección a quienes se han limitado a reclamar lo que cualquier sentido de equidad y de justicia hace reconocer que es suyo.
Este nuevo ataque no está desligado del apoyo abierto de Washington --con dinero y posiblemente armas-- a la oposición iraquí, recientemente reunida en Londres. Cuando el imperialismo yanqui quiere liquidar a alguien que le ha hecho frente en algo, no repara en medios. Guerra total de exterminio.
Todavía estamos esperando que se despierten los llamados defensores de los derechos humanos para decir algo sobre las víctimas del reciente bombardeo yanqui en Jartún: un funcionario en la Casa Blanca tiene una hoja en la que --según informaciones de buena tinta que sólo él conoce y que no se revelarán en público-- hay en tal lugar de Jartún una fábrica de armamentos «potencial»; se destruye la fábrica, mueren los obreros, quedan huérfanos sus hijos, se siembra el sufrimiento; y resulta que era una fábrica de medicamentos.
¿Qué pasaría si el equivalente de eso sucediera en el orden interno, entre particulares de un estado? ¿Es eso, típico de la pesadilla brutal de los Westerns, lo que se ha dado en llamar `orden internacional' y `derecho internacional'?
¡Ah, y el que calla es cómplice!
II. Consideraciones Complementarias, 03-01-1999
(Respuesta a algunas objeciones)
Muchos han sido los comentarios que nos han llegado a las líneas que anteceden y que hicimos circular en las primeras horas que siguieron al sanguinario ataque aéreo del imperialismo yanqui contra el pueblo iraquí. Algunos nos han agradecido nuestra rápida toma de posición. No han faltado las voces críticas, en general emanadas de una buena intención, pero que así y todo expresaban discrepancias con nuestros puntos de vista.
Nos parece de perlas que se discrepe de nuestras opiniones, y agradecemos de veras, muy sinceramente, esas críticas. Las agradecemos más que los elogios --aunque naturalmente éstos nos halagan y nos dan una inyección de optimismo para nuestra labor, a menudo dura y a las veces un poquillo ingrata.
Lo más positivo y saludable de las críticas es que nos ayudan a pensar más a fondo en los problemas. Y, junto con las críticas, los consejos. Así, un amable corresponsal nos aconseja que reflexionemos con mayor hondura en lo del 98, porque nuestras opiniones le semejan ser superficiales. ¡Dicho y hecho! (Aunque en verdad llevamos muchos años reflexionando en lo del 98. ¡Vamos! Desde que uno tiene uso de razón oyó hablar de lo del 98, del regeneracionismo, y empezó a reflexionar sobre eso con la hondura de que es capaz.)
Prometemos para el próximo número un artículo más pormenorizado acerca de la guerra hispano-norteamericana de 1898, en el cual tomaremos en consideración fuentes españolas, cubanas y estadounidenses. Será un mentís (e implícitamente una denuncia) de la versión proyanqui de la TV borbónica en su serie dizque objetiva sobre el centenario. Pseudoobjetividad que hasta escamotea que se trató de una agresión de los EE.UU, que España fue la agredida, que, desde un punto de vista estrictamente jurídico, de derecho internacional, no hacía más que defenderse de un ataque extranjero no provocado y defender su territorio nacional; todo eso o lo ocultan o casi lo pasan por alto los elaboradores de esa serie descaradamente proyanqui y falseadora de la verdad histórica; no es de extrañar que, con versiones así, haya gente confundida. Si la versión española oficial de hoy es tan ensalzadora de la agresión estadounidense contra España, ¿quién quedará para contar la verdad?
Y es que a la camarilla borbónica le importa tanto el respaldo del imperialismo yanqui, es tan vital para ella ese sostén, que, puestos a algo, prefiere salir ella misma mal parada (aun tratando de atenuar su propia responsabilidad en el desastre del 98) con tal de que salga airoso el imperialismo yanqui, con tal de que ese imperialismo resulte embellecido y que no se pongan al desnudo sus verdaderos motivos de dominación brutal y de ambición expansionista.
De los comentarios críticos que hemos recibido sacamos dos objeciones. Vamos a refutarlas, mas no sin reiterar nuestra gratitud porque se nos hayan dirigido tales observaciones.
1ª OBJECIÓN.-- No hemos dicho ni una palabra contra Sadán Juseín, lo cual equivale a ponerlo bien. Hay que acompañar a cualquier condena que se haga de la agresión estadounidense contra el pueblo iraquí un ataque verbal contra el tirano Sadán Juseín y una denuncia de su represión contra la minoría curda del norte del Irak.
RESPUESTA: ESPAÑA ROJA no tiene corresponsales sobre el terreno para poder investigar qué sea verdad y qué sea falso sobre el régimen de Sadán Juseín. No nos fiamos nada de lo que dicen la prensa y propaganda enemigas (incluidas la prensa, radio y TV borbónicas). En lo tocante al Irak han acudido a la mentira más desvergonzada, como lo de la famosa incubadora en Kuwait, cuando en 1990 incorporaron a esa parte histórica del territorio iraquí. Las investigaciones de Serge Thion que hemos desplegado en nuestra biblioteca Juan de Mariana han puesto al desnudo varias de las mentiras de la propaganda imperialista occidental.NOTA 1_1
En general tenemos poca fe en lo que dicen los medios de propaganda y desinformación burgueses. Hay unas pautas metodológicas que seguimos para filtrar lo que nos dicen; son, eso sí, precarias, falibles, en gran medida meramente aproximativas y menesterosas de rectificaciones un poco ad hoc.
En principio, no creemos nada cuando sabemos que tienen motivos para hacernos creer lo que dicen si no nos dan ningún dato concreto, sino que sólo formulan sus alegaciones de manera vaga o general; excepcionalmente, sin embargo, ponemos en suspenso la regla anterior si al menos remiten a algún testigo concreto u otro elemento de evidencia precisa (que se pueda consultar eventualmente).
Tendemos, en cambio, a creer aquello que tienen interés en que no creamos y que dicen sólo excepcionalmente, una vez de pasada --como que se les hubiera escapado o se hubieran ido de la lengua. Damos una creencia de algún grado, mayor o menor, cuando repiten las mismas alegaciones varias fuentes (si tenemos indicios de que sean independientes), aduciendo datos concretos, testimonios, o al menos la autoridad de estudiosos (particularmente historiadores) que parezcan ostentar credenciales académicas serias.
También tomamos más en consideración (pareciéndonos más fiable o fehaciente) una información de alguien que ha dado muestras de objetividad en el pasado, p.ej. sosteniendo tesis que sabemos son desagradables para el establishment de los medios de comunicación y que no favorecen sus intereses.
De lo que más desconfiamos es de las cifras lanzadas a voleo o a bulto, que unos gacetilleros repiten habiéndolas oído de labios de otros y que no pocas veces tienen menos valor que el más despreciable bulo. Sabemos que carecen de base objetiva el 90% de las cifras que se lanzan al buen tuntún. (Eso para lo bueno y para lo malo; para lo que nos favorece y para lo que nos desfavorece.) Para que otorguemos verosimilitud a una cifra, ha de estar avalada por algún estudio estadístico. Claro que luego habrá que ponderar el valor de tal estudio y contrastar el resultado con otros datos.
Hay grados dentro del amplio campo de lo que colocamos entre signos de interrogación y que tendemos a no creer. Sabemos que hay temas más sensibles, más vitales para las aventuras bélicas, agresivas y dominadoras del imperialismo; en esos temas, además, dos fuentes nos revelan hasta qué punto acuden a la falsificación: (1ª) la inducción (muchas pseudoinformaciones sobre esos temas acaban siendo vergonzantemente desmentidas; otras veces nos llegan, por una casualidad, datos independientes que las refutan); y (2ª) las escaísimas briznas de evidencia directa que ocasionalmente se les escapan (y que sólo podemos captar desplegando una ávida escucha de cuanto dicen, aunque pagando el precio de empacharnos con su propaganda) acerca de cómo imponen, en esos temas, una censura de hierro entre sus gacetilleros, cómo acuden a la corrupción y al soborno.
El tema más vital de ésos en los últimos lustros es el de Irak. Hemos tenido conocimiento (por una confidencia que recogió el malogrado y benemérito catedrático de lógica de la Universidad del País Vasco, D. Miguel Sánchez-Mazas Ferlosio) de cómo impusieron --incluso en Suiza (que no ha participado en la guerra dizque aliada contra el Irak)-- un control brutal en los medios de comunicación a raíz de la crisis del Golfo Pérsico del verano de 1990, procediendo a una purga de elementos menos dóciles y a todo tipo de intimidaciones para que a ningún periodista se le escapara nada que se apartara de la versión yanqui. También supimos (se les escapó decirlo una vez, y han tenido buen cuidado de no repetirlo) que altos personeros de la administración española, con motivo de esa crisis y de la guerra antiiraquí, llegaron a los locales de la prensa con maletines repletos de dinero que repartieron a espuertas. Y sabemos todo lo que ha gastado la casa real (o emiral) de los AsSabah, en parte para sobornar a los medios de comunicación, que ya les son propicios.
Tampoco podemos tener mucha confianza en lo que diga una organización como Amnesty International. Excede el límite de este artículo estudiar su veracidad, sus orígenes, su orientación. Hay de nuevo, de entre lo que dice esa organización, temas en los que sabemos que es más verídica, porque son cosas que dice para compensar o equilibrar, y así dar al conjunto de sus informes una apariencia de objetividad. En otros temas (de nuevo los vitales para el establishment) nos da la impresión (confirmada por datos) de que no hace sino sumarse a la opinión establecida, decir lo que quieren oír los que mandan.NOTA 1_2
Tomamos todo eso en consideración para formarnos (o para no formarnos) una opinión; tratamos, a tenor de esos criterios, ponderados, de ser prudentes en nuestras afirmaciones cuando no tenemos evidencias más o menos directas ni testimonios de personas que nos inspiren confianza (que es casi siempre).
En muchísimos casos, preferimos suspender nuestro juicio sobre cuál sea la verdad al respecto. Al fin y al cabo la verdad que puede uno conocer es poquísima en comparación con todo lo que no podrá conocer jamás. Y reconocer que uno no sabe vale más que fundar en un pseudoconocimiento irresponsable (carente de la adecuada evidencia) un posicionamiento que puede ser injusto, gravemente injusto.
(¿Son desacertadas nuestras pautas metodológicas? ¿Hay otras mejores? ¿Tiene alguien algo mejor que ofrecer? Pues, ¡encantados de aprender y de rectificar, en cuanto ese alguien nos comunique sus pautas y nos dé argumentos a favor de su aceptación! Entre tanto, por lo menos que cada uno explicite cuáles son sus pautas, para poder ver si el origen de las discrepancias es metodológico, ¿verdad?)
Y con arreglo a esas pautas, éste es el día que no sabemos casi nada del régimen iraquí en lo interior (o sólo sabemos muy poco). Tantas y tantas monsergas manidas y repetidas hasta la náusea, y ningún dato concreto, salvo los que sabemos eran falsos (como lo de la incubadora o el lanzamiento de gases venenosos contra la población civil en la región curda).
Pero es que para que una guerra se justifique acudimos a los criterios de nuestros mejores estudiosos del siglo de oro: el P. Francisco de Vitoria, O.P., el P. Francisco Suárez, S.I., y tantos otros; sus tesis fueron luego desarrolladas por el gran filósofo del derecho Grocio, creador del moderno derecho de guerra.
Para que sea justificada una guerra en virtud de la barbarie o tiranía del gobernante contra el que se lanza la guerra son menester varias condiciones: (1ª) que la barbarie de su dominación sea tal que no haya bajo su poder ninguna vida civilizada ni ningún mínimo de orden público o sistema normativo mínimamente tolerable; (2ª) que no se pueda enmendar de ningún otro modo; (3ª) que haya perspectivas razonables de acabar con ese mal por los medios bélicos que se emplean; (4ª) que no se vayan a seguir del empleo de esos medios males mayores; (5ª) que la guerra se haga sólo por eso; (6ª) que esa guerra se lleve a cabo con prudencia, mesura y sin causar víctimas inocentes (o sólo aquellas que sean totalmente inevitables).
No se da aquí ninguna de las seis condiciones. Lejos de nosotros sumarnos al coro de quienes piden a los EE.UU que lancen contra el Irak un ataque militar de tal envergadura que ocupen el territorio, derriben a Sadán Juseín e implanten un régimen dizque democrático (que sería, claro, el poder de las marionetas procolonialistas de siempre: la vieja nobleza feudal, los restos de la dinastía hachemita derrocada en julio de 1958, los integristas mahometanos y sus socios, por otra parte gentes hoy a sueldo del imperialismo yanqui y del británico).
No queremos que haya una guerra de grandes proporciones que mate a decenas o cientos de miles de personas y que se salde en el oprobio de esa infamante ocupación del territorio mesopotamio por los colonialistas yanqui-británicos.
Mas es un hecho que los bombardeos dejan intacto el régimen; es más, si por un lado lo debilitan (porque se está diciendo a la población iraquí que no se la dejará vivir en paz, que se destruirá desde el aire todo lo que haga para reconstruir el país, que cada vez que reconstruya sus hospitales, centrales eléctricas, fábricas textiles, acueductos, etc, eso será destruido por las bombas yanquis mientras siga en el poder Sadán Juseín), por otro lado Sadán Juseín, en un sentido, sale reforzado, porque es muy difícil a un iraquí no apoyar a su gobernante cuando el enemigo trata al país así y quiere imponer por esos medios un cambio de régimen.
Es más, los iraquíes se dirán que, si así es, será que ese régimen hace daño a los enemigos del Irak, que defiende los intereses del país frente a la prepotencia occidental, frente a los colonialistas de siempre, enemigos perennes de los intereses nacionales del pueblo iraquí.
Mas, sobre todo, como el fin no justifica los medios, aunque no fuera verdad lo que acabamos de señalar (y para convencernos de que no es verdad necesitamos argumentos y datos), el hecho es que de la agresión yanqui-británica contra el pueblo iraquí se siguen males mayores.
Es más, supongamos que lanzan un ataque terrestre, envían a cientos de miles de soldados y, al precio de una carnicería horrible contra los iraquíes, conquistan su territorio e imponen en Bagdad el poder de la oposición. Pues bien, ¿cuál es esa oposición? Un amasijo heteróclito de monárquicos, fundamentalistas mahometanos, neoliberales y otras hierbas, amasijo en el cual un grupo autodenominado `partido comunista iraquí' juega el triste papel de comparsa; sin contar los líderes secesionistas curdos, que han apuñalado por la espalda a sus hermanos de sangre del Curdistán turco para congraciarse al feroz y cruel régimen de Ankara.
(Queremos que se solventen y satisfagan pacíficamente los agravios de los curdos iraquíes; mas es muy dudoso que quepa razonablemente favorecer una secesión que ni siquiera tiene precedente histórico, ya que jamás ha habido, que sepamos, un estado curdo independiente, ni ganaría nadie con la formación de ese estado, que sólo encendería nuevas guerras en una región que ya ha sufrido demasiadas.)
Mas lo principal es que falla la primera condición. Como lo recalcó, en particular, el P. Vitoria, para que la tiranía de un gobernante justifique hacerle la guerra ha de ejercer un poder que no permita ningún género de vida civilizada; ha de tratarse de una situación extrema de permanente y generalizada carnicería en la cual la gente no disfrute de las ventajas de la vida social; ya que sólo casos así, en los que no hay ni por asomo vida social regulada, en los que impera el desorden, la arbitrariedad total, el atropello sistemático, la ausencia de las ventajas de la civilización, sólo casos así pueden justificar una guerra, dado que la guerra acarrea siempre terribles destrozos, sufrimientos, muertes, y peor que muertes: muchos individuos que quedan tullidos, lisiados, prolongando hasta su muerte una agonía peor que la muerte.
Es ésa la razón por la que nuestros grandes clásicos jurídicos del siglo de oro reservaron la licitud de la intervención armada por causa de mal régimen interior del estado intervenido a situaciones en las que no hubiera ni siquiera un mínimo de civilización, rechazando, por consiguiente, que encontrara justificación sobre tal base la agresión española contra los reinos azteca e inca. Ni siquiera los sacrificios humanos o la antropofagia justifican eso, allí donde hay ciudades, foros, templos, mercados o zocos, industrias, administración de justicia, obras públicas, un cierto orden público, una vida comercial y cultural.NOTA 1_3
Es posible que uno de los raros casos contemporáneos que hayan rozado con algo tan extremo haya sido la tiranía de Duvalier en Haití, que produjo una terrible involución justamente en esos aspectos recién enumerados.NOTA 1_4 Otro parecido es el de Pol Pot en Camboya (justificando, en la medida en que así sea, la intervención vietnamita de enero de 1979 --la cual, bien preparada, con amplísimo apoyo local de las masas populares, sin recurrir jamás ni a bombardeos ni a ningún modo de guerra cruel, sin victimizar a la población civil, salvó las vidas de muchos millares de camboyanos y fue masivamente bien acogida por la población de Camboya: era una intervención fraternal, la de un amigo y vecino, no la de un enemigo altanero, sojuzgador y lejano).NOTA 1_5
No es eso lo que pasa en el Irak. Si el régimen iraquí es mejor o peor que otros del Oriente Medio es un asunto difícil de determinar. Hasta donde sabemos --y juzgando por datos que publicó en su día el Comité de Solidaridad con la Causa Árabe-- ese régimen hizo, al menos en el pasado, mucho más que ninguno de sus vecinos por el respeto de los derechos sociales o positivos --que son también derechos humanos, tanto como los negativos o más. Y en lo tocante a emancipación de la mujer, establecimiento de una sociedad civil, laica y moderna, o acceso a la instrucción, parece ser infinitamente mejor, o menos malo, que las petromonarquías proyanquis como Bahreim, Kuvait, Arabia Saudí, etc; mejor, o menos malo, que Siria, Egipto, el Yemen y otras repúblicas más o menos prooccidentales; mejor, o menos malo, que el régimen islamista del Irán o que el régimen brutal de Turquía.
Ni que sepamos es ese régimen peor --en lo tocante a respeto de derechos humanos-- que la mayoría de los estados del planeta. Cierto que no parece haber allí libertad de asociación ni de disidencia política. Mas son contados los países donde la hay. Y, en cualquier caso, ése es uno de los derechos humanos. Un balance requeriría tomar en consideración todos así como el grado de respeto o de violación. Seguramente se han llevado la palma las dictaduras que han contado con la aquiescencia de Washington, o que se impusieron por los manejos de la CIA o la intervención armada estadounidense (Indonesia, Nigeria, el derrocado régimen de Mobutu, Kenya, los regímenes militares de Argentina y Chile, Marruecos, Kuwait, Arabia Saudí, Pakistán, ...)
¿Estamos equivocados? ¡Demuéstresenos con datos y evidencias, con testimonios contrastados! No lo vamos a creer por fe ni porque nos inspire confianza una oposición corrupta y vendida al Occidente o una disidencia separatista curda que ha dado el espectáculo de entregarse a todas las violencias, incluso intestinas, para satisfacer las ambiciones de unos líderes que son perritos falderos del imperialismo yanqui.
En resumen: ni tenemos datos que nos permitan, honradamente, fundar ningún ataque verbal --virulento o no-- al régimen iraquí, ni, aunque los tuviéramos, íbamos a justificar una cruel agresión. Si uno tiene mil vicios, es borracho, jugador, da palizas a su mujer, no es razón para que otro lo apuñale (ni menos para que pegue un tiro a su mujer o a sus hijos); ni, al condenar la agresión de ese otro, viene a cuento en lo más mínimo sacar a luz los vicios y las faltas del agredido. Cualesquiera que sean las virtudes o defectos de éste, su enumeración o su apreciación son asunto que cae por completo fuera del ámbito de la denuncia que hay que hacer de la agresión que sufre.
Para terminar la respuesta a esta objeción, imaginemos que el régimen que más odiamos los españoles, la sanguinaria tiranía de Franco, se hubiera enemistado a los EE.UU. (Sé muy bien que la hipótesis es peregrina y absurda, que por su naturaleza y los intereses que servía el caudillaje franquista fue siempre muy proyanqui, y que ya ganó la guerra civil de 1936-39 gracias a la ayuda yanqui, y no sólo a la de Alemania e Italia; pero pongamos ese caso ficticio.)
Imaginemos que, sobre esa base, se bombardean las ciudades españolas, Madrid, Barcelona, Valencia, nuestros puertos, nuestras casas, nuestras fábricas, nuestros sanatorios, nuestros silos, nuestros depósitos de medicinas. En esa situación imaginemos que alguien sale a decir: `Sí, está mal, pero es que el régimen de Franco se las trae'. Evidentemente la segunda parte del aserto sólo podría interpretarse en ese contexto como diciendo: `Estará mal, pero la vida de los españoles no era mucho mejor antes de esos bombardeos'. Y, claro, eso nos indignaría, nos exasperaría. Por mala y horrible que fuera nuestra vida antes, infinitamente peor pasaría a serlo cuando nos destruyeran nuestros víveres, nuestros alimentos, nuestros almacenes, nuestros ferrocarriles, nuestros puentes, nuestros museos, nuestras escuelas.
2ª OBJECIÓN.-- Hemos dicho en nuestro editorial que en 1898 los EE.UU se adueñaron por la fuerza de la mitad del territorio del estado español; mas de lo que se adueñaron fue de las islas de Cuba, Guam y Puerto Rico y del archipiélago de las Filipinas, que eran colonias de España y no partes del territorio español. Nuestro alegato embellece a la oligarquía española y constituye una defensa del colonialismo español.
RESPUESTA: Ya hemos prometido un artículo más detallado sobre la guerra de 1898 para el próximo número de ESPAÑA ROJA. Baste aquí con señalar lo siguiente.
Nuestra consideración era estrictamente jurídica. La verdad es que el término `colonia' tiene diversas acepciones, y ha sido usado históricamente con ellas.
Inicialmente significaba a una parte de la población de un estado, o de una urbe o ciudad, que las autoridades de ese estado enviaban a tierra foránea a asentarse allá y ocupar un (pequeño) territorio, dependiente o no del estado fundador (la metrópoli, o ciudad madre), mas que guardara nexos de filiación con él.
Al iniciarse el colonialismo «europeo» en el siglo XV y en el XVI, se pudo usar ese término, tomado de los antiguos, para designar a los territorios (ya mucho más extensos) en que se implantaban esos colonizadores, bajo el poder de la metrópoli. A veces los colonos eran pocos y en cambio las poblaciones locales, que pasaban a ser subyugadas, numerosas.
Esa denominación era, desde luego, impropia. Los antiguos llamaban `colonias' a las ciudades fundadas por los griegos en Italia o España, mas no a países conquistados. ¡Es igual! El uso de las palabras evoluciona.
De entre esas «colonias» ha habido varias clases: colonias de colonización (para los ingleses: Australia, Canadá; para los españoles: Nueva Granada, Cuba, Río de Plata); y colonias de mera dominación con presencia muy pequeña de colonizadores; y ha habido muchos grados intermedios.
Ahora bien, desde el punto de vista jurídico lo que, en el siglo XIX y sobre todo en el XX, se ha dado en llamar `colonias' son territorios colocados bajo la soberanía de un estado y que sin embargo no gozan de los derechos y privilegios de ser parte integrante del territorio nacional de ese estado según la legislación del mismo. Así, cuando Austria-Hungría se anexionó a Bosnia-Herzegovina en 1908, la anexión fue buena o mala, mas, como le concedió el estatuto de parte del territorio del Imperio austro-húngaro (y otorgó a sus habitantes la ciudadanía del Imperio) no fue una colonia.
En cambio han sido colonias inglesas: Guyana, Nigeria, Sierra Leona, Tanganica, Birmania, las Bermudas, Jamaica, etc. Han sido colonias francesas: el Senegal, Argelia, Madagascar, la Cochinchina, etc.
Hoy, jurídicamente, no son colonias francesas Córcega, la Martinica, la Guadalupe, la Reunión, la isla de Mayotte y Tahití, porque jurídicamente son departamentos de la República francesa, teniendo sus habitantes ciudadanía francesa a todos los efectos legales y votando en las elecciones de Francia. (Son, en cambio, colonias de Inglaterra, en 1998: Gibraltar, las Malvinas, Santa Elena, las Bermudas, y lo ha sido Hong Kong hasta el año pasado.)
En 1898 las islas ultramarinas españolas no eran colonias en ese sentido jurídico. Verdad es que el sufragio universal --concedido sobre el papel por la monarquía borbónica restaurada-- no se había aplicado de hecho en Cuba (aunque sí en Puerto Rico), mas el proceso estaba en marcha y se iba a aplicar, un poco antes o un poco después; era irreversible.
Desde el punto de vista estrictamente jurídico, el del derecho internacional, tanta base justificatoria tenía el imperialismo yanqui para adueñarse de Cuba como para adueñarse de Murcia o de las Baleares.
Es típico del imperialismo yanqui satanizar y demonizar a aquellos contra los que lanza una guerra de conquista o de agresión. Primero fue México, al que se arrebató Tejas (tras un paripé de pseudoindependencia, Tejas fue anexionada a los EE.UU en 1845) y luego, en la guerra de rapiña de 1847-48, la mitad de su territorio (California alta, Colorado, Nuevo Méjico y Arizona, o sea 2 millones de Km²): alegaron los yanquis que el presidente mexicano, general Santa Anna, era un dictador brutal, y que era mejor vivir bajo el poder de los EE.UU que bajo el gobierno de México. Santa Anna era un dictador, y además ineficiente (y que acabó siendo un proyanqui), mas eso para nada justificaba la agresión estadounidense.
En 1897-98 demonizaron a España. Qué hubiera de hacerse en los territorios ultramarinos españoles, cuán buena o mala fuera la gobernación española, era asunto debatible. Cómo hubieran evolucionado las cosas sin la intervención y agresión yanquis es algo sobre lo que sólo cabe especular. Tal vez la secesión en unos casos y no en otros.
Puede que, si no hubiera sido derrocada ilegalmente, en golpe de estado monárquico, la I República española (1873-74), su política de reformas sociales hubiera propiciado la adhesión a España del sector más desfavorecido de la población de esas provincias ultramarinas (una buena parte del cual se hallaba aún en situación de esclavitud en ese momento), y en tal caso no sería impensable que hoy estuvieran esas islas en una relación con España similar a la que tienen con Francia la Martinica o Córcega.
Claro que en 1897 la I República española era cosa del pasado, mas todavía había posibilidades de restauración republicana. Si hubiera habido más patriotismo entre las clases influyentes españolas, se hubiera seguido ese rumbo republicano y de reformas sociales --el único que hubiera podido concitar a España la simpatía y el apoyo activo de los sectores proletarios más desfavorecidos, constituyendo así un rompeolas contra el que se habría estrellado la agresión norteamericana, la cual no pudo consolidarse sin el apoyo de guerrilleros locales y la neutralidad o pasividad de buena parte de la población.
Mas, sea de ello como fuere, ninguna guerra puede justificarse porque la situación prebélica sea mala si no concurren circunstancias como: que quien inicie la guerra haya sufrido tremendos agravios de la otra parte; que no haya cómo remediarlos o repararlos sin la guerra; que de ésta no se vayan a seguir males mayores ni iguales; y que el motivo de la guerra sea esa enmienda de agravios y no un motivo sórdido.
Contrariamente a la paradoja puesta en circulación por los justificadores de guerras (basándose en briznas de datos deformados y descontextualizados), las guerras no son fautoras de progreso, sino de retroceso. Pueden en ocasiones acelerar un poco tal o cual invento de aplicaciones militares inmediatas, mas aun esos inventos se habrían alcanzado un poco después sin guerras, y no se habrían destruido recursos que jamás se recuperarán. Si hubiera habido un siglo de paz, la humanidad habría avanzado mucho más (en lo técnico, en lo industrial, en lo cultural, en lo social y en lo humano). La guerra es la mayor lacra para los pueblos y para la especie humana.
De ahí que, desde el punto de vista del derecho internacional, se condene la guerra que atente contra las fronteras establecidas por los tratados, por las normas vigentes del derecho internacional.
Puede haber casos en que, a título de excepción, esa prescripción no haya de tomarse como absoluta. (Para nosotros uno de ellos es el de la recuperación por el Irak del emirato de Kuwait, que había sido artificialmente arrancado a su territorio por el colonialismo inglés.)NOTA 1_6 Casos en que los tratados hayan sido tan desiguales, tan a punta de cañón (especialmente si la parte agraviada ni siquiera tenía reconocida su independencia al firmarse el tratado), y la injusticia sea tan manifiesta, exorbitante, inaudita e insólita que haya perspectivas de apoyo de la opinión pública (concurriendo además las consabidas condiciones a que hemos hecho alusión).
A falta de eso, hay que respetar las fronteras. No ha de iniciarse ninguna guerra para alterarlas, para desalojar a una potencia de parte del territorio colocado bajo su soberanía. Ni, menos aún, de lo que jurídicamente constituya parte de su territorio nacional. Ni siquiera si se considera que debiera dejar de serlo, porque tiene características nacionales propias de lengua, cultura, idiosincrasia, territorio, etc, en virtud de las cuales debería constituir una comunidad política separada. Ni siquiera en tales casos se justifica una guerra intervencionista.
Y es que el derecho internacional hace suya una máxima jurídica romana: in pari causa possessor potior haberi debet (a igualdad de las demás condiciones, mejor o más válida es la reclamación de quien esté poseyendo de facto). (Hay otra máxima jurídica que parcialmente apunta a lo mismo: prior tempore, potior iure: el que llega primero, tiene [a igualdad de otras condiciones] más derecho; así, la actual dominación colonialista de Inglaterra sobre la isla de Santa Elena es mala, pero peor sería que otro estado desencadenara contra Inglaterra una guerra para arrebatársela y para reemplazar esa dominación colonial por la de otra potencia.)
Por consiguiente, aun si la presencia española en Cuba, Puerto Rico y las Filipinas en 1898 hubiera sido una dominación injusta, aun así peor (no igual, sino peor, menos válida) fue la guerra de rapiña de los EE.UU, porque era atentatoria al statu quo.
Aparte, claro, de que no se daba esa igualdad; en Cuba y en Puerto Rico sólo se hablaba español, y no inglés; eran territorios bajo soberanía española desde hacía 4 siglos (desde antes de que llegaran los primeros colonos ingleses a Norteamérica, desde 2 siglos antes de la creación de los EE.UU).
Ni podía disculparse la guerra por las pasadas crueldades de los conquistadores españoles. Si valiera esa justificación, valdría para que cualquier país conquistara y ocupara Al Ándalus (Andalucía, Murcia, Extremadura, Castilla la Nueva, Valencia, Baleares, el Sur de Aragón, el sur de Portugal), territorios que en los siglos XII al XV fueron conquistados por los reinos hispano-septentrionales cristianos los cuales diezmaron, esclavizaron, en parte exterminaron y acabaron expulsando a sus poblaciones autóctonas, cuando eran territorios de lengua y cultura árabes desde hacía como mínimo cuatro siglos.
Podría justificarse la conquista francesa de Argelia por la conquista árabe en el siglo VII. Podría justificarse el sionismo porque los árabes conquistaron Palestina también en el siglo VII, y antes los romanos, y antes los griegos, y antes los persas, y antes los babilonios. Y así sucesivamente. En verdad, de valer tal argumento, cualquiera tendría derecho a conquistar cualquier territorio.
Las crueldades de la conquista española en el siglo XV o en tiempos posteriores no justifican para nada una agresión foránea de conquista a fines del siglo XIX, cuando se habían fundado los instrumentos del moderno derecho internacional y se habían proclamado principios valederos para resolver los diferendos pacíficamente y sin recurrir a la guerra.
Ni es verdad tampoco que, más allá de lo jurídico, fuera la España de 1898 un país imperialista. Lleñin dijo que esa guerra fue la primera guerra interimperialista, mas se equivocó. España no era un país imperialista ni expansionista. Las «conquistas» españolas en el par de centurias precedentes eran las islas de Fernando Poo y Annobón (cedidas por el rey portugués a Carlos III) y la minúscula base pesquera de Ifni, así como algunos metros cuadrados de ensanchamiento de Ceuta en la guerra con Marruecos de los años 1860.
Falazmente --y siguiendo la batuta yanqui-- ahora la TV borbónica habla de un «imperio español» en 1898. Es emplear un vocablo inapropiado, porque a la sazón imperios, lo que se dice imperios, eran los de las potencias colonialistas en expansión --más las que, como Japón, Italia y EE.UU, pujaban por serlo--, al paso que España era a lo sumo un imperio de la manera en que lo eran el imperio chino o el persa, o el etíope o el otomano en esas fechas.
En verdad, hay un gran paralelo entre los destinos de esos estados decadentes, que habían sido imperios. China, víctima de la agresión del imperialismo militarista japonés en 1895, que le arrebató Formosa; España, víctima de la agresión imperialista yanqui en 1898; Etiopía, víctima de la agresión italiana (que consiguió derrotar) en 1896; Turquía, víctima de la agresión italiana en 1911, que le arrebató Libia. Junto con otra agresión japonesa (el ataque contra Rusia en 1904), esas guerras arruinaron el orden jurídico internacional de arreglo negociado y pacífico que tanto había costado implementar, y prepararon así el desencadenamiento, en 1914, de la primera guerra mundial, la gran guerra interimperialista.
Aun el ridículo pseudoimperialismo de pacotilla que desplegaría aparatosamente la monarquía borbónica a comienzos del siglo XX (algunas comarcas rifeñas del norte de Marruecos, la árida región del Sájara occidental y la micro-mini-colonia de Río Muni) fue un fenómeno posterior, surgido precisamente por reacción de la clase dominante española ante la derrota de 1898, para dar la impresión de potencia colonial europea --impresión que no correspondía ni por asomo a la realidad de los hechos.
Jamás ha habido en la época contemporánea ninguna potencia colonial o expansionista española. En verdad el poderío militar de España se acabó en el tratado de los Pirineos de 1659. Desde entonces España ha sido siempre, militarmente, un cero a la izquierda, que no ha ganado ninguna guerra y casi ninguna batalla.NOTA 1_7
Por último, nuestra denuncia de lo que jurídicamente es una agresión caracterizada por los EE.UU contra España (agresión que abrió la era de las guerras de expansión imperialistas de la primera mitad del siglo XX) no significa tampoco que ensalcemos o embellezcamos o justifiquemos a la oligarquía española.
Al revés. Medítese sobre la razón por la cual precisamente la oligarquía borbónica tiene hoy tantísimo interés en que salgan bien parados los yanquis, que se embellezcan sus móviles y su conducta en aquella contienda, aun al precio de que se ennegrezca un poco el papel de España.
Es que, si la posición española era jurídicamente (y, por lo tanto, en algún aspecto también moralmente) mejor que la de los EE.UU, entonces evidentemente resultan varias consecuencias.
Resulta, en primer lugar, que nuestra clase dirigente no fue capaz de hacer valer el derecho, no fue capaz de movilizar ningún resorte siquiera que permitiera hacer una guerra defensiva en condiciones que al menos no fueran de descalabro total. Si, en cambio, no estaba el derecho de nuestro lado, entonces ese reproche no se le puede dirigir a esa clase dominante, ya que no es legítimo esperar esa movilización de resortes cuando ni siquiera tiene uno el derecho de su parte.
Resulta, en segundo lugar, que el imperialismo yanqui actúa por móviles de ambición dominadora y expansionista y perpetra toda clase de fechorías, añagazas, falsificaciones y abusos para justificar sus agresiones; no hay que ser un lince para adivinar entonces que eso pasa hoy en lo del Irak, justamente algo en lo cual nuestra oligarquía tiene mucho interés por los nexos de negocios con la casa real o emiral kuwaití (que hoy conocemos todos por los escándalos del grupo KIO, los affaires de la Rosa, Prado-Colón, etc, y el entramado indirecto que llega a las más altas esferas).NOTA 1_8
Resulta, en tercer lugar, que a quienes así nos trataron les damos bases en nuestro territorio y los mimamos como aliados y amigos (mas ellos encima, nosotros debajo --que es como la amistad del caballo hacia el jinete que le hinca espuelas).
Mas la presencia norteamericana es España es un sacrosanto principio de la oligarquía española desde que Franco (cuyo régimen es antecesor de nuestra actual monarquía borbónica) concedió a los yanquis partes del territorio español a cambio de que sostuvieran y apuntalaran su caudillaje.
No pasará nada, mas, por si las moscas, es bueno que estén siempre ahí las tropas yanquis y que España esté integrada en la OTAN, no sea que ...
Por consiguiente, creemos que la posición que hemos adoptado en este editorial es acertada.
Y, si estamos equivocados, esperamos argumentos detallados. No meramente la constatación de que nos apartamos de los senderos trillados, que decimos lo que nadie dice, que nos desviamos del elenco de dogmas de fe que ha de profesar un auténtico progresista, o un marxista-leninista de pro, o lo que sea.
Hace años que dejamos en el desván los dogmas y los artículos de fe. Nuestras coincidencias o no con unos u otros ilustres pensadores, nuestra ortodoxia o heterodoxia según unos cánones de la fe verdadera, todo eso puede ser interesante, curioso, debatible, jugoso, picante, lo que sea.
Mas lo que necesitamos y demandamos son argumentos que no sean de autoridad. Y, a la luz de los que se nos han ofrecido, habiéndolos sopesado, vémonos llevados, a concluir que nuestras tesis son acertadas.
Y, por último, ESPAÑA ROJA no necesita que nadie le expenda ningún certificado de corrección política. No queremos clichés ni tabús, ni los viejos ni otros nuevos. Al final, los tabús siempre acaban atenazando el pensamiento libre y racional e impidiéndonos captar la infinita complejidad de las cosas. De lo cual se aprovechan siempre los privilegiados.
Al que se somete a un tabú, al que --en aras de un principio abstracto y rígido, aplicado mecánicamente y a rajatabla (en lugar de aplicarlo contextual y flexiblemente en un proceso de ponderación)-- desatiende los matices, las circunstancias, los grados, a ése frecuentemente le costará mucho poder desenmascarar a fondo los actos concretos, presentes y acuciantes de agresión, opresión y dominación injusta; porque, o no situará la denuncia de esos actos en todo su contexto histórico, o la diluirá en un reparto de adjudiaciones que acabe velando y desdibujando quién es el que, en la presente coyuntura, ha de ser denunciado.
Estamos, desde luego, abiertos a las críticas; reconsideraremos nuestra posición cuando se nos brinden mejores argumentos a favor de esa revisión.
ANEJO Nº 1: Kuwait Pagó 2,5 Billones a sus Aliados en la Guerra del Golfo
Los ejércitos de Estados Unidos, Reino Unido y Francia recibieron 1,7 billones
MANEL PÉREZ, BarcelonaNOTA 1_9
[extractos]
El gran misterio que siempre ha rodeado las finanzas de Kuwait comienza a desvanecerse. Documentos confidenciales del Emirato, aportados en el juicio que se celebra en Londres contra su ex gestor en España, Javier de la Rosa, arrojan nueva luz sobre los acontecimientos ocurridos en torno a la guerra que tuvo lugar en enero de 1991 en el golfo Pérsico y ayudan a calibrar el papel en las finanzas internacionales de este pequeño Estado principesco de la península Arábiga[...]
El Emirato de Kuwait ha reconocido que los pagos oficiales realizados a los Gobiernos aliados como consecuencia de la guerra del golfo Pérsico de enero de 1991 contra Irak alcanzaron por lo menos los 25.280 millones de dólares (2,52 billones de pesetas al cambio de la época, que era de unas 100 pesetas por dólar).
El conflicto en el Golfo se inició el 2 de agosto de 1990 con la invasión del pequeño Emirato de Kuwait por Irak. Tras cinco meses de preparativos, la guerra comenzó el 17 de enero de 1991, y duró oficialmente 42 días, hasta el 28 de febrero, aunque las tropas iraquíes ya habían sido desbaratadas bastantes jornadas antes.
Los más de 2,5 billones de pesetas que las autoridades de Kuwait reconocen haber gastado se dividen en tres grandes bloques. El primero se refiere a las compensaciones por los gastos militares de los países que participaron en la Operación Tormenta del Desierto, nombre que recibió la ofensiva contra Irak.
En el Ejército aliado, encabezado por Estados Unidos (150.000 soldados), participaron también tropas del Reino Unido (9.000), Francia (13.000), Canadá (450), Marruecos (6.200), Egipto (20.000), Siria (4.000), Pakistán (5.000), Bangladesh (2.000). Otros, como España, Bélgica, Holanda, Alemania y Argentina, aportaron buques de guerra para imponer el bloqueo militar a Irak.
El principal receptor de fondos de Kuwait, con 13.500 millones de dólares, fue Estados Unidos, en consonancia con su papel preponderante en el Ejército aliado. El Reino Unido, con el que las autoridades del emirato del Golfo mantienen una histórica relación dado su carácter de antigua potencia colonial en la zona y que siempre ha sido un destino privilegiado de sus inversiones en Occidente, recibió otros 1.400 millones de dólares.
A continuación figura Turquía, que en diferentes plazos fue compensada con al menos otros 1.400 millones de dólares. Este país puso a disposición de los C-15, C-130 y Awacs norteamericanos la base aérea de Incirlik, desde la que se bombardearon posiciones militares en Irak. Otro de los grandes receptores fue Egipto, con 970 millones de dólares. Zaire fue compensado con 20 millones de dólares.
La segunda partida se invirtió en armas. Entre ellas, 40 aviones de combate F-18, valorados en unos 2.000 millones de dólares, cuyo contrato fue firmado antes de la invasión, aunque gran parte de los pagos, 500 millones de dólares, se realizó en esa época.
Más extraño es el reconocimiento de que se adquirieron carros de combate a Yugoslavia, país que por aquellas fechas comenzaba a desgarrarse. Otros contratos se refieren a la compra de artillería y munición a Francia, en este caso por 250 millones de dólares. Sobre otros 350 millones en contratos del mismo tipo los documentos no reflejan el nombre del país vendedor.
La tercera gran remesa, que en total suma 6.890 millones de dólares, se refiere a gastos extraordinarios y de emergencia, sin más detalle, aunque fuentes consultadas apuntan a que podrían incluir pagos, no reconocidos oficialmente, a países occidentales y a ejércitos del área, como el de Siria, y que en caso de hacerse públicos podrían implicar problemas políticos, tanto en los países receptores como en el emirato.
La información sobre los pagos de guerra figura en los documentos aportados por las autoridades de Kuwait a la Corte Comercial de Londres, que juzga la demanda presentada por la empresa española Torras, propiedad de la Kuwait Investment Office (KIO), agencia pública del Estado de Kuwait, contra sus ex gestores, encabezados por Javier de la Rosa.
En relación con los pagos a los aliados, la documentación no incluye referencias a España, que aportó buques de guerra y permitió el uso de bases en su territorio. De la Rosa afirmó en su momento que 100 millones de dólares pagados al empresario Manuel Prado y Colón de Carvajal tenían ese carácter. Esa versión también es la defendida ante la Corte de Londres por el ex presidente de KIO, el jeque Fahd al Muhammad as Sabaj.
ANEJO Nº 1:
El poder es un señor muy distraído
[extractos]
Vísperas de Navidad: cohetes y fuegos artificiales en los cielos de occidente. Vísperas de Ramadán: al oriente, en el cielo de Bagdad, bombas y fuegos de guerra. Los Estados Unidos y Gran Bretaña, fiel servidora que antes fuera ama y señora, han celebrado el fin del '98 mediante la estrepitosa fiesta de la Operación Zorro del Desierto.
Así, Bill Clinton pudo demostrar que la guerra es la continuación del kamasutra por otros medios, y Tony Blair pudo revelar, por fin, el enigma de su tercera vía: la tercera vía consiste en matar iraquíes durante tres noches.
¿Hospitales bombardeados, muertos civiles? En las guerras hay errores inevitables, y por eso los muertos civiles han pasado a llamarse «daños colaterales», collateral damages, desde 1991, cuando el anterior arrasamiento de Irak dejó una montaña de cadáveres que la televisión no mostró.
Cuando Estados Unidos y Gran Bretaña, los dos mayores fabricantes de armas del mundo, hicieron, al fin del '98, esta nueva exhibición de sus músculos se olvidaron de avisar a las Naciones Unidas.
[...]
Ahora, hubo también otra coartada: el peligroso Saddam Hussein había almacenado armas nucleares, químicas y biológicas, que amenazaban a los países vecinos. [...] Y si por eso fuera, los Estados Unidos tendrían que autobombardearse: concentran la mitad del arsenal mundial de armas nucleares, químicas y biológicas, fabrican la mitad de todas las armas que el mundo compra, tienen el mayor presupuesto militar del planeta y constituyen un comprobado peligro para sus vecinos, a quienes vienen invadiendo, a un ritmo de una invasión por año desde los inicios de su vida independiente.
Y también constituyen un comprobado peligro para sus no vecinos, que ya lo dirían, si hablar pudieran, las víctimas de sus excursiones militares más recientes, contra Sudán, Afganistán y, como ya es habitual, Irak. No hay presidente norteamericano que lo ignore: para subir los índices de popularidad, no hay nada mejor que invadir o bombardear a otros países.
Poco antes de fin de año, hablando en nombre del gobierno norteamericano, Madelaine Albright reconoció que había sido un error el apoyo de los Estados Unidos a las dictaduras latinoamericanas. La detención de Pinochet ocupaba [la atención] mundial.
¿Un error? Curiosa manera de nombrar la marca de fábrica. Las guerras se hacen en nombre de la paz, las dictaduras se implantan en nombre de la libertad. Cuando la libertad que de veras importa, que es la libertad del dinero, ya no necesita a los impresentables matarifes de uniforme, el poder se lava las manos y con dos palabras despacha el asunto y cambia de tema. Al fin y al cabo, ¿acaso Henry Kissinger, que inventó a Pinochet, no recibió el Premio Nobel de la Paz?
[...]
Excesos, errores, descuidos: nadie es perfecto. El 4 de diciembre del '98, mientras doña Madelaine se refería al error del apoyo a las dictaduras latinoamericanas, pavada de error que lleva más de un siglo, [...] ese mismo día, otro informe, otro error: el Banco Mundial criticó públicamente un error de su hermano gemelo, el Fondo Monetario Internacional, cuyas recetas habían agravado la crisis de Tailandia, Indonesia y Corea del Sur.
Las recetas del Fondo estaban equivocadas, según los técnicos del Banco, a juzgar por sus deprimentes resultados; pero el informe ni siquiera sugería la posibilidad de que pudiera haber algo de equivocado en el hecho de imponer recetas. Ese hecho es un derecho de la dictadura financiera, que ambos organismos ejercen en escala planetaria.
Y eso está fuera de discusión. Sus tecnócratas recetadores no han aprendido medicina con Hipócrates, ni con Galeno: ellos multiplican las plagas del mundo, aplicando las pócimas enseñadas por las mismas eminencias que habían dictado la política económica del general Pinochet. Y es, por cierto, la dictadura financiera internacional, que gobierna a los gobiernos, la que con sus errores facilita los descuidos de la alta banquería y garantiza impunidad a sus enjuagues.
El poder llama errores a la rutina de sus horrores. ¿Una profunda crisis de valores, que el lenguaje revela? ¡Quizá! En todo caso, en el diccionario de este fin de siglo, crisis de valores es el nombre que tiene la caída de las cotizaciones de las acciones en la Bolsa.