PRIMARIAS EN EL PSOE

por Ramón Cánovas ramonc@serconet.com

La actitud más repetida del conservadurismo, sea cual sea el ropaje con el que se presenta, es la de desviar la atención del problema principal hacia posiciones secundarias. Jesús lo ejemplificaba con la frase de: «Ver la pajaen el ojo ajeno, pero ignorar la viga en el propio».

Las primarias en el PSOE no significan mayor participación de las bases en la toma de decisiones ni mayor democratización del aparato. Les sirve a la dirección, para tener una mayor presencia en los medios y poco más. Como vemos, diferencias substanciales no existen entre los candidatos ni pueden existir, porque éstas se dirimen en los congresos y ambos forman parte del mismo engranaje de poder.

Recordemos cómo en la Edad Media padres, hijos, sobrinos y tíos se peleaban a muerte por el poder, pero ese hecho nunca ponía en peligro los privilegios de la nobleza. Porque si el programa no está en juego (eso parece), lo que se vota es el mejor candidato para derrotar electoralmente al adversario. El programa vendrá después. Si el debate interno no se ha hecho en torno al programa, está claro que, por fuerza, se ha hecho en torno a la persona. Luego se habrá discutido sobre quién da mejor imagen, es más agradable, atractivo, tiene más don de gentes. Las primarias ponen en el puente de mando a la persona en detrimento del programa político.

Pero eso no es nuevo en el PSOE. Nos ha demostrado con creces que, para este partido, lo principal es ganar. ¿Para qué? Ya se verá (lo que la coyuntura económica capitalista demande).

En las negociaciones para posibles gobiernos de «izquierda» en el pasado (IU-PSOE), al PSOE lo que le ha preocupado, es la cantidad de partidarios que pone y en qué lugar. (Nosotros te apoyamos en tal sitio, si tú nos apoyas en tal otro.)

Fiel a esta posición personalista de la política, las primarias no hacen otra cosa que caminar en la misma dirección. Calificar el hecho como apertura y mayor democratización es coger al rábano por las hojas. En el sistema de economía de mercado, más opciones no significa mayor democratización; porque, en definitiva, lo que se elige es la cara de una misma moneda.

La democracia no es qué persona me va a gobernar, sino con qué programa; y por lo tanto tiene que ver con la capacidad de participación y la posibilidad de discutir contenidos.

Dicho esto, se podría pensar que al margen del cansancio que puede originar el escuchar durante más tiempo más necedades, las primarias no tendrían nada de malo. Pero no es así; la operación conlleva una carga negativa para la sociedad.

Ya sé que son muchas las tonterías que se dicen en política, pero ¿nos imaginamos a cuatro o cinco partidos diciendo sandeces y palabras huecas de compañeros de fila? Debe ser para terminar vomitando.

Pero voy a la parte más negativa de las susodichas primarias. Ello significa una vuelta de tuerca más en la personalización de la política. La suprema personalización la experimentan los partidos de sistemas fascistas, donde toda la bondad (o maldad) descansa sobre los supuestos valores suprapersonales del caudillo.

Los partidos conservadores tienden, en mayor o menor grado, a personalizar la política y a ello ayudan los medios de comunicación en manos del poder económico. A pesar de los esfuerzos que se hace en IU, los medios no paran de fomentar interesadamente una imagen personalizada (Anguita dice, hace, echa, mete), cuando eso molesta a simpatizantes y afines.

Sin embargo, en el PSOE y en el PP, están encantados cuando se habla de Felipe o Aznar, en vez de hablar de la política del PSOE y del PP. No cabe duda que la mentalidad del afiliado del PSOE y del PP es más conservadora que el de IU. Lo importante de una organización política es su programa y su participación interna. De tal forma que son los afiliados quienes determinan las listas y su ubicación. Cuando la democracia interna falla es cuando se echa mano del populismo y la propaganda engañosa.

El poder es más democrático y descentralizado cuanto más colectivamente se encuentra repartido. Cierto es que éste, si se quiere que sea mínimamente operativo, no puede ser asambleario al cien por cien, como a veces propugnan ciertos sectores del anarquismo.

Lo ideal es buscar el término en el que la balanza se inclina bastante más a lo colectivo que a lo personal. Por ejemplo, en las tribus indias Norteamericanas (Apaches, Xius...) el poder estaba muy repartido. A pesar de tener un Jefe Guerrero, tenían un Consejo de Ancianos y un Consejo de Principales. La propiedad privada es el caballo y la tienda; no hay siervos, jornaleros ni esclavos. En las tribus Hebreas por el contrario, el Patriarca es un pequeño rey con dominio sobre esclavos concubinas, pastores y propiedades en general.

Vemos cómo las sociedades se desarrollan: a mayor propiedad privada, mayor concentración de poder personal. Lo ideal de una organización política, mientras no se llega a una sociedad sin clases, es que los sectores tengan representación proporcional, portavoces y medios reales de participación para hacerse escuchar. De poco sirve la representación formal, en la que no se facilita la participación, el debate es de arriba hacia abajo, o te ocultan información.

Al final, queda una parodia de democracia que se autojustifica permitiendo elegir entre lo malo y lo peor. Marx decía, que en la democracia formal, los portadores de rentas bajas lo que eligen, es qué sector conservador le va a aplicar la única política posible: la que en cada momento demanda el sistema económico.

No contentos, los prestidigitadores del sistema, que a cada momento se están sacando falsas ilusiones de la chistera, empiezan a proponer que las primarias sean obligatorias por ley. Lo que significaría, si tan importante entienden que es, que en España realmente no hay un estado democrático-formal, al igual que en el resto de naciones que se rigen por el pluralismo electoral y no practican procesos anticipados internos de elecciones.

Bien está que, si no tienen otra cosa que hacer, se dediquen a espantar moscas con el rabo. Otra cosa es pretender que esa forma engañosa de democracia la tengan que poner en práctica por ley todas las organizaciones políticas.

La ley lo que puede y exige a los partidos es un mínimo de funcionamiento democrático; meterse en aspectos concretos de organización sería atentar contra los derechos y la pluralidad de las opciones políticas. En IU sus debates se hacen abiertos a los medios; es la organización más democrática y transparente del arco parlamentario español. Sirve para que la sociedad tome nota y vea cuáles son los valores de las distintas opciones políticas.

Sin embargo, IU no pretende imponer por ley que su forma de organización la practiquen todos los demás; entre otras cosas, porque sirve para diferenciar a qué modelos sociales y proyectos políticos se aspira.

La política, cuanto más personalizada, más se encuentra alejada de los intereses populares y más cercano al manejo del populismo de los pudientes. El tema se da la mano con las «Listas abiertas».

Ante el descrédito de instituciones y partidos de la burguesía (corrupción, engaño, incumplimientos), lo único que saben y pueden hacer (otra cosa sería ir contra sus intereses) es maquillar y tomar medidas que ocultan problemas de más hondo calado: acceso restringido y concentración-masificación de medios, junto a una sociedad permisiva con el engaño, la corrupción, la doble moral y el todo vale. Una organización participativa y democrática no necesita de primarias ni de listas abiertas, porque no necesita engañar a nadie.

De nuevo el dicho popular: «Que todo cambie, para que todo siga igual», aquí alcanza su más alto significado. Puesto que en el 34º Congreso, el PSOE no supo hacer una autocrítica y renovarse porque su condición social de clase pudiente se lo impide, la única manera de lavarse la cara y presentarse como renovado, era inventándose un cuento como el de las primarias. De tal forma que pareciese que todo cambiaba, cuando en realidad todo seguía igual.

El ocultar la realidad es el elemento primordial por el que se detecta a la burguesía. Desde la conquista de la Tierra Prometida, pasando por la Guerra Santa o las Cruzadas, las guerras de religión que han movido y mueven a los pueblos son simple y llanamente, guerras de intereses económicos.

Como vemos, en todas las épocas de la historia, disfrazar la realidad y llamar a las cosas por lo que no son, es el jovi de las clases dominantes.

Sin embargo, los políticos farsantes no venderían una escoba si no fuera por: 1º) La cantidad de personal que están deseando que se la vendan (sabiendo que nos venden escobas, compramos escobas). 2º) Los indirectamente interesados en una opción política (actores, cantantes, presentadores, concejales, puestos de libre designación, enchufismo). Con la llegada del PP al poder, hemos visto cómo en las televisiones públicas han desembarcado toda una retahíla de presentadores y actores; que a su vez dejarán el puesto cuando ganen otros. 3º) Medios de comunicación con programas de vergonzosa tendencia bi-partidista, como el que han estado presentando, en Antena 3, Hermida y Milá: «Sin límites». Todo esto nos da una idea de la importancia de los medios de comunicación a la hora de hacer política.

Lo fundamental de las primarias son tres aspectos negativos para los intereses de las clases bajas: 1º) De lo anecdótico hacen lo principal. 2º) introducen el sistema restringido de democracia formal al interior de los partidos. 3º) Potencian la personalización de la política. Así que, si no teníamos bastante con el circo de las elecciones generales, en las que sólo se habla de lo que no se piensa hacer (cosa que todo el mundo sabe), se han inventado este cuento de las primarias para marearnos un poco más la vida.

¡Más primarias, no por favor! Descubrir y denunciar los caminos a la derecha que constantemente se saca de la chistera la burguesía populista para enredarnos en sus politiquerías, es tarea de todos los que aspiramos a una superación del modelo económico de libre mercado.

Las transformaciones sociales sólo son posibles cuando el poder se encuentra sin recambio para seguir ejerciendo su dominio. De ahí que constantemente tengamos que estar saliendo al paso de los innumerables disfraces con que éste se presenta.


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