EL PROBLEMA NO ES SÓLO LLORAR POR LOS QUE HAN MUERTO, SINO OCUPARNOS DE SALVAR A AQUELLOS QUE SILENCIOSAMENTE MUEREN CADA AÑO
[NOTA 8_1]
Los gobiernos de Centroamérica, en reunión de emergencia sostenida en El Salvador el 9 de noviembre, solicitaron a la comunidad internacional un conjunto de medidas para la rehabilitación y reconstrucción de los países de su región trágicamente afectados por los devastadores efectos del huracán Mitch.
Cuba apoyó de inmediato las siete medidas solicitadas a la comunidad internacional por los gobiernos centroamericanos, canceló la deuda contraída por Nicaragua con Cuba, único país de Centroamérica que tenía obligaciones pendientes con el nuestro, ascendentes a 50,1 millones de dólares, y expresó su disposición a poner gratuitamente al servicio de los países centroamericanos afectados por el huracán, por el tiempo que se requiriese, todo el personal médico que fuese necesario.
Estamos conscientes de que nuestro aporte es muy modesto, pero no ignoramos que el hecho de que lo realice un país pobre y con grandes dificultades económicas como Cuba, se convierte en un estímulo para todos aquellos que, disponiendo de más recursos, puedan contribuir a la reconstrucción y al desarrollo en la medida en que lo requieren y lo merecen varios de los países más pobres y sufridos de este hemisferio.
Como no puede haber reconstrucción y desarrollo económico sin un programa integral de salud en una región donde --excluyendo a Costa Rica, que goza de un buen índice de salud-- mueren en conjunto cada año más de 50 mil personas, en su inmensa mayoría menores de 5 años, que pudieran salvarse con un costo económico relativamente modesto, Cuba reitera que, si uno o varios países que dispongan de más recursos aportan los medicamentos necesarios, estaría dispuesta a enviar el personal médico que haga falta para llevar a cabo a corto y mediano plazos un programa integral de salud en los países afectados por el huracán Mitch. Suponiendo que hayan perecido, entre muertos y desaparecidos, 30 mil personas sumando los de Honduras, Nicaragua, Guatemala y El Salvador, con el programa que Cuba propone podrían salvarse cada año tantas vidas como las que se perdieron en el huracán Mitch, de ellas no menos de 25 mil niños de O a 5 años de edad.
Ya se encuentran en Honduras, laborando en los lugares más complejos o distantes, cuatro brigadas médicas cubanas. Mañana arribará la quinta. Dos laboran ya igualmente en Guatemala. Un total de más de 100 médicos de distintas especialidades y personal auxiliar se encuentran en esos dos países, prestando servicios de emergencia.
Cuba está dispuesta al envío inmediato y gratuito de 2.000 médicos a Honduras, Guatemala y cualquier otro país que lo requiera, de los afectados por el huracán, para prestar servicios por tiempo indefinido en los lugares más apartados que carezcan de asistencia médica directa, trabajando en estrecha cooperación con los organismos internacionales de la salud, médicos del país y la red de policlínicos y hospitales nacionales.
Cuba ofrece, además, 500 becas cada año para jóvenes centroamericanos que deseen estudiar Medicina en nuestro país. Recabaremos el apoyo de otros países latinoamericanos para que presten su cooperación a este programa.
Si España, país que tan generosamente ha acordado una cuantiosa cooperación a la reconstrucción y el progreso de Centroamérica y muestra una especial sensibilidad por los intereses de América Latina, decide participar en este programa, podríamos calificarlo como «Programa Iberoamericano para el desarrollo integral de la salud en los países centroamericanos afectados por el huracán».
Apreciamos con satisfacción cómo numerosos gobiernos, organizaciones y pueblos brindan de diversas maneras su solidaridad y apoyo a las naciones centroamericanas para que puedan recuperarse y levantar sus golpeadas economías.
El huracán permanente de la pobreza y el subdesarrollo mata cada año decenas de miles de centroamericanos cuyos cadáveres no aparecen en las imágenes de televisión, flotando en las aguas o envueltos en el lodo, conmoviendo al mundo. Son enterrados en silencio por sus familiares sin que nadie se entere. El problema ahora no es sólo llorar por los que han muerto, sino ocuparnos de salvar a aquellos que silenciosamente mueren cada año.
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