A LA DEGRADACIÓN DE EUROPA
por Espronceda

Miseria y avidez, dinero y prosa,
en vil mercado convertido el mundo,
los arranques del alma generosa
poniendo a precio inmundo,
cuando tu suerte y tu esplendor preside
un mercader que con su vara mide
el genio y la virtud, mísera Europa,
y entre el lienzo vulgar que bordó de oro
muerto tu antiguo lustre y tu decoro,
como a un cadáver fétido te arropa.
Cuando a los ojos blanqueada tumba
centro es tu corazón de podredumbre,
cuando la voz en ti ya no retumba,
vieja Europa, del héroe ni el profeta,
ni en ti refleja su encantada lumbre
del audaz entusiasmo del poeta,
yerta tu alma y sordos tus oídos,
con prosaico afanar en tu miseria,
arrastrando en el lodo tu materia,
sólo abiertos al lucro tus sentidos,
¿quién te despertará? ¿qué nuevo acento,
cual la trompeta del extremo día,
dará a tu inerte cuerpo movimiento
y entusiasmo a tu alma y lozanía?
¡Ah! ¿solitario entre cenizas frías
mudas rüinas, aras profanadas
y antiguos derrüidos monumentos,
me sentaré, segundo Jeremías,
mis mejillas con lágrimas bañadas,
y romperé en estériles lamentos?
No, que la inútil soledad dejando,
la ciudad populosa
con férrea voz recorreré cantando
y agitará la gente temerosa,
como el bramido de huracán los mares
el son de mis fatídicos cantares.
No; yo alzaré la voz de los profetas;
tras mí la alborotada muchedumbre,
sonarán en mi acento las trompetas
que derriben la inmensa pesadumbre
del regio torreón que al vicio esconde,
y el mundo me dirá en dónde
el precio vil de infame mercancía
del agiotista en la podrida boca
avaricioso oía.
¿Qué me importa, si provoca
mi voz la befa de las almas viles,
morir qué importa en tan gloriosa lucha,
qué importa, envidia, que tu diente afiles?
Yo cantaré: la humanidad me escucha;
yo volaré donde la tumba oculta
la antigua gloria y esplendor del mundo;
yo con mi mano arrancaré la losa,
removeré la tierra que sepulta
semilla de virtud, polvo fecundo,
la ceniza de un héroe generosa,
y en medio el mundo, en la anchurosa plaza
de la gran capital, ante los ojos
de su dormida, degradada raza
arrojando sus pálidos despojos,
¡oh avergonzados! gritaré a la gente.
¡Oh, de los hombres despreciable escoria,
venid, doblad la envilecida frente,
un cadáver no más es vuestra gloria!