El significado del 14 de abril
(En el 76º aniversario del derrocamiento de la monarquía borbónica)
por Lorenzo Peña
ESPAÑA ROJA
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En España, la jornada del 14 de abril de 1931 está cargada de un significado especial. Podemos desglosar varios aspectos.
- En primer lugar, el 14 de abril de 1931 constituye la irrupción más masiva del pueblo español en la vida política, generalmente gestionada por las élites, manipulada por las camarillas y los aparatos, de manera que las masas suelen participar, a lo sumo, según el guión que se les ha marcado desde las alturas --p.ej. votando disciplinadamente, de uno en uno, a alguna de entre las candidaturas que hayan logrado superar las barreras que cualquier sistema establece para regular los flujos electorales. No así el 2 de mayo de 1808. No así el 14 de abril de 1931. Masas inmensas, como nunca antes ni después se han visto en España, además de haber votado por la República y contra la monarquía borbónica, conquistaron en la calle, con su lucha, la caída de Alfonso XIII y, a la vez, la orientación progresista simbolizada por la nueva bandera, roja, amarilla y morada.
- En segundo lugar, el 14 de abril de 1931 constituye el fin de la hegemonía de la nobleza latifundista. Ésta ya había visto paulatinamente erosionada su supremacía en la España liberal (1833-1923), pero aún mantenía, gracias al trono, un rango prevalente (afianzado con la dictadura del general Miguel Primo de Rivera, 1923-1930). Abatida en 1931, nunca recuperará del todo ese rango, ni siquiera con el franquismo.
- En tercer lugar, el 14 de abril de 1931 marca una revolución pacífica. El destronamiento de los borbones no es un mero cambio de gobierno, ni una simple alteración de las formas de poder, sino una profunda modificación de la vida política española, del equilibrio de fuerzas, de los resortes del poder; y --excepcionalmente en la historia de España, infrecuentemente en la del mundo-- se consigue sin efusión de sangre (salvo la de Galán, García Hernández y otros mártires de la libertad, a los que no perdonó la ira vengativa de Alfonso XIII).
- En cuarto lugar, el 14 de abril de 1931 marca la instauración de una República unitaria, que se abstuvo de repetir el lamentable error federalista de 1873; de una República de trabajadores, en la que toda la riqueza estaba subordinada al bien común y en la que el derecho de propiedad privada se limitaba a lo compatible con ese mismo bien común; de una República pacífica, que renunciaba a la guerra y, por lo tanto, a las alianzas militares; de una República democrática, sin senado, sin cámara alta; de una República feminista, que otorgó el voto a la mujer e impuso la igualdad de ambos sexos en todas las esferas de la vida; de una República laica, en la cual las ideologías y religiones abandonaban la esfera pública; de una República con derechos positivos, con reforma agraria, con legislación laboral protectora, con seguros sociales; de una República de la cual podemos estar orgullosos y que hoy, 76 años después, sigue siendo un modelo, no sólo para España sino para el mundo.
- En quinto lugar, el 14 de abril de 1931 marca la instauración de un régimen político legítimo que nunca ha sido abrogado. En efecto, los sublevados fascistas de 1936, al servicio de las potencias extranjeras, carecían de autoridad para abrogar nada; y el poder constituyente regio de 1978 se abstuvo de derogar la Constitución de 1931, puesto que reputó vigentes las Leyes Fundamentales del Reino franquistas.
Conmemorar esa segunda proclamación de la República en España, la de 1931, puede hacerse desde diversas perspectivas; cada quien es muy dueño de hacerlo por sus propias razones y según sus orientaciones.
- Un modo de conmemorarla sería como una efemérides histórica digna de recuerdo colectivo por lo que significó; tal vez acompañando, en ese recuerdo, un afán de inspirarse en tales hechos históricos de alguna manera.
- Otro modo de conmemorarla sería como simple ocasión, tan válida como cualquier otra, para luchar por otra República, quedando por definir qué República; y aquí caben muchas opciones, muchos modelos.
- Otro modo de hacerlo --y es el nuestro-- es proclamar la vigencia de aquella constitución, reivindicar esa República, la nuestra, la República Española, República de trabajadores de toda clase, con su Constitución, hasta que el pueblo español, libre de monarquía, decida reemplazarla por otra mejor.
No vemos meramente a la constitución de 1931 como un referente inspirador, sino que luchamos para que se restaure su vigencia.
No queremos simplemente una República, alguna República; no queremos una República en general sin querer ninguna en particular. Ni pensamos que, en el incipiente movimiento republicano, una corriente determinada tenga que imponer su propia preferencia (que puede ser un modelo foráneo cualquiera u otro modelo imaginario).
Respetando a las demás opciones, la nuestra --que nos parece más realista y concreta, a la vez que abierta y movilizadora-- es la de restaurar LA República, nuestra República; y luego veremos qué quiere y qué decide, democráticamente, el pueblo español.
Es una opción realista porque propone una meta realizable y realizada ya en nuestra historia; no pedimos la Luna, no exponemos un programa de máximos, no preconizamos una República ideal o perfecta, sino una que sirvió --y puede volver a servir-- de transacción razonable y equilibrada entre diversas clases sociales, aunque con una orientación progresista.
Es una opción concreta porque, en vez de limitarse a un `¡No!' a la monarquía, dice `¡Sí!' a algo, con un perfil reconocible, no una abstracción etérea o una vaguedad flotante.
Es una opción abierta porque no excluye la ulterior reforma constitucional que dé lugar a configuraciones totalmente diversas de las que imaginaron los españoles de 1931.
Es una opción movilizadora, que propicia la unión y no la dispersión, que nos haría aunarnos a cuantos nos adherimos a la bandera tricolor y a los valores de libertad, igualdad y fraternidad humana que la misma encarna.
Es, por último, una opción que no está hecha contra nadie ni para favorecer a ninguna pretensión particular, y que permanece neutral (y, por ende, abierta a todos) en lo tocante a las demás cuestiones disputadas en la sociedad española, que hallarán en la República un cauce democrático de dilucidación no sujeto a lo que a la postre diga Palacio ni pendiente de la sanción regia.
Madrid, 14 de abril de 2007
Lorenzo Peña