Esta colección de tres volúmenes reúne la mayoría de mis escritos políticos del período 1987-99, o sea unos 12 años. No todos. Entre los escritos que he dejado fuera de esta recopilación están los siguientes: (1) los que escribí en otros idiomas (francés o inglés) y no han sido traducidos al español; y (2) aquellos que o bien son obra de algún colectivo (aunque hayan sido elaborados a partir de un borrador o manuscrito mío) o bien han sido redactados en el desempeño de alguna tarea de carácter organizativo.
Por otra parte, han sido excluidos los escritos lógicos y filosóficos de carácter académico. No siempre resultaba fácil determinar, con arreglo a esa pauta, cuáles incluir. Y es que la clasificación de unos escritos como `políticos' es --como casi cualquier otra-- una clasificación que coloca lindes tajantes donde en la realidad hay transiciones, zonas fronterizas, paso gradual.
En muchos de mis escritos de la vertiente más filosófica vienen abordadas cuestiones de filosofía política y social; por lo tanto podrían haberse incluido aquí. Y también unos cuantos de los ensayos aquí reproducidos abundan en consideraciones de tipo teorético y, en particular, filosófico.
Sin embargo, he seguido un criterio para trazar una línea de demarcación, en virtud de la cual han venido seleccionados sólo ciertos escritos para figurar aquí: el criterio es un compromiso entre estos cuatro:
(1) ¿En qué medida tiende el escrito de que se trate a estar dirigido a un público más amplio que el susceptible de enfrascarse en discusiones filosóficas que --sin ser de suyo áridas ni abstrusas ni inabordables para el profano-- suelen desanimar al no avezado por el esfuerzo de concentración que requieren para seguir bien el hilo de argumentos que a menudo resultan sutiles a quien no tiene costumbre de tales debates académicos?
(2) ¿En qué medida predomina en el escrito de que se trate una temática política y no de otro tipo (no filosófica general, ni ontológica, ni filosófico-jurídica, etc)?
(3) ¿En qué medida se trata de un escrito emancipado de los constreñimientos --a veces excesivos-- del rigor académico (sin caer nunca --¡espero!-- en el ensartamiento de asertos gratuitos, e.d. en la dogmatización especulativa carente de argumentos)?
(4) ¿En qué medida el escrito tiene un interés general? (Esto me ha llevado a dejar fuera una serie de artículos sobre la Universidad y las instituciones investigativas en España.)
Con arreglo a ese cuádruple criterio ecléctico, he seleccionado los escritos adjuntos. Casi siempre los he dejado inalterados, reproduciendo íntegro y exacto el texto original (indicando en cada caso cuándo y dónde se publicó, difundió o desplegó el texto). En algún caso he corregido lo que me han parecido erratas, pequeños errores de sintaxis o puntuación o de grafía. Una o dos veces en todo el libro he introducido alguna pequeña modificación o algún añadido para actualizar el texto.
Estos artículos no pretenden constituir un todo sistemático y puede que ni siquiera formen un conjunto coherente. Creo que se desgaja una línea de pensamiento social y político; mas ni permanece inalterada durante todo el período ni está forzosamente exenta de incongruencias.
Digo `incongruencias', no `contradicciones'. Que hay contradicciones lo sé, y son deliberadas. Justamente la línea filosófica y lógica que he tratado de seguir a lo largo de los últimos decenios (y en verdad desde siempre) reconoce contradicciones en las cosas; y, por lo tanto, al reflejar esas cosas verídicamente, nuestro pensamiento ha de contener contradicciones.
Si algo es sólo hasta cierto punto favorable al avance histórico, entonces en alguna medida es y también en alguna medida no es favorable a dicho avance; así pues, es una verdad decir que es y no es favorable a ese avance. Al decir que lo es, decimos media verdad; al decir que no lo es, decimos la otra media. Y, con Antonio Machado, podríamos recordar: `Dijiste media verdad / Dirán que mientes dos veces / si dices la otra mitad'.
Las incongruencias son otra cosa. Son supercontradicciones. Es incongruente decir algo y, a la vez, hacer una afirmación totalmente incompatible con ese algo; una afirmación que no sólo niegue lo que se ha dicho, sino que lo niegue por completo. P.ej., es incongruente sostener que una acción sea y, a la vez, no sea en absoluto favorable para el progreso. Que (hasta cierto punto) sea y a la vez (hasta cierto punto) no sea, ¡bien! Mas que lo sea y no lo sea en absoluto, eso desborda lo comprensible, lo aceptable.
Pero muchas veces incurrimos, no ya en contradicciones asumibles --y que puede que se funden en las propias contradicciones de las cosas--, sino también en esas supercontradicciones que son incongruencias. Lo hacemos por insuficiencia de atención y por exceso de complejidad de los problemas. Puede pasarle al autor de esas páginas igual que a cualquier otro.
Si me hubiera puesto a limar los textos reproducidos, podría haber detectado ya sea incongruencias reales (que habrían entonces tenido que depurarse, teniendo en cada caso que optar y decantarme), o bien incongruencias aparentes (que hubieran merecido aclaración oportuna para despejar la apariencia y prevenir la confusión del lector).
No me ha parecido que valiera la pena. Ni estoy seguro de que fuera lo conveniente. ¿No es mejor que, en vez de que el autor vaya guiando los pasos del lector de esa manera, sea el lector mismo quien decida por sí, en cada caso, si hay sólo contradicción o auténtica incongruencia (supercontradicción)? (Y, de encontrar contradicción, si ésta está justificada o no.)
Si la clasificación de un escrito como político plantea problemas, iguales o mayores los suscita su subclasificación. Las secciones en que he dividido la compilación tienen una finalidad orientativa y aproximada, sin el afán de ofrecer ni una división objetiva o natural (menos aún la más natural) ni, por supuesto, un deslindamiento exacto. Trátase tan sólo de una de las maneras de clasificar para facilitar la lectura, por haberse hallado ciertas similitudes temáticas entre unos y otros artículos.
De nuevo hay que recordar que no ha presidido este trabajo de compilación ningún ánimo de sistematicidad. No se trataba, pues, de tomar ese material disperso para reelaborarlo en función de unas líneas metodológicas, de unas pautas de estructuración temática. No, nada de eso. Se ha tratado, simplemente, de conjuntar unos escritos que estaban sueltos y desparramados, a fin de que, juntos, puedan servir (¡espero!) para incentivar reflexiones críticas sobre un amplio cúmulo de cuestiones sociales y políticas.
Las reflexiones y consideraciones compiladas aquí constituyen modestas aportaciones al debate de ideas y a la denuncia de los males de nuestra sociedad. Son aportaciones personales. Pero su mérito (el que tengan) no es personal. Sería contrario a las ideas que vengo defendiendo atribuir, ya sea al autor de estas páginas ya a cualquier otro, el mérito radicalmente original de ninguna elaboración de ideas.
Somos una especie social; nuestra labor es colectiva. El individuo humano hace lo que hace sólo como parte de una gran empresa colectiva. Por un lado, sólo nos permite dar pasos adelante el cúmulo de información, reflexión y conceptualización que hemos heredado y que hemos adquirido en la sociedad. Por otro, aun esos pasos son menos individuales, menos personales, de lo que solemos pensar. Aun esos pasos ulteriores los suele dar el individuo gracias a miles de estímulos de su interacción con el medio social.
Constituiría una infidelidad por mi parte a esas ideas que profeso sobre la cultura humana arrogarme una originalidad radical. Es más, mi deseo es que estos escritos sean lo menos originales posible, que sean mirados por muchos como verdades de Pero Grullo. Tan de Pero Grullo que a menudo espero que pueda darse asentimiento a mucho de lo que dicen independientemente de las preferencias o los prejuicios doctrinales de cada quien.
Lo que pasa es que las verdades de Pero Grullo son también, frecuentemente, cuando se dicen, verdades como puños; y lo son justamente porque muchas veces no nos atrevemos a decirlas, ya que a los de arriba no les interesa que se digan.
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