Por Michel Chossudovsky
Entretanto, y repitiendo sin pensar las afirmaciones oficiales, los medios de comunicación occidentales han aprobado el inicio de «acciones de castigo» dirigidas contra blancos civiles en Oriente Medio. En palabras de William Saffire en el New York Times: «Cuando establezcamos razonablemente donde están las bases y campos de nuestros atacantes, debemos pulverizarlos --intentando minimizar pero aceptando los daños colaterales-- y actuar abierta o encubiertamente para desestabilizar a los países que dan cobijo al terrorismo».
El texto que viene a continuación da una idea general de la historia de Osama Abén Laden y la relación de la «Jihad Islámica» con el planteamiento de la política exterior de los EE.UU durante la Guerra Fría y la época subsiguiente.
Principal sospechoso de los ataques terroristas en Nueva York y Washington, etiquetado por el FBI como «terrorista internacional» por su papel en los bombardeos a las embajadas de los EE.UU en África, el saudita Osama Abén Laden fue reclutado, irónicamente, bajo los auspicios de la CIA, durante la guerra afgano-soviética, para luchar contra los invasores soviéticos de Afganistán.
En 1979, y en respuesta a la invasión soviética de Afganistán en apoyo al gobierno pro-comunista de Babrak Kamal, se emprendió «la mayor operación encubierta de la historia de la CIA».
Con el apoyo activo de la CIA y del ISI (Servicio de Inteligencia Militar) paquistaní, que querían transformar la jihad afgana en una guerra global de todos los estados musulmanes contra la Unión Soviética, unos 35.000 musulmanes radicales de 40 países islámicos se incorporaron a la lucha de Afganistán entre 1982 y 1992. Decenas de miles más llegaron a estudiar en las escuelas coránicas de Pakistán. Finalmente había más de 100.000 musulmanes radicales / fundamentalistas extranjeros bajo la influencia de la jihad afgana. La «Jihad Islámica» fue apoyada por los EE.UU y Arabia Saudita con una parte importante del dinero generado por el negocio de la droga en el «Cuerno de Oro / África».
En marzo de 1985, el presidente Reagan firmó la Directiva de Seguridad Nacional 166 --que autorizaba un incremento de la ayuda militar encubierta a los mujahidin-- y dejó claro que la guerra secreta en Afganistán tenía un nuevo objetivo: derrotar a las tropas soviéticas en ese país mediante acciones encubiertas para forzar así una retirada soviética.
La nueva ayuda encubierta comenzó con un aumento enorme del suministro de armas --un aumento sostenido hasta las 65.000 toneladas hacia 1987--, así como una «incesante corriente» de especialistas de la CIA y el Pentágono que viajaban al cuartel general secreto del ISI paquistaní, en la carretera principal cerca de Rawalpindi, Paquistán.
Allí se reunían los especialistas de la CIA, con los oficiales de la inteligencia militar paquistaní para ayudarlos a planificar las operaciones para los rebeldes afganos.
La Agencia Central de Inteligencia (CIA), utilizando los servicios de la inteligencia militar de Paquistán (ISI), jugaron un papel clave en el entrenamiento de los mujahidin. A su vez, el entrenamiento de las guerrillas financiado por la CIA se complementaba con la enseñanza del Islam.
Los temas predominantes eran: que el Islam era una ideología socio-política completa, que el sagrado Islam estaba siendo violado por las tropas soviéticas ateas, y que el pueblo islámico de Afganistán debía reafirmar su independencia derrocando al régimen izquierdista afgano sostenido por Moscú.
El ISI paquistaní fue utilizado como correveidile. El apoyo encubierto de la CIA a la jihad funcionaba indirectamente a través del ISI paquistaní, --por ejemplo: la CIA no canalizaba su apoyo directamente a los mujahidin. En otras palabras, para que estas operaciones encubiertas «tuvieran éxito», Washington tenía mucho cuidado para no revelar el objetivo último de los mujahidin, que consistía en destruir a la Unión Soviética.
En palabras del miembro de la CIA Milton Beardman «No entrenábamos árabes». Sin embargo, según Abdel Monan Saidali, del Centro Para Estudios Estratégicos de El Cairo, Al-aram, Abén Laden y «los árabes afganos» habían recibido «entrenamientos de tipo muy sofisticados impartidos por la CIA».
Beardman confirmó al respecto que Osama Abén Laden no era consciente del papel que estaba jugando a favor de Washington. Según dijo Abén Laden (citado por Beardman): «ni yo, ni mis hermanos vimos pruebas de la ayuda americana».
Motivados por el nacionalismo y el fervor religioso, los guerreros islámicos no eran conscientes de que estaban luchando contra el ejército Soviético en beneficio del Tío Sam. Mientras se establecían contactos a los niveles más altos de la jerarquía de la inteligencia, los líderes rebeldes islámicos en el teatro de operaciones no tenían contacto con Washington o la CIA.
Con el apoyo de la CIA y el trasvase de inmensas cantidades de ayuda militar de los EE.UU, el ISI paquistaní se había desarrollado como una «estructura paralela que ejercía un enorme poder sobre todos los aspectos del gobierno». El ISI un complejo equipo compuesto por oficiales militares y de los servicios secretos, burócratas, agentes encubiertos e informadores, se calcula que eran unos 150.000.
Mientras, las operaciones de la CIA también habían reforzado al régimen militar paquistaní liderado por el general Zía Ul Haq: «Las relaciones entre la CIA y el ISI (Servicio de Inteligencia Militar paquistaní) se habían hecho cada vez más estrechas a partir del derrocamiento de Bhutto por [el General] Zía y la llegada al poder del régimen militar». Durante la mayor parte de la guerra en Afganistán, Paquistán fue incluso más agresivamente anti-soviético que los EE.UU. Muy poco después de que el ejército soviético invadiera Afganistán en 1980, Zía Ul Haq envió a su jefe del ISI a desestabilizar los estados soviéticos de Asia Central. La CIA sólo autorizó este plan en 1984 --«la CIA fue más precavida que los paquistaníes». Tanto Paquistán como los Estados Unidos adoptaron una actitud de engaño con Afganistán, con una postura pública de negociar un acuerdo mientras en privado acordaban que la escalada militar era la mejor opción.
La historia del negocio de la droga en Asia Central está íntimamente relacionada con las operaciones encubiertas de la CIA. Antes de la guerra afgano-soviética, la producción de opio en Afganistán y Paquistán iba dirigida a los pequeños mercados locales. No había producción local de heroína. Con respecto a esto, el estudio de Alfred McCoy confirma que en los dos años siguientes al comienzo de la operación de la CIA en Afganistán, «los campos limítrofes entre Afganistán y Paquistán se convirtieron en los mayores productores de heroína del mundo, abasteciendo al 60 por ciento de la demanda de los EE.UU. «En Paquistán la población adicta a la heroína aumentó desde casi cero en 1979 a 1,2 millones hacia 1985 --un aumento mucho mayor que el de cualquier otro país».
Los agentes de la CIA controlaban este tráfico de heroína. A medida que las guerrillas de los mujahidin iban conquistando territorio en Afganistán, ordenaban a los campesinos que plantaran opio como impuesto revolucionario. Al otro lado de la frontera, en Paquistán, los líderes afganos y sindicales locales, bajo la protección del ala inteligencia paquistaní, ponían en marcha centenares de laboratorios de heroína.
Durante esa década de amplia lucha contra el tráfico de drogas, la sede de la Agencia Contra la Droga (DEA) en Islamabad no conseguía provocar arrestos o capturas importantes. Los funcionarios norteamericanos se negaban a investigar los cargos por tráfico de heroína contra sus aliados afganos «porque la política contra los estupefacientes en Afganistán estaba subordinada a la guerra contra la influencia soviética en el país». En 1995, el anterior director de la CIA en la operación afgana, Charles Cogan, admitió que la CIA había sacrificado la lucha contra la droga para llevar adelante la Guerra Fría. «Nuestra misión principal era hacer el mayor daño posible a los soviéticos. En realidad no teníamos ni los recursos ni el tiempo suficiente para dedicarlo a la investigación del tráfico de drogas». «No creo que hayamos de disculparnos por ello. Cada situación tiene su contrapartida. Hubo un resultado negativo en cuanto a las drogas, sí. Pero el objetivo principal se consiguió. Los soviéticos abandonaron Afganistán».
Al comienzo de la Guerra Fría, la región de Asia Central es estratégica por sus extensas reservas de petróleo, sino que también produce las tres cuartas partes del opio del mundo, esto representa un negocio de ingresos multimillonarios para las grandes corporaciones, las instituciones financieras, las agencias de inteligencia y el crimen organizado. Los beneficios anuales del negocio de la droga procedente del Cuerno de Oro (entre 100 y 200 miles de millones de dólares) representan aproximadamente un tercio del movimiento anual producido por los estupefacientes en el mundo, que es del orden de $500 miles de millones, según las Naciones Unidas.
Con la desintegración de la Unión Soviética, se produjo un nuevo y repentino aumento en la producción de opio. (Según cálculos de la ONU, --y coincidiendo con la intensificación de las sublevaciones armadas en las ex repúblicas soviéticas-- la producción de opio en Afganistán en 1998-99 alcanzó la cifra récord de 4600 toneladas métricas. Los poderosos grupos de negocios de la ex Unión Soviética, aliados con el crimen organizado, estaban compitiendo por el control estratégico sobre las rutas de la heroína.
La extensa red del servicio de inteligencia militar paquistaní (ISI) no fue desmantelada tras la Guerra Fría. La CIA continuó apoyando a la Jihad Islámica fuera de Pakistán. Se pusieron en marcha nuevas iniciativas encubiertas en Asia Central, el Cáucaso y los Balcanes. El aparato militar y de inteligencia de Paquistán «sirvió esencialmente como catalizador para la desintegración de la Unión Soviética y la aparición de seis nuevas repúblicas musulmanas en Asia Central».
Entretanto, los misioneros islámicos de la secta guajabí de Arabia Saudita se establecieron en las repúblicas musulmanas así como en la Federación Rusa invadiendo las instituciones del Estado civil. A pesar de su ideología anti-Americana, el fundamentalismo islámico estaba sirviendo destacadamente a los intereses estratégicos de Washington en la antigua Unión Soviética.
Después de la retirada de las tropas soviéticas en 1989, la guerra civil en Afganistán continuó con toda su virulencia. Los Talibanes eran apoyados por los Deobandis paquistaníes y su partido político, el Jamiat-ul Ulema-e-Islam (JUI) En 1993, el JUI entró en la coalición del gobierno de la Primera Ministra Bennazzir Bhutto. Se establecieron entonces vínculos entre el JUI, el ejército y el ISI.
En 1995, con la caída del gobierno de Hezb-I-Islami Hektmatiar en Kabul, los talibanes no sólo instauraron un gobierno islámico de línea dura, si no que «entregaron el control de los campos de entrenamiento al JUI.
Y el JUI, con el apoyo del movimiento saudita guajabí, jugó un papel clave en el reclutamiento de voluntarios para luchar en los Balcanes y en la antigua Unión Soviética.
El Semanario Jane Defense confirma al respecto que «la mitad de la fuerza talibán, tanto en hombres como en equipamiento, tuvo su origen en Paquistán bajo la influencia del ISI».
De hecho, parece ser que tras la retirada soviética, los dos bandos de la guerra civil afgana continuaron recibiendo apoyo a través del ISI paquistaní.
Dicho de otra forma, respaldados por la inteligencia militar paquistaní (ISI), que a su vez estaba controlada por la CIA, el Estado Islámico Talibán estaba sirviendo de manera importante a los intereses geopolíticos americanos. El negocio de la droga del Cuerno de Oro también estaba siendo utilizado para financiar y equipar al ejército bosnio musulmán (desde principios de los noventa) y al Ejército de Liberación de Kosovo (ELK). Existen pruebas de que en los últimos meses mercenarios mujahidin están luchando en las filas de los terroristas del ELK en sus ataques en Macedonia.
Sin lugar a dudas esto explica por qué Washington ha cerrado los ojos ante el reinado del terror impuesto por los talibán, incluyendo el flagrante cercenamiento de los derechos de la mujer, la clausura de las escuelas para niñas, el despido de las mujeres de las oficinas públicas y el estricto cumplimiento de las leyes de castigo de la Sharia.
Con respecto a Chechenia, los principales líderes rebeldes Shamil Basayev y Al Khattab fueron entrenados y adoctrinados en los campos de Afganistán y Paquistán financiados por la CIA. Según Yossef Bodansky, director del Grupo de Trabajo sobre Terrorismo y Guerra No convencional del Congreso de los EE.UU, la guerra en Chechenia fue planificada una cumbre secreta de la HisbAllah Internacional que tuvo lugar en 1996 en Mogadiscio, Somalia. A esa cumbre asistieron Osama Abén Laden y altos oficiales de la inteligencia irania y paquistaní. En este sentido, la participación del ISI paquistaní en Chechenia «va mucho más allá de proporcionar a los chechenios armamento y experiencia: el ISI y sus representantes radicales tienen en realidad la última palabra en esta guerra».
El principal oleoducto ruso pasa a través de Chechenia y Daguestán. A pesar de la superficial condena del terrorismo islámico por parte de Washington, los beneficiarios indirectos de la guerra en Chechenia son los conglomerados de empresas petrolíferas anglo-americanas que compiten por el control de los recursos petrolíferos y de los oleoductos que salen de la cuenca del Mar Caspio.
Los dos ejércitos rebeldes chechenios más importantes (conducidos respectivamente por el comandante Shamil Basayev y Emir Khattab), con una fuerza aproximada de unos 35.000 hombres recibían el apoyo del ISI de Paquistán, que también tuvo un papel clave en la organización y el entrenamiento del ejército rebelde chechenio.
En 1994, los servicios de inteligencia paquistaníes organizaron el adoctrinamiento islámico y el entrenamiento para la guerra de guerrillas de Basayev y sus hombres de confianza en la provincia de Khost en Afganistán, en el campo de Amir Muawia, este campo fue establecido a principios de los ochenta por la CIA y el ISI y dirigido por el famoso señor de la guerra afgano Gulbuddin Hekmatyar. En julio de 1994, después de graduarse en Amir Muawia, Basayev fue enviado al campo de Markaz-i-Dawar en Paquistán para recibir entrenamiento en tácticas avanzadas de guerrillas. En Paquistán, Basayev conoció a los más altos oficiales militares y de inteligencia paquistaníes: al Ministro de Defensa, general Aftab Shahban Miran, al Ministro de Interior, general Naserullah Babar, y al jefe de la sección del ISI a cargo de apoyar las causa islámicas, el general Javed Ashraf, (todos ya retirados). Esas relaciones de alto nivel pronto resultaron muy útiles a Basayev.
A partir de su período de entrenamiento adoctrinamiento, Basayev fue designado para conducir el ataque contra las tropas de la federación rusa en la primera guerra chechenia en 1995. Su organización también desarrolló extensos lazos con los sindicatos del crimen en Moscú, así como con el crimen organizado albanés y con el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK). En 1997-98, según el Servicio Federal Ruso para la seguridad (FSB) «Los caudillos chechenios comenzaron a comprar propiedades en Kosovo --mediante varias empresas inmobiliarias registradas en Yugoslavia como tapadera».
La organización de Basayev ha estado involucrada en múltiples tinglados que incluyen: tráfico de estupefacientes, extracción ilegal y sabotaje a los oleoductos rusos, secuestros, prostitución, tráfico de dólares falsos y contrabando de material nuclear. (Ver el caso sobre el derrumbe financiero albanés provocado por los préstamos especulativos. Junto al lavado extensivo del dinero de la droga, lo recaudado en las diversas actividades ilícitas se canalizaba hacia el reclutamiento de mercenarios y la adquisición de armamento.)
Durante su entrenamiento en Afganistán, Shamil Basayev se relacionó con el veterano comandante mujahidin «Al khattab», nacido en Arabia Saudita, quien había luchado como voluntario en Afganistán. Muy pocos meses después del regreso de Basayev a Grozny, Khattab fue invitado (comienzos de 1995) a establecer una base en Chechenia para entrenar a los guerreros mujahidin. Según la BBC, el destino de Khattab en Chechenia había sido « organizado por la Organización de Auxilio Islámico, con sede en Arabia Saudita, esta organización religiosa militante, que canalizaba fondos hacia Chechenia, fue fundada por las mezquitas e individuos ricos.
Desde la época de la Guerra Fría, Washington ha estado apoyando conscientemente a Osama Abén Laden, mientras que, al mismo tiempo, lo incluía en la lista de «los más buscados» del FBI, como el terrorista más destacado del mundo.
Mientras los mujahidin están atareados, luchando en la guerra de los EE.UU en los Balcanes y en la antigua Unión Soviética, el FBI --operando como Fuerza Policial con base en los EE.UU-- está librando una guerra doméstica contra el terrorismo, operando en algunos aspectos de forma independiente de la CIA que --desde la guerra afgano-soviética-- ha apoyado al terrorismo internacional mediante sus operaciones encubiertas.
En una cruel ironía, mientras a la «Jihad Islámica» --calificada por el gobierno de Bush como «una amenaza para los EE.UU»-- se la culpa por los ataques terroristas al World Trade Centre y al Pentágono, esas mismas organizaciones islámicas constituyen un instrumento clave para las operaciones de la inteligencia militar de los EE.UU en los Balcanes y en la antigua Unión Soviética.
Tras los ataques terroristas en Nueva York y Washington, debe prevalecer la verdad para impedir que el gobierno de Bush con sus aliados de la NATO se embarque en una aventura militar que amenaza al futuro de la humanidad.