Unas someras indicaciones sobre los cromos coleccionados por Lorenzo Peña que representan pinturas de Bartolomé Murillo.
Estas indicaciones están recopiladas de fuentes diversas (enciclopedias, historias del arte y obras similares). Muy pocas de ellas contienen aportaciones de Lorenzo Peña; y, cuando las hay, son opiniones que se someten a otras mejor fundadas.
Lista de cromos
1640-45
San Diego dando limosna (alias: San Diego dando de comer a los pobres)
Óleo sobre lienzo 172 x 183 cm
Madrid: Academia de San Fernando
Hallamos aquí no sólo el amor caritativo del santo, sino también --y es más interesante-- un muestreo de desvalidos, tullidos, niños callejeros, hombres y mujeres andrajosos y miserables.
En el propileo de un convento franciscano, congréganse, alrededor de una cazuela, los mendigos a los que socorre S. Diego. Hay dos actitudes en los personajes. Los niños y la mujer en primer plano parecen compartir la devoción de la plegaria del devoto fraile (o, al menos, simulan hacerlo), mientras que los demás personajes sólo esperan ansiosos, o pacientes, el bocado que les vaya a tocar.
1642 (apr.)
Vieja con la rueca
Óleo sobre lienzo
Museo del Prado, Madrid.
Es uno de los primeros cuadros costumbristas y de tema popular, marcadamente realista. El paso del tiempo introducirá más tarde toques de dulcificación sentimental en la imagen de los menesterosos.
1645-50
San Francisco de Asís orando
Óleo sobre lienzo, 182 x 129 cm
O.-L. Vrouwekathedraal, Amberes
1645-50
Muchacha con una moneda (alias «La Gallega»)
Óleo sobre lienzo, 63 x 43 cm
Museo del Prado, Madrid
1645-50
El niño mendigo; alias El pordiosero; alias Niño espulgándose; alias El tragaluz
Óleo sobre lienzo. 137 x 115 cm
Museo del Louvre, París
El cuadro muestra a un chaval en el tragaluz de un desván o de una casa deshabitada, quitándose pulgas junto a un serón casi vacío (con alguna fruta) y un cántaro de barro intacto, en hermoso juego de luces y sombras muy marcadas (indicador de un período relativamente temprano de la pintura del gran artista sevillano).
La figura del chaval suscita nuestra compasión y simpatía por la suerte de los chicos de la calle, a pesar de que todavía no se perfilan en este cuadro los rasgos de ternura y suavidad que aparecerán ulteriormente en la obra del artista sevillano.
El viaje a Madrid hacia 1643 había dado a Murillo ocasión de estudiar la obra de los pintores flamencos y venecianos en las colecciones regias. Al volver a Sevilla, en seguida empieza a pintar imágenes de gente pobre y sencilla, aprovechando para ello su aprendizaje madrileño. En este cuadro apreciamos los juegos de ocres, amarillos y marrones y vemos todavía una fortísima influencia del claroscuro de José Ribera.
1648 (apr.)
La huida a Egipto
Óleo sobre lienzo de 207x162 cm.
Detroit Institute of Arts.
Hay varios cuadros de Murillo con el tema de la Huida a Egipto. Entre otros está uno con dos versiones: en el Palacio Bianco de Génova y en el Instituto de Arte de Detroit. Los personajes tienen en este cuadro el aspecto de gente llana de mediados del siglo XVII, semejando una familia de labriegos que peregrinan o viajan modestamente.
El lienzo de ese título que se halla en el Instituto de Arte de Detroit está pintado hacia 1648, 27 años después de que el Papa Gregorio XV decretase celebrar la festividad de San José (impulsada, en la contrarreforma católica española, por Santa Teresa y por la compañía de Jesús --como contrapunto al espíritu protestante de dejar de lado todo lo mundanal y humanamente arraigado en la vida y la figura del Redentor).
En este cuadro, el santo aparece como un trabajador en plenitud de la vida (unos treinta y tantos años), de gesto viril, con sombrero de ala ancha, a pie, llevando por el ronzal al burro manso y cansado sobre el que viajan cómodamente María y el Niño rollizo (ella con bonito atuendo casi elegante).
1645-46 (para la serie del Claustro Chico)
Fray Junípero abandonando su ropa a un mendigo
Óleo sobre lienzo pintado
176 x 221,5 cm.
París: Museo del Louvre
Antes de que Diego Augusto Íñiguez identificara esta obra, se la solía citar con títulos como «Un fraile robado por un bandido». El tema, en realidad, es el de Fray Junípero Serra que consiente en que su hábito sea tomado por mendigo harapiento. El fraile, que tenía prohibido dar el hábito, no entrega el vestido, aunque sí se deja despojar de él sin oposición. Se han señalado los juegos de luces y sombras como características de la etapa temprana de Murillo, junto con la majestuosidad de la escena y lo desolado y abstracto del entorno.
1650 (apr.)
La adoración de los pastores
Óleo sobre lienzo 187 x 223 cm
Museo del Prado
Es, al parecer, un poco posterior a «La sagrada familia del pajarito», aunque comparte su tratamiento y varios de sus rasgos. Son de destacar el costumbrismo popular y el realismo llano de esta obra relativamente temprana, a la vez que el juego del claroscuro que la caracteriza, aunque con contornos ya menos marcados. Se asocia a gestos variados (entre devoción y curiosidad) la humilde pobreza de los pastores (el que figura en primer plano anda descalzo). Aparecen con ternura la oveja acariciada y el buey de mirada suave y plácida, pese a que el carácter de donativo del ovino y de una gallina presagia su próxima muerte violenta.
La obra fue objeto de compraventa mercantil en el siglo XVIII y de ella se adueñó Napoleón, pero pudo incorporarse al Museo del Prado en 1819.
1650 (apr.)
La Sagrada Familia del Pajarito
Óleo sobre lienzo 144 x 188 cm
Museo del Prado
El niño Jesús tiene agarrado un pájaro en la mano derecha. La escena es típica de Murillo:
la vida cotidiana de una familia modesta en la sencillez de sus gestos y
momentos de alegría hogareña: el huevo que María tiene en su mano, el cesto de mimbre, los primeros pasos del niño sujetado por S. José, todo revela esa elevación de lo humilde al rango de lo sacro (o viceversa)
1650 (apr.)
Santa Ana enseñando a leer a la Virgen
Óleo sobre lienzo 219 x 165 cm
Museo del Prado
Es un cuadro inspirado en una obra de Rubens; pero, eliminada la figura de S. Joaquín, es una escena puramente femenina. La Virgen está lujosamente ataviada, al paso que su madre, sentada, lleva un atuendo más sencillo, y la canasta de pan a su lado parece dar un tono de cotidianidad popular, sobre un fondo solemne pero indeterminado y abstracto.
Es un bonito cromo, con un hermoso juego de colores, luces y sombras, pero no es de las obras más expresivas del alma popular de Murillo (la mayor parte de las cuales son posteriores a ésta). Algunos intérpretes creen que la fecha de composición es más tardía por la desvaída difusión de luces sin fuertes contrastes.
1650 (apr.)
Rebeca y Eliecer
Óleo sobre lienzo, 107 x 171 cm
Museo del Prado, Madrid
Este cuadro revela la influencia de Ticiano, Rubens y Van Dyck. Narra un cuento del Génesis: el siervo de Abraham, enviado a Mesopotamia para buscarle una mujer a Isaac, selecciona a la encantadora muchacha que dio agua a sus camellos.
1650-55
La Virgen del Rosario con el Niño
Óleo sobre lienzo 164 x 110 cm
Museo del Prado
Hay varias obras de Murillo con este tema. Es ésta, la Virgen, elegantemente ataviada, tiene un aspecto más juvenil que en otros cuadros precedentes, y abraza a un niño casi desnudo, lo cual resalta el mensaje de afecto familiar y de ternura materna. Parece que hay una influencia de Rafael de Urbino. El juego de luces y sombras todavía no alcanza lo difuminado y matizado de la época posterior.
1650-55 (apr.)
Muchachos comiendo uva y melón
Óleo sobre lienzo 146,9 x 103,6 cm
Alte Pinakothek, Munich (Alemania)
Vemos a dos chavales andrajosos, dos picaruelos que seguramente han hurtado la fruta que se están zampando con ganas y glotonería. El lugar parece un interior, una guarida o covachela usada por gente sin domicilio. Es magistral el juego de luces y sombras (aún influido por el tenebrismo) con la atención fijada en el bodegún de frutas y en la anatomía juvenil.
Maximiliano Manuel II de Baviera, gobernador de los Países Bajos, compró este cuadro (y también «Niños jugando a los dados») en las postrimerías del reinado de Carlos II; por eso está hoy en la vieja pinacoteca de la capital bávara.
1655
El Bautismo de Cristo
Óleo sobre lienzo
Gemaldegalerie, Berlín
El Bautismo de Cristo viene decrito in los evangelios (S. Mateo 3, 13-17; S. Marcos 1, 9-11; S. Lucas 3, 21-22; S. Juan 1, 29-34.): Jesús se acercó a S. Juan Bautista pidiéndole que lo bautizara. El bautismo fue celebrazo por el Espíritu Santo en forma de paloma, que proclamó la filiación divina de Jesús. Ese hecho marca el comienzo de la carrera religiosa del fundador del cristianismo.
El tema ha sido tratado pictóricamente por muchos otros: Gerard David, Fra Angélico, El Greco, Piero della Francesca, Andrea del Verrocchio y Leonardo da Vinci.
(Datos tomados de la página web Galería de Olga Mataef,
http://www.abcgallery.com/M/murillo/murillo.html.)
1655-60
La Huida a Egipto
Óleo sobre lienzo, 155,5 x 125 cm.
Museo de Bellas Artes, Budapest
1655-60 (apr.)
La Adoración de los Reyes Magos
Óleo sobre lienzo
Museo de Arte de Toledo (Ohio, EE.UU.)
1655-1660 (apr.)
Cuatro figuras en un escalón
Kimbell Art Museum (Forth Wort)
En esta obra Murillo refleja un detalle de la vida sencilla lleno de atractivo. Diríase una foto familiar moderna. Una mujer con gafas y claramente de clase popular sostiene a un niño que se ha resbalado, junto a un chaval y una jovencita con gestos festivos, y atuendo dominguero. Es una escena profana y banal, pero ni siquiera aquí está ausente el motivo de lástima y compasión.
1655-60
La Sagrada Familia con San Juan Evangelista niño
Óleo sobre lienzo, 156 x 126 cm
Museo de Bellas Artes, Budapest
Esta obra es gemela de «La huida a Egipto», también en el museo de Budapest. Los dos niños jugando son típicos de la obra de Murillo, aunque están reflejados con una sentimentalidad mucho más acusada que en las obras de género
1655-60
El Buen Pastor
Óleo sobre lienzo 123 x 101 cm
Museo del Prado
Se basa en dos textos: uno del Evangelio de San Juan, donde se compara a Jesús con el buen pastor que sacrifica su vida por sus ovejas; y el otro del de S. Mateo: la parábola de la oveja descarriada.
Tenemos aquí ternura, seriedad infantil (nada de puerilidad), y un bonito juego de luces y sombras (ya sin tenebrismo); todo dentro de la tónica de Murillo: exaltación de los humildes, un pastorcico pobre (pies descalzos), bien vestido, peinado y limpio acariciando amablemente a una oveja bien cuidada.
1656
Mancebo bebiendo
National Gallery de Londres
Este cuadro nos revela otra faceta del realismo de Murillo. Si, en la obra de Murillo, la infancia viene retratada sobre todo en las capas menesterosas de la sociedad (o, al menos, así sucede con frecuencia), aquí tenemos, con la plenitud del vigor juvenil, una figura varonil sobriamente elegante, la de un mancebo que se entrega al placer de beber vino (un tinto-clarete) en una hermosa copa de cristal y agarrando la cantimplora con la mano izquierda. Es una de sus imágenes festivas y gozosas que expresan el hedonismo popular. Las uñas de la mano del joven parecen manchadas de vino y su sien cubierta de laurel indica un parentesco con «Los Borrachos» pero a una gran distancia. Aquí no hay embriaguez, sino sólo el puro deleite de saborear el fermentado mosto, con mirada astuta y alerta.
1660 (antes de)
La Dolorosa
Óleo sobre lienzo 166 x 107 cm
Sevilla: Museo Provincial de Bellas Artes
Es un tema recurrente en la pintura del catolicismo mariano español del siglo de oro. Entre otras interpretaciones, se ha propuesto la de que se trata de la Virgen de la Soledad, que representa a la Madre de Dios después del entierro de Jesucristo. Sea como fuere, está logrado con perfección el patetismo, la fuerte expresión de sentimientos.
Aunque hoy está en la patria chica de Murillo, parece que este cuadro fue una de tantas presas de la rapiña de las hordas napoleónicas invasoras en 1808 (o años posteriores); de Francia pasó a Inglaterra, hasta que fue comprado por un noble español en 1913.
1660 (antes de)
Niño con su perro
óleo sobre lienzo, 74 x 60 cm
San Petesburgo: Museo del Ermitage
Se ha emitido la conjetura de que el modelo de este cuadro sería el mismo que el del «Tragaluz», con lo cual tendríamos un dúo de las dos facetas de la vida, risa y llanto, alegrías y penas, compañía (canina) y soledad. El atuendo, sin embargo, es aquí menos andrajoso; este muchacho parece más niño que el del Tragaluz; y probablemente este cuadro fue pintado unos cuantos años después de su presunto gemelo (como se echa de ver por el juego de luces y sombras, más difuminado, menos influido por el tenebrismo de la primera mitad del siglo XVII).
En cualquier caso, este cuadro es admirable no sólo por la delicadeza y ternura que refleja, sino también por la maestría sin par de la representación, del más exquisito estilo murillesco, un realismo endulzado.
El saqueo de la obra de Murillo lo emprende la usurpadora dinastía borbónica a mediados del siglo XVIII. Este cuadro, al igual que «Muchacha con flores y frutas», lo adquiere en 1772 el príncipe ruso Galitzin por 4.600 libras (que presumiblemente ingresaron en las arcas de Carlos III). Unos años después, en 1784, el mismo rey cede a su primo, Luis XVI, dos obras de Murillo hoy en el Louvre y a la emperatriz Catalina la Grande de Rusia le vende uno de los cuadros con el tema de la Huida a Egipto, hoy también en L'Ermitage.
1660 (apr.)
La Sagrada Familia
Óleo sobre lienzo, 186 x 155 cm
Basílica de San Esteban, Budapest
Murillo pintó diversas variantes de este tema; ésta no es de las mejores. Hay una variante de este cuadro en el Museo Pushkin de Moscú. S. José viene representado aquí como un hombre entrado en años, contrariamente a la costumbre pictórica de su tiempo.
1660-65 (apr.)
La Anunciación
Óleo sobre lienzo 125 x 103 cm
Museo del Prado
No vemos a María absorta en devoción mística; al revés, viene representada como una joven casi adolescente, arrodillada con los ojos bajos, meditabunda. Dejado su cesto de costura, parece perturbada en sus rezos por la aparición del ángel; éste tiene un aspecto terrenal salvo por las alas; lejos de estar flotando en una esfera etérea, está arrodillado sobre los baldosines, con los pies descalzos, como un mozalbete del pueblo, con una hermosa cara juvenil. Con una mano apunta a la paloma del Espíritu Santo --el cual sí flota sobre sus cabezas--, pero en general parece como que esté haciendo un ademán en su alegato a favor de la propuesta (¿u orden?) que se le ha confiado transmitir.
Notemos que hay otra versión diferente de este cuadro, la cual data de unos 10 años antes. Es un óleo mucho más grande, de 183 x 225 cm. Hay una serie de detalles cambiados: en el cuadro de 1650-55 el juego de luces y sombras era más acentuado, y el ángel --que había hincado la rodilla izquierda-- llevaba elegantes sandalias, con un aspecto menos popular y más distinguido. En general el cuadro probablemente originario tenía un aire de más solemne devoción; tampoco vemos en esa versión anterior el gesto angélico del abogado elocuente.
1665-70
Joven con un cesto de frutas (o: Muchacho con frutas)
Óleo sobre lienzo, 101 x 81 cm
National Gallery of Scotland, Edimburgo
Parece que este cuadro fue vendido al marqués de Montalm por Manuel Godoy, favorito del rey Carlos IV; y de ahí --por ventas y herencias sucesivas-- llegó adonde está hoy.
1665-70 (apr.)
La Santa Faz
Museo de Bellas Artes de Sevilla.
Es uno de los cuadros que para el convento de los capuchinos pintó Murillo poco después de quedarse viudo. El tema ha inspirado a muchos otros pintores, entre ellos El Greco y Zurbarán.
1667-70 (apr.)
El niño de la Concha (o: Los niños de la concha)
Óleo sobre lienzo 147,5 x 113 cm
Museo del Prado, Madrid
En este cuadro el Niño Jesús está dando de beber a San Juan Bautista niño. Es típica de la contrarreforma católica la devoción al Niño Jsús y a S. Juan Evangelista, su compañero párvulo. Vemos una escena graciosa y sentimental, como un rechazo de la austeridad puritano-protestante (en la cual se acentúa sólo la figura de Cristo Redentor, descartándose, cual contaminación pagana, todo el tema de la sagrada familia y del Niño Jesús).
1667-1670 (apr.)
El milagro de la Piscina
(alias: La curación del paralítico)
Londres: National Gallery
El tema de la curación en la piscina probática es una parábola del Evangelio de S. Juan: había en el barrio de Betseda, en Jerusalén, una piscina milagrosa, alrededor de la cual se congregaban enfermos; un ángel removía el agua de vez en cuando, curando al que se diera más prisa en entrar en la piscina. Jesús, en cambio, va a curar a un paralítico al que nadie ayudaba a aprovecharse de la ocasión.
Se ve la influencia de Veronés en este cuadro, el cual forma parte de la colección para el Hospital de San Jorge que ilustra las obras de misericordia.
1668 (apr.)
Santo Tomás de Villanueva dando limosna a los pobres
Dos estampas sobre Santo Tomás de Villanueva dando limosna a los pobres
La 1ª es un Óleo sobre lienzo que se halla en la Alte Pinakothek, Munich (Alemania)
La 2ª es un Óleo sobre lienzo de 283x188 cm, pintada hacia 1668, que se halla en el Museo de Bellas Artes de Sevilla
En la segunda estampa viene reflejada la vida de un santo limosnero, que, dedicado a la lectura, la deja para socorrer a los mendigos.
1670 (apr.)
Vieja espulgando a un chaval (o: Vieja despiojando a un niño)
Óleo sobre lienzo 147,5 x 113 cm
Munich: Alte Pinakothek
Podría ser la abuelita que, pacientemente, despioja a su nieto --el cual sigue comiendo su trozo de pan a la vez que acaricia al perro. Se han atribuido al cuadro connotaciones moralizantes de que acaso carezca; más bien son de señalar la mezcla de lo penoso y lo placentero, la pobreza y la modesta comodidad de la vida hogareña de gente humilde en una escena cotidiana y banal.
1670 (apr.)
Santo Tomás de Villanueva repartiendo su ropa
Óleo sobre lienzo. 219x148,5 cm
Cincinnati Art Museum
Santo Tomás de Villanueva (1488-1555) había sido un fraile agustino que llegó a Arzobispo de Valencia; su hagiografía narra sus virtudes caritativas. Inspiró varios cuadros de Murillo.
En éste vemos al santo en su niñez dando su ropa a los chicos de la calle. Murillo lleva aquí a su máxima expresión lo difuminado del juego de matices luminosos, los contornos difusos, con un paisaje urbano esbozado o sugerido más que propiamente descrito, pero con detalles de un realismo impresionante sobre un callejón y su salida a una plaza, que nos muestran la ciudad barroca.
1670
Niño pobre asomado a la ventana
Londres: National Gallery.
En este cuadro, de una belleza enorme, se patentiza esa suavización del tratamiento de la vida popular en la obra madura y tardía de nuestro pintor, con un tantico de idealización o edulcoramiento, como se aprecia en lo esmeradamente peinado que está el niño harapiento. Se ha visto en este cuadro una mirada jocosa de picardía erótica, pero tal vez sea sólo una cara infantil risueña y amable.
1670
Muchacha en la ventana con su dueña
Óleo sobre lienzo, 106 x 127 cm
National Gallery of Art, Washington (EE.UU.)
Este cuadro también es conocido como «Mujeres en la ventana» y «Las gallegas». Y es que, según la tradición, las dos modelos eran de Galicia y alcanzaron fama como cortesanas de Sevilla. El cuadro no sólo quiere causar impresión sino también divertir al espectator. Tras el aparente desenfado asoma un propósito, que seguramente no es de puritanismo, sino de elogio a la feminidad y al donaire de las jóvenes sevillanas. Es un alarde de habilidad técnica --como se echa de ver en la risa de la dueña, perceptible a pesar de llevar la cara medio tapada.
1670 (apr.)
Retrato de un hombre
Óleo sobre lienzo, 198 x 127 cm
Museo del Prado, Madrid
1670 (apr.)
Dos niños campesinos
Museo: Dulwich Picture Gallery
Este cuadro es gemelo de Tres Muchachos (o: El pobre negro), que pertenece a la misma colección.
1670 (ap.)
Tres Muchachos (o: El pobre negro)
Óleo sobre lienzo 159 x 104 cm.
Museo: Dulwich Picture Gallery
Murillo tuvo un esclavo mulato, llamado `Juan',
que había nacido en 1657 y que tenía un hijo llamado
`Felipe', quien podría ser el modelo para este cuadro,
titulado a veces `El pobre negro'. Cuando dos muchachos se
disponen a merendar, viene el pobre negro y les pide amablemente
un pedazo. Vemos un contraste de tonos claros y oscuros
típico de ese período de la obra del gran pintor.
Este cuadro es gemelo del de los dos niños campesinos,
que pertenece a la misma colección.
[Sobre la presencia de trabajadores negros --importados como
esclavos-- en la Sevilla del siglo XVII,
v.]
1670-74
El regreso del Hijo Pródigo
Óleo sobre lienzo de 236 X 262 cm.
National Gallery of Art, Washington
Hay otra serie de cuadros sobre la parábola del hijo pródigo del decenio de los años 1660 y sucesivos. Están en la National Gallery de Irlanda, Dublín. El cuadro aquí reseñado es de superior factura, aunque comparte algunos rasgos del anterior.
1670-75
Niños comiendo su merienda. Alias: niños comiendo de una tartera
Óleo sobre lienzo 123,5 x 102 cm
Munich: Alte Pinakothek
Está pintado unos 15 años después del cuadro «Niños comiendo uva y melón», al cual se parece en su hechura y motivo; mas ahora los rasgos están más idealizados; el aire alegre pero melancólico del cuadro anterior viene ahora reemplazdo por una clara nota de optimismo. Los contornos son más difuminados (a tenor con la paulatina evolución estilística de Murillo).
Vendido por los Borbones, este cuadro formaba parte en 1756 de la colección del Palacio de Mannheim, y de ahí pasó a la capital del reino de Baviera.
1670-75 (apr.)
La Pequeña Vendedora de Fruta (o: La joven frutera)
Óleo sobre lienzo 144,5 x 113 cm
Munich: Alte Pinakothek
Adquirido por Maximiliano José III en 1768, es una de las muchas obras pictóricas de que los Borbones privaron a España.
En este cuadro los dos chavales, ambos vendedores de fruta, cuentan lo recaudado en el día, ya alejados del bullicio del mercado en un rincón campestre donde se sienten más a salvo.
1670-75
Autorretrato
óleo sobre lienzio. 122 x 107 cm
Londres. National Gallery
Con ansia de lucro los Borbones dieciochescos entran a saco en la obra pictórica barroca. En 1740 este autorretrato --que Murillo había pintado a petición de sus hijos-- ya formaba parte de la colección del Príncipe de Gales (hoy está en la National Gallery).
En este autorretrato Murillo acude al trampantojo, utilizando métodos velazqueños, con un juego sutil de la pintura y lo pintado. Si la imagen de sí mismo es fiel o no lo desconocemos. Todos tenemos derecho a vernos con una mirada favorecedora.
1670-75 (apr.)
Niños jugando a los dados
Óleo sobre lienzo 146 x 108,5 cm
Munich: Alte Pinakothek
Maximiliano II de Baviera, gobernador de los Países Bajos, compró --gracias a la venalidad borbónica-- dos de las obras de Murillo: «Niños jugando a los dados» y «Niños comiendo uva y melón». En esta obra no se nos representa la picaresca de las fullerías, sino una imagen plácida y casi inocente de chicos que se divierten.
1675
La Virgen y el niño con los Ángeles tocando música
Óleo sobre lienzo; 137 x 104,5 cm
Museo de Bellas Artes, Budapest
Hay varias versiones de este cuadro en diferentes museos.
mantenido por:
Lorenzo Peña
eroj@eroj.org