BOMBARDEOS HUMANITARIOS CONTRA EL PUEBLO DE SOMALIA

Lorenzo Peña

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Hace unos meses denunciábamos la invasión yanqui de Somalia y --analizando las causas por las cuales, en la primera fase de esa agresión militar estadounidense, no se había procedido a desarmar a ninguna de las milicias y bandas somalíes-- señalábamos: «Parecen preferir [los yanquis] aprovechar su presencia militar para hacer presión sobre las bandas --so pretexto de reconciliar y armonizar-- y, cuando una de ellas se les haya subordinado y ofrezca visos de imponerse con su ayuda, entonces apoyarla y dejarla en el poder cuando se marchen».

Eso están ahora tratando de hacer. Tras deshojar la margarita, se han percatado de que la milicia somalí más hostil a la dominación neocolonial que los euro-yanquis tratan de imponer en ese país es la ANS (Alianza Nacional Somalí), que encabeza Muhammed Farah Aidid. Alcanzada esa conclusión, hacen lo posible por reconciliar a las demás facciones, bajo la supremacía yanqui, para manipular a los así coaligados. A la vez, los acontecimientos van dejando claro que quienes representan actualmente la lucha por la independencia nacional de Somalia frente a la agresión imperialista son las fuerzas que encabeza Aidid. El frente proimperialista destinado a luchar contra la ANS incluye al General Morgan, uno de los verdugos de la sanguinaria dictadura de Siad Barré (su suegro, por lo demás), tan dócil a Washington en sus últimos años.

La soldadesca de la ONU --esa organización siempre sometida al dictado yanqui, pero ahora más que nunca-- llevaba tiempo perpetrando desmanes contra la población somalí, con la excusa de desarmarla; el cuerpo expedicionario internacional, manejado por Norteamérica --al haber señalado a Aidid como el obstáculo principal para asentar la dominación yanqui--, forzó a someterse al desarme tan sólo a las fuerzas de Aidid, tomando así abiertamente partido en una guerra civil, mientras que hasta ese momento se pretendía neutral. (La Cruz Roja recusa ahora el que sus convoyes sean escoltados por tropas de la ONU justamente porque éstas ya no son neutrales en el conflicto.) La población empezó a manifestar su descontento. Aumentaron las tropelías de la soldadesca internacional --y en particular de la pakistaní, que en su propio país dispara alegremente contra el pueblo por un quítame allá esas pajas.

Prodúcense entonces las primeras acciones de resistencia patriótica. El sábado 5 de junio, una muchedumbre rodea a una destacamento de tropas de ocupación (yanquis y pakistaníes); una columna del ejército expedicionario fuerza el paso para rescatarlos; los somalíes resisten, produciéndose una refriega cuyo saldo es la muerte de un número desconocido de somalíes, por un lado, y por otro de 23 soldados del régimen integrista-mahometano de Islamabad.

A raíz de ese suceso, el cuerpo expedicionario desencadenó toda su furia. Ya el 7 de junio los yanquis se pusieron a bombardear a mansalva. Entre los primeros objetivos de su ataque estuvo la radio-tv de Mogadiscio; mataron o hirieron a trabajadores y moradores. Tratábase (veremos que sin éxito) de impedir que los patriotas somalíes pudieran expresarse. Fuéronse multiplicando los bombardeos yanquis contra todo tipo de instalaciones civiles. Siempre había un pretexto. En un garaje se reunían partidarios de Aidid. Un almacén era poseído por un partidario de Aidid. Y así sucesivamente. La población inició entonces una serie de manifestaciones cotidianas, que fueron reprimidas a sangre y fuego por el cuerpo expedicionario de la ONU, siempre bajo mandato yanqui. Implacablemente se ametrallaba a los manifestantes, so pretexto de que detrás de ellos había francotiradores. Algún francotirador contra los cañones, los tanques y los aviones de combate AC-130 del Imperio, reforzados por las tropas de todos los estados reaccionarios del Planeta. Para contrarrestar a ese puñado de guerrilleros urbanos no se vacila en disparar, con las armas más potentes, contra miles de mujeres, niños y adolescentes, matando a muchos de ellos. Por supuesto --nos dicen--, el fin no justifica los medios; sólo los terroristas criminales son capaces de causar, con fines políticos, la muerte de personas pacíficas. Y, sin embargo, en unos meses las tropas de la ONU acantonadas en Somalia habrán dado muerte violenta a muchos más civiles inermes que, juntas, la ETA, las Brigadas Rojas, etc etc en toda su historia. ¡Misión humanitaria!

Mientras tanto, se ha ido haciendo la luz --a pesar de la censura impuesta por los yanquis y su testaferro Butros Gali. (De éste cabe recordar que era el ministro de asuntos exteriores del dictador egipcio Anuar Es-Sadat cuando éste firmó la paz separada de Camp David con Israel, en marzo de 1979 --que fue una puñalada por la espalda contra el pueblo palestino; y que siguió siendo ministro de exteriores con el nuevo dictador, Mubarak, y a título de tal fue el principal agente del apoyo de los reaccionarios de la nación árabe a la guerra de los EE.UU. contra el pueblo iraquí a comienzos de 1991.)

Varias organizaciones no gubernamentales señalan cómo la campaña militar de la ONU en Somalia ha suprimido la distribución de víveres en buena parte del país (pese a que la invasión yanqui empezó justificándose por la presunta necesidad de garantizar el buen reparto de la ayuda alimenticia). Joseph Vargas, presidente de la organización «Médicos sin fronteras», denuncia el 16 de junio en Bilbao el clima de terror impuesto por las fuerzas de guerra de la ONU y las matanzas de que es víctima la población civil por albergar simpatías hacia Aidid. Hasta el ministro de defensa italiano, Fabio Fabbri, se siente obligado, ya el 14 de junio, a expresar una moderada condena de tales crueldades (Italia es la antigua potencia colonial). (El saldo oficial hablaba ya de 40 somalíes matados por las fuerzas yanquis y de la ONU.)

Los patriotas somalíes no se han rendido. Ya el 15 de junio, el pueblo de Mogadiscio se manifiesta en repudio a la agresión. Los helicópteros Cobra estadounidenses sobrevuelan intimidatoriamente la manifestación. En respuesta, los yanquis lanzan --en la noche del miércoles 16 al jueves 17-- su cuarto bombardeo de la campaña, con obuses de 105 mm, provocando decenas de muertos y centenares de heridos (es imposible saber el número exacto por la censura de la ONU). Entre los blancos del ataque estuvo el hospital civil Digfer, a pesar de la bandera blanca que sobre él ondeaba. Motivo para el ataque: las tropas de la ONU esperaban encontrar allí a Aidid. Una de las víctimas mortales del bombardeo fue un empleado civil de la Acción Internacional Contra el Hambre.

Creían que iban a capturar al líder de la resistencia y a amedrentar a los somalíes. ¡Pues no! Han continuado las manifestaciones y las emboscadas, aunque la feroz represión prosigue. El 1 de julio, nuevo ataque de los helicópteros yanquis contra objetivos civiles somalíes; parece que entre los residentes había muchos partidarios de Aidid. O sea, que cuantos lo sean están prácticamente condenados a muerte por Clinton y por Butros Gali. Mas al día siguiente, aniversario de la independencia, no sólo hubo una imponente manifestación antiyanqui, sino que los patriotas dan muerte a varios ocupantes que perpetraban una batida en un barrio del noreste de la capital.

El papa bendice la agresión yanqui el 2 de julio. El 8 hay un nuevo desembarco norteamericano para reforzar al ejército de ocupación. Sigue el tira y afloja entre Italia y los EE.UU. Butros Gali, obediente al Pentágono, exige el retiro del general italiano Bruno Loi (finalmente el general Loi es retirado a comienzos de septiembre); eso suscita nuevos remilgos del gobierno de Roma; Carlo Ciampi --un primer ministro sin autoridad--, tras una semiprotesta, dice que donde dice «digo» quiere decir «Diego», achantándose ante la prepotencia yanqui. No sabe a qué carta quedarse. Un nuevo bombardeo provoca la muerte de más de 70 somalíes, en su mayoría civiles (la Cruz Roja sólo reconoce 54 muertos y 174 heridos). Los somalíes contraatacan con nuevas manifestaciones y emboscadas. El 14 tienen lugar nuevos enfrentamientos. El secretario general de la Organización de Unidad Africana (OUA), Ahmed Salim Salem, exige la revisión de la acción de la ONU en Somalia. Hasta un senador norteamericano, Robert Byrd, se pronuncia por un retiro de las fuerzas yanquis. El 15, en Washington, un «experto en geoestrategia» estadounidense, Edward Luttwak, dice que la posición italiana es la correcta, y que la operación puede llevar a una ocupación militar que dure decenios.

Los somalíes no se arrodillan. Nueva manifestación contra los yanquis el 15 de julio en Mogadiscio. Aidid llama a los somalíes a no tomar acciones de represalia contra reporteros extranjeros, aunque sean agentes de medios de desinformación occidentales, y a no confundirlos con las fuerzas de ocupación. El 30 de julio, Alex De Waal, dirigente de la organización pro derechos humanos «Africa Rights», emite en Harare (capital de la República de Zimbabue) un comunicado denunciando muchas tropelías del cuerpo expedicionario de la ONU en Somalia; en particular: asesinato de poblaciones inermes; sumergir a niños en ríos; palizas; actos de hostigamiento; destrucción de armas mediante procedimientos peligrosos; trato discriminatorio y violento contra civiles, incluidas mujeres. El 26 de agosto, tras haber negado todo, la monarquía belga se ve forzada a reconocer --habiéndose ido de la lengua varios soldados-- que efectivamente sus tropas en Somalia habían perpetrado algunas de esas crueldades contra el pueblo somalí. Mas también medio sale a la luz que las tropas de otra monarquía, la canadiense (ésta, con la reina inglesa como soberana), han perpetrado en Somalia crueldades mucho mayores que los belgas.

El 11 de agosto un helicóptero norteamericano dispara un misil que mata a siete somalíes (los cuales, según los yanquis, tenían intención de derribar el helicóptero). En protesta por esas reiteradas fechorías, el 12 de agosto hay una nueva manifestación; esta vez, los yanquis tienen que pasar a disparar contra los manifestantes --ellos mismos (y no ya por figura interpuesta de sus agentes pakistaníes u otros); envían a sus vehículos militares a forzar su paso a través de la muchedumbre; la patrulla yanqui dispara, aduciendo que había francotiradores y que uno de los vehículos había recibido una pedrada (tal vez se abolló). Los observadores presentes contradicen esa versión e insisten en que la actuación yanqui no fue provocada.

Tras ese nuevo desmán yanqui, prodúcense desavenencias entre los norteamericanos y algunos de sus subordinados al mando de los cascos azules; éstos se asustan de hasta dónde se ha llegado e intentan un arreglo pacífico, quejándose de la brutal intransigencia de los EE.UU. Mas lo que intentan es una maniobra para hincar una cuña dentro de la ANS entre Aidid y el resto de la dirección. Felizmente hasta ahora sin éxito.

A mediados de agosto, veintitantas organizaciones humanitarias emiten un memorandum conjunto protestando enérgicamente por las crueldades de la ONU en Somalia. El día 16 de ese mismo mes la soldadesca yanqui perpetra una incursión en la sección de pediatría del hospital de Mogadiscio, hostigando al personal de Cáritas --al frente de esa unidad--, maltratando a los somalíes y destrozando material médico-quirúrgico. Cáritas protesta, y los yanquis replican ¡acusándola de esconder armas!

Pusieron a precio la cabeza de Aidid (estilo Western), y ni por ésas. Ni lo han capturado ni siquiera han podido forzarlo a exiliarse --como quería el mando de la ONU. Las emisiones en somalí de la BBC vienen interferidas por la radio clandestina de los patriotas somalíes --la cual sigue transmitiendo sus propias emisiones--, haciendo coro al saludo de paz --común en las lenguas semíticas-- con carcajadas y con el ruido de las ametralladoras de la ONU. No han parado las emboscadas contra el yanqui (unas 300 en agosto). Así, el 22 de agosto es atacado por los guerrilleros urbanos somalíes un destacamento yanqui cerca del puerto; a la vez una enorme multitud se manifestaba en las cercanías de ese lugar en protesta contra las atrocidades yanquis; los ocupantes estadounidenses disparan para disolver la manifestación.

El 21 de agosto los invasores cierran el aeropuerto a los vuelos civiles alegando la presencia en las inmediaciones de fuerzas de Aidid, con lo cual someten a asedio a la población de la capital que dizque iban a proteger, y convierten al aeropuerto civil en una instalación militar dedicada exclusivamente a faenas de las fuerzas de ocupación. Al día siguiente dan un paso más, retirando al hospital civil el derecho de protección que le conceden las convenciones de Ginebra de 1864 y 1949. ¿Motivo? Que --dicen-- en edificios aledaños se cobijaban partidarios de Aidid. Los médicos elevan una enérgica protesta por esa nueva tropelía gangsteril y declaran que las únicas armas en el hospital son antibióticos. Hasta el propio Jan Eliasson --el subsecretario general de la ONU para asuntos humanitarios-- había reconocido en Ginebra ya el 21 de julio que la «comunidad internacional» está gastando en la operación militar 1.500 millones de dólares, al paso que en socorrer a la población sólo gasta 166 millones. Así y todo, Butros Gali sigue pidiendo que se envíen más hombres armados para redondear el cuerpo expedicionario en unos 30.000 soldados. Dicho y hecho. El 24 de agosto los yanquis anuncian un nuevo desembarco de tropas de élite, especialmente entrenadas y pertrechadas para la lucha antiguerrillera, «rangers». Desembarcan el 26. Y la capital somalí se cubre de barricadas; para deshacerlas necesitan emplear a fondo al ejército de ocupación. Lo que pensaban que iba a ser una operación puntual se convierte en una ciénaga.

El domingo 29 de agosto, nueva manifestación imponente: milles y miles de personas congregadas en el estadio «21 de Octubre» de la capital somalí gritan «¡Yankee Go Home!». Ese mismo día los patriotas lanzan un pequeño ataque contra un destacamento yanqui cerca del aeropuerto. En la noche del 29 al 30 los militares yanquis perpetran una nueva razzia en un barrio del Sur de Mogadiscio, utilizando sus helicópteros, bombardeando, ametrallando, saqueando, desembarcando tropas aeroportadas; llévanse como botín a varias decenas de personas capturadas, tras haber destrozado y devastado lo que hallaban a su paso. Al día siguiente tienen que reconocer públicamente que los cautivos eran personal de la propia ONU. Continúan en días siguientes --y hasta el momento en que se escribe este artículo-- las manifestaciones de odio al yanqui y las crueles represalias norteamericanas.

Tales son: de un lado, el «nuevo orden mundial» de Washington; y, de otro, la resistencia que el mismo está empezando a suscitar. El primero es despiadado y sanguinario; de una agresividad y una matonería implacables. Mas la respuesta de los pueblos ya está comenzando a dejarse sentir. Los somalíes están ahora en la brecha de esa nueva oleada de luchas antiimperialistas. Otros seguirán; o, si no, ¡al tiempo!


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Director: Lorenzo Peña