El 1º de mayo en Madrid
Lorenzo Peña
Publicamos aquí dos documentos de personas adictas a la dirección nacional de CC.OO. y acérrimas partidarias del acuerdo de abaratamiento del despido --que ha impuesto ahora el gobierno del PP con su Real Decreto-Ley, promulgado por el Trono.
Los dos documentos van claramente en la misma línea, desarrollando tesis y argumentos ampliamente coincidentes mas en parte también complementarios. Cabe sospechar, sin ser suspicaces, que están escritos por la misma mano (aunque sólo un estudio estilométrico científico podría decir a ciencia cierta si es así o no). Parece lícito, pues, hacer un comentario global a ambos documentos, descartando la redundancia que se da entre uno y otro. De aquí en adelante, para abreviar, los llamaré «Los Documentos».
Como quien esto escribe participó en la Manifestación del 1º de mayo de 1997 y se halló entre las personas a las que se alude en Los Documentos --con expresiones nada halagüeñas--, séale permitido manifestar un testimonio ocular. Acudió a la manifestación sin haber recibido ningún consejo de nadie, sin haber concertado con nadie su presencia allí. Se percató (porque de esas cosas se percata uno, esas cosas se ven, en mil detalles, aunque uno no pare mientes en tales detalles, no se fije en ellos) de que quienes se ponían la pegatina contra el despido barato y proferían gritos contra el acuerdo patronal-sindicatos habían acudido espontáneamente, sin concertación previa, al menos en la abrumadora mayoría de los casos (posiblemente en todos).
Lejos de ser el abucheo a los líderes sindicales fruto de conspiración alguna, fue clarísimamente el resultado de un sentir espontáneo de la muchedumbre. Se vio, se palpó, que cada uno llegaba allá con pesadumbre en su corazón, con la desazón de ver que un sindicato al que había apoyado en tiempos duros y difíciles, arriesgando, en aras del sindicato, su seguridad laboral, a veces su carrera profesional --y en el caso de los más veteranos muchísimo más que eso, claro--, ese sindicato, o mejor dicho su actual dirección, promueve un acuerdo con la patronal que facilita el despido, haciendo más precaria --y hasta angustiosa-- la situación laboral de muchos proletarios.
Hay situaciones en las cuales el resentimiento contra los abusos y las injusticias rompe a hervir cuando determinadas circunstancias congregan a muchos de quienes sienten en su fuero interno la comezón del malestar y el rencor por el daño que se les está infligiendo. Entonces incluso muchos que llevaban dentro ese desasosiego, ese descontento --pero que quizá no lo habían dicho a otros ni siquiera a sí mismos-- estallan en exclamaciones, bastando que uno empiece, aunque sea con una media palabra.
Eso fue lo del 1 de mayo en Madrid. La multitud de manifestantes estaba allí porque es la manifestación tradicional de los obreros madrileños contra el capitalismo, por las conquistas sociales, contra el despido (y no a favor del mismo); estaban allí aunque a lo mejor desganados, a lo mejor habiendo estado a punto de no ir, porque ya no se sienten representados por las cúpulas sindicales, porque están desanimados, porque temen que su lucha haya aupado a nuevos líderes que ya no defienden los intereses de los de a pie; estaban porque, de todos modos, en el último momento se vieron compelidos a asistir por la fuerza de la costumbre de muchos años, por un sentido de fidelidad a lo que han sido, por no confesarse que sus anhelos de lucha anticapitalista han fracasado. Mas temiéndose mucho, en su corazón y sin decírselo a sí mismos, que sí se ha producido tal amargo fracaso.
Y allí se encontraron con que no ha fracasado. Porque, al revés, la espontánea manifestación de rechazo a un acuerdo antiobrero, de una nueva vuelta de tuerca neoliberal del Sr. Cuevas y quienes le hacen el juego, todo eso patentizó que sigue viva la lucha de los proletarios contra el injusto sistema capitalista y quienes hoy facilitan las cosas a los oligarcas empresariales.
Quedó claro que la aplastante mayoría de los obreros, de los proletarios que tienen sentido de lucha de clases, es hostil a acuerdos con la patronal que van en perjuicio de los intereses de los asalariados.
Pocas veces en la historia se habrá producido un espectáculo como el del 1 de mayo de 1997 en Madrid, en que los oradores hayan sido abucheados en un mitin como lo fueron quienes en la Puerta del Sol se esforzaron --vana y crispadamente-- por convencer a las masas de asistentes de lo bueno de su política. Si no suele pasar eso es porque generalmente el organizador de un mitin es quien agrupa y convoca a sus seguidores y, habiéndolos congregado, los arenga. Así los mítines suelen ser prédicas a convencidos.
Esta vez no ha podido ser así. En primer lugar, la manifestación del 1º de mayo es de todos
los proletarios madrileños (y hasta españoles, por ser Madrid capital de España). Mucho antes
de que nacieran los actuales líderes sindicales celebraban los obreros madrileños sus
manifestaciones anticapitalistas del 1º de mayo. En segundo lugar, parece que las cúpulas
sindicales no han logrado convocar ni congregar a nadie, salvo a sí mismas y a un puñadito
exiguo de personeros sindicales. Frente a una persona que aplaudía había quinientas que
abucheaban. Los discursos de los oradores no se oyeron. La poderosa técnica megafónica fue
impotente frente al clamor popular. Sólo la televisión borbónica, en recreación de estudio
artificialmente depurada, logró hacer audibles los soporíferos discursos en un vacío acústico
de salón.
Pasemos ahora a examinar los argumentos de los partidarios del acuerdo patronal-sindicatos.
Primer argumento: los descontentos habrían debido hacer su propia manifestación en lugar de, participando en la manifestación obrera común, entregarse en ella a «un bochornoso espectáculo de insultos y violencia».
Respuesta: no hubo ninguna violencia. Llamar `violencia' a una expresión verbal de descontento y de malestar por un oprobio y una alcaldada, por un golpe que a uno le dan, es colocarse en las posiciones de la oligarquía dominante, que siempre justifica sus golpes a los oprimidos que se quejan diciendo que la mera queja es violencia. Mas, aparte de eso, la manifestación común y tradicional del 1 de mayo es patrimonio del colectivo de los obreros y proletarios madrileños, aunque se coloquen nominalmente hoy al frente de la convocatoria los líderes de tales o cuales organizaciones sindicales (incluyendo aquella a la que está afiliado quien esto escribe, estándolo desde mucho antes de que accediera al liderazgo la actual dirección). Si hay libertad para convocar manifestaciones separadas, también la hay para participar en las comunes y tradicionales y, en ellas, pacíficamente, sin violencia ninguna, expresar los sentimientos de disconformidad y protesta que lleve uno dentro; máxime cuando tales sentimientos son exactamente la plasmación de la misma prédica, palabra por palabra, que tenían hasta anteayer esos mismos líderes sindicales que pretenden el patrimonio de la manifestación.
Segundo argumento: quienes expresaron su malestar el 1 de mayo sustentan una posición que ha sufrido una «derrota sin paliativos en el VI congreso Confederal de CC.OO», una posición de «automarginación de la estructura de dirección sindical y práctica desaparición de la política confederal, federal y territorial en el desarrollo de la estrategia sindical».
Respuesta: la derrota ha sido sin paliativos porque no se ha autopaliado la prepotencia avasalladora de quienes han resultado mayoritarios. Cuando el sector crítico representaba a bastante más de un tercio, ha sido --contrariamente a la tradición de CC.OO. de dar un lugar incluso de sobrerrepresentación a las minorías-- barrida y represaliada. No automarginación del sector crítico, sino marginación autoritaria, impuesta, sin contemplaciones, por una mayoría dura, con puño de hierro. (¡Claro! Ahora vemos por qué. Estaban preparando un acuerdo impopular y había que despejar el campo, había que limpiar de cualquier instancia de responsabilidad a potenciales disidentes.)
Tercer argumento: «Julio Anguita [despliega] hipocresía y falta de coraje político; con frecuencia ha tirado la piedra y ha escondido la mano; censura y descalifica al movimiento sindical».
Julio Anguita no ha hecho nada de eso. Ha expresado, sí, su desacuerdo con un acuerdo patronal-sindicatos que --vemos ahora-- es enormemente impopular entre los trabajadores. Lo ha hecho con mesura, comedimiento; desde luego en términos blandos, suaves y hasta recatados, al paso que las cúpulas sindicales han arremetido contra él con expresiones burdas y duras, sin la menor cortesía ni aun corrección. No sé cuán hondo será el sentir de pesadumbre y hastío de Julio Anguita con respecto al acuerdo; lo que sí me parece claro es que sus sentimientos, en esto y en todo, son, y suelen ser, templados, y desde luego se expresan con templanza. Muchos no compartimos esa templanza. Ni nos abruman responsabilidades que nos fuercen a templanza similar (aunque así nos falte esa virtud cardinal). Estuvo claro el 1 de mayo que las masas asalariadas con conciencia de clase no son tan templadas ni ven con tanta mesura y ponderación el acuerdo de marras.
Tercer argumento: «la política del PCE ha cosechado en los últimos años un estrepitoso fracaso, pero mucho nos tememos que esté llevando el proyecto de IU a un callejón de difícil salida, aunque estamos dispuestos a colaborar para evitarlo, porque ése es también nuestro proyecto».
Respuesta: el fracaso en los sindicatos consiste en que, por imposición prepotente y mandona, los mandamases sindicales han acogotado y arrinconado a los sindicalistas con espíritu de lucha antioligárquica. Mas en general la política del PCE ha cosechado éxitos. Por primera vez desde hace muchos años hay un sector de nuestra sociedad que ve hoy con esperanza y anhelo al partido comunista de España, un sector que vuelve a sentir la alegría de ser un comunista, la alegría, el confort moral de militar en el partido comunista. Muchos, muchísimos años hacía de eso, desde que Don Santiago Carrillo Solares inició su llamada reconciliación nacional.
Cuarto argumento: «en la Comunidad de Madrid la conducta política del Partido y de su secretario general han seguido y siguen derroteros distintos: Las declaraciones de Ángel Pérez el día después del 1º de mayo, desautorizando a quienes trataron de boicotear la manifestación bajo pancartas del PCE, así lo demuestran».
Respuesta: cada uno se situará en el sitio que le corresponda. Unos lo harán ya; otros darán traspiés y titubeos. Quien esto escribe quiere creer en la capacidad de autocrítica y de rectificación de los equivocados, de quienes no se hayan decantado por el sentir abrumadoramente mayoritario de la muchedumbre anticapitalista, el sentir de un rechazo total al acuerdo de abaratamiento del despido.
Quinto y último argumento: «Es enérgicamente rechazable oír acusaciones sobre la financiación de los Sindicatos, aplaudidas de manera sistemática e inmediata por los sectores ultraliberales cuando quien las hace sabe que el grueso de la financiación de las organizaciones sindicales proviene de las cuotas de sus afiliados, y que sólo una pequeña parte viene de los Presupuestos Generales del Estado, aprobados por el Congreso de Diputados».
Respuesta: ya que hablan de eso, ¿por qué no dan una crónica detallada --línea por línea, punto por punto, con documentos, con transcripción de cintas magnetofónicas-- de los episodios de esa polémica? Alúdese a la polémica, se reseña en términos alusivos y vagos; mas no se da ningún pormenor de la misma.
Cae fuera de los límites de este comentario el entrar a hacer crónica periodística de la contestación incidental de Julio Anguita a una interpelación de un miembro de la audiencia en un debate, y cómo, a propósito de esa contestación, la prensa borbónica urdió una trama; o la cúpula sindical ha caído en la trampa o la ha explotado.
Mas, haya dicho Julio Anguita lo que haya dicho, muchos en la calle se preguntan si los sindicatos y los partidos no serían más libres sin ninguna financiación de la colectividad. Claro que eso no quita su financiación a las organizaciones patronales y los partidos oligárquicos (PSOE, PP, CiU, PNV etc): subvenciones de la banca, los grandes empresarios, los terratenientes y magnates, y del capital extranjero que quiere mantener a España sojuzgada y sumisa, y lo consigue gracias a esos vendePatrias. Mas es dudoso que se alivie ese mal por una subvención pública a los partidos o a los sindicatos. Las organizaciones pro-oligárquicas son las que salen ganando, económicamente, en todos los frentes, porque representan al dinero. Las organizaciones populares son, han sido y serán pobres, mientras haya ricos y pobres, riqueza y pobreza. Su fuerza no puede estribar nunca en la tesorería, ni es razonable que quieran competir en ese terreno buscando ventajillas o propinillas.
Concluyo: ¿«salvadores de la esencia dogmática» los miles y miles de manifestantes que el 1
de mayo repudiaron el acuerdo de abaratamiento del despido? ¿De qué dogma hablamos?
¿Del dogma de que la dirección obrera no puede equivocarse? ¿Del dogma de que en las filas
obreras hay que marchar obedientes y al paso que marquen con la batuta los líderes? De tales
dogmas, justamente, queremos estar libres. Y de todos los dogmas. No, amables señores, no
queremos dogma de ninguna clase. Queremos pensar, razonar, argumentar, llamar `pan' al pan
y `vino' al vino, y clamar libremente nuestro desacuerdo cuando nos sentimos agraviados,
amenazados y malrepresentados.
DECLARACIÓN DE SINDICALISTAS DE CC.OO., MILITANTES DEL PCM(21)
El 12 de mayo de 1997, el PCE a través de la mayoría de su dirección federal, ha dado un paso --¿definitivo?-- hacia la ruptura de relaciones con el
movimiento sindical en general, y con CC.OO., en particular. Grupos de militantes de dicho partido --siempre bajo pancartas con sus siglas y no con las
siglas del PCM--, quebraron una tradición histórica de apoyo a las manifestaciones sindicales del 1º de mayo para provocar un bochornoso espectáculo de
insultos y violencia contra CC.OO y UGT y contra sus máximos dirigentes. Conviene precisar, no obstante, que ya el pasado año, sectores del mismo
partido protagonizaron similares incidentes en la celebración del 1º de mayo. Pero este año, la provocación y la intolerancia han alcanzado unos niveles que
hacen incompatible la militancia regular en el PCE y en el sindicalismo de clase y representativo.
La conducta de estos «salvadores de la esencia dogmática», no puede sorprender a la opinión pública. La dirección del PCE, al menos una mayoría de la
misma con su secretario general al frente, lleva años hostigando y descalificando al movimiento sindical de clase, y a sus dirigentes, mientras ha
intensificado sus contactos --¿o algo más?-- con grupos sindicales corporativos y/o marginales con los que ha hecho causa común en sus ataques a
CC.OO. y UGT. El banderín de enganche de tan deleznable actitud, ha sido el llamado sector crítico de CC.OO., al que ha apoyado, alentado y estimulado
en el debate sindical, haciendo gala de una abierta injerencia en los asuntos de otra organización.
Los resultados de esta política hablan por sí solos: derrota sin paliativos en el VI congreso Confederal de CC.OO; automarginación de la estructura de
dirección sindical y práctica desaparición de la política confederal, federal y territorial en el desarrollo de la estrategia sindical. En el último año, la
influencia de la «cosmovisión» del PCE en el movimiento sindical, que con tanto entusiasmo ha aplicado el sector crítico, ha sufrido nuevos varapalos hasta
convertir su peso en CC.OO en poco más que marginal. Sin duda, esta situación ha alterado el ánimo y la razón de los estrategas de la ruptura, y les ha
hecho recuperar el rostro mas antidemocrático, buscando en la amenaza, el grito y el insulto lo que han perdido en el debate democrático y en los
Congresos de CC.OO.
Merece una mención singular el secretario general del PCE, Julio Anguita. Con esta declaración queremos decirle a él, expresamente, que estamos hartos
de tanta hipocresía y falta de coraje político. Con frecuencia ha tirado la piedra y ha escondido la mano. Censura y descalifica con palabras gruesas, al
movimiento sindical, para más tarde advertir que él no ha dicho nada. Así, lleva varios años.
En el último congreso del PCE, mostró su «sorpresa» con las declaraciones del secretario general de CC.OO., Antonio Gutiérrez, cuando lanzaba un «basta
ya» a tanta injerencia de dicho partido en el sindicato; minutos antes, Julio Anguita habla presentado un informe a los delegados del congreso en el que
precisaba cómo deberían funcionar la sección sindical, el comité de empresa y las corrientes internas en CC.OO., siguiendo literalmente el documento que
el sector crítico de este sindicato había elaborado ante el 6º Congreso de CC.OO. que se celebraría un mes después. Todo ello, lo hace el secretario general
del PCE desde un más que preocupante desconocimiento del sindicalismo de clase al que nunca ha estado vinculado de forma activa.
Los abajo firmantes, sindicalistas de CC.OO y militantes del PCE, creemos llegado el momento de hablar en voz alta. Resulta ya insoportable mantener
nuestra militancia regular en un partido que se aleja voluntariamente del proyecto sindical en el que creemos firmemente. No podemos permanecer
impasibles ante tanto desatino que lleva camino por otro lado, de asestar un golpe de muerte a Izquierda Unida. En CC.OO. la política del PCE ha
cosechado en los últimos años un estrepitoso fracaso, pero mucho nos tememos que esté llevando el proyecto de IU a un callejón de difícil salida, aunque
estamos dispuestos a colaborar para evitarlo, porque ése es también nuestro proyecto.
No ignoramos, cuando hacemos estas afirmaciones, que en la Comunidad de Madrid la conducta política del Partido y de su secretario general han seguido
y siguen derroteros distintos. El respeto a la autonomía sindical y la negativa explícita a cualquier maniobra de injerencia en CC.OO. alejan al PCM del
frente antisindical. Las declaraciones de Ángel Pérez el día después del 1º de mayo, desautorizando a quienes trataron de boicotear la manifestación bajo
pancartas del PCE, así lo demuestran. Lo lamentable es que la imagen del PCE y de su discurso federal acaban arrastrando a sus organizaciones y
confundiendo inevitablemente a los ciudadanos.
En consecuencia, y pese a nuestra radical discrepancia con el discurso y la práctica política del PCE federal, que nos llevaría a abandonar el partido,
anunciamos nuestra decisión explícita de combatir esa política desde el vínculo que nos une al PCM, organización que en adelante deberá cuestionar con
mayor contundencia la política del PCE.
EDITORIAL
Es legítimo coincidir o discrepar, pero son intolerables las ideas sustentadas en el «cuanto peor mejor»(22)
Como toda organización soberana y democrática, CC.OO. cuenta con los mecanismos necesarios para asegurar la participación en la toma de decisiones, el
respeto a la existencia de posiciones minoritarias y el cumplimiento de las decisiones mayoritariamente aprobadas.
Nuestros Congresos aprueban documentos y líneas de trabajo que marcan la actuación del sindicato y eligen sus direcciones, responsables de llevar ala
práctica lo aprobado.
Concluido el 6º Congreso, y no existiendo corrientes organizadas estatutariamente aprobadas, lo lógico hubiera sido que lo que el debate congresual se dio
en denominar sector minoritario, hubiera manifestado su respeto a las decisiones congresuales y hubiera comenzado a trabajar por el cumplimiento de las
mismas.
Sin embargo, hemos podido comprobar cómo se ha utilizado cualquier iniciativa o acuerdos alcanzados para dañar públicamente a CC.OO. Cómo
dirigentes de, CC.OO. participan abiertamente en actos públicos, convocados por otras organizaciones, y mantienen posiciones diametralmente contrarias a
las aprobadas por CC.OO., sin remilgo alguno a la hora de utilizar sus cargos, presentes o pasados, en nuestra organización.
Desde posiciones extramuros al sindicalismo, desde la increíble actitud de quienes además se quieren convertir en el terreno de lo político en la oposición a
los sindicatos, se hacen declaraciones descalificadoras sobre el movimiento sindical, generando una situación de práctica quiebra con lo que es la izquierda
social, utilizando la intromisión y el insulto como norma.
Es desalentador también, y desde luego enérgicamente rechazable, oír acusaciones sobre la financiación de los Sindicatos, aplaudidas de manera
sistemática e inmediata por los sectores más ultraliberales de este país, cuando quien las hace sabe, o debería saber, que el grueso de la financiación de las
organizaciones sindicales proviene de las cuotas de sus afiliados, y que sólo una pequeña parte viene de los Presupuestos Generales del Estado, aprobados
por el Congreso de Diputados, y no por una Ley de Financiación y de Participación Sindical, pues ésta en este país no existe.
No contentos con ello, en una imparable fuga hacia ningún sitio, rompiendo con la cultura tradicional de la izquierda, se aprovechan actos públicos y
emblemáticos como la manifestación del 1º de Mayo intentando boicotearía, profiriendo desde un sector minoritario, pero estratégicamente ubicado, toda
clase de insultos y descalificaciones contra las centrales sindicales obreras. Es muy lamentable el que se pueda recuperar tan vieja práctica, tan equivocada
también y que tantos fiascos ha traído y que se expresaba en que «cuando no hay referente contra el que confrontarse, éste se busca en sus propias filas».
Es patético que algunos hayan olvidado el significado del 1º de Mayo, su carácter solidario y universal, su carácter reivindicativo y de progreso.
Es legítimo discrepar, también tener posiciones opuestas a las que mantiene el movimiento sindical, para ello el derecho de manifestación permite
expresarse libremente en la calle y quien sostiene esta idea de confrontación puede, sin lugar a dudas, convocar manifestaciones en las que se refleje sus
posiciones y no intentar quebrar las que convocan los demás. No es de recibo que quienes de manera prácticamente diaria en los medios de comunicación
convocan movilizaciones de rebeldía tranquila, se queden en eso, en una mera declaración a grandes titulares, eso sí, incorporándose a los que convocan
los demás no con el sano concepto de sumar, sino con el perverso de dividir.